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La Tranxtienda, un local exclusivo para las personas trans

Derly Linares, una mujer trans, es la propietaria de este negocio. Ella diseña vestidos y recicla prendas de segunda mano para donar a esta población.

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Javier Andrés Arias Bernal*
15 de abril de 2016 - 03:49 a. m.
La Tranxtienda, un local exclusivo para las personas trans
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Hoy no es un día como cualquier otro para Andrés, por eso se despierta alegre. Dentro de pocas horas, por fin, llegará el momento que tanto ha estado esperando. Luego de ducharse, se viste con un pantalón negro y su infaltable chaqueta de cuero. Se encierra en la penumbra de su cuarto. Un silencio casi ceremonial lo domina. Se postra de rodillas, como quien se prepara para un acto de sincero recogimiento, pero tan solo lo hace para sacar de las profundidades de un rincón una maleta de viaje guardada bajo candado. Al sostenerla, sus manos tiemblan. Allí oculta su secreto más sagrado, su más preciado tesoro. Lentamente, va abriendo la cremallera de la valija, repleta de prendas que no corresponden con su sexo. Allí reposa la dama que vive en sus adentros; la misma que, dentro de poco, volverá a salir.

Hoy Andrés, un hombre heterosexual de 21 años, irá a la Tranxtienda. Sale de su casa, no sin antes agarrar un casco, un par de pulseras doradas y las llaves de su moto.

Andrés es un mensajero de pulcra manicura. La mañana se le pasa volando entre encomienda y encomienda y no ve la hora de gozar de la libertad que lo espera al final de su jornada.

Se dirige a Galaxcentro, un centro comercial con una rampa en espiral y locales muy deteriorados. En este redondel de concreto funcionan los tres locales que conforman la Tranxtienda, un lugar que ha visto “salir del clóset” a cientos de hombres que tras los nudos de sus corbatas esconden a una Claudia, a una Valentina o a una Marisol. Allí han entrado varones que nunca más vuelven a salir; y también dicen que hay damas secretas que solo en ese lugar han de existir.

***

Hace ocho meses que Andrés visita la Tranxtienda. Antes, cuenta, su vida era triste. Llegó hasta allí con la intención de extirpar, de una vez por todas, su lado femenino.

“Llegué aquí para transformarme, para vestirme de mujer. Quería hacerlo porque pensaba que una vez que me mirara en un espejo me sentiría tan ridículo y patético que jamás querría volverlo a hacer. Así que me maquillaron y vistieron, y cuando llegó la hora de verme al espejo, me vi más hermoso de lo que jamás me había visto en la vida. Me sentí hermosa, y desde ese día siempre vengo aquí”.

Así fue como nació Paula, la mujer en la que Andrés se convierte una vez entra a esta tienda en la que las “chicas”, por muy barbudas que sean, pueden comprar, intercambiar o medirse ropa de mujer con total libertad y comodidad. La Tranxtienda es un espacio ideal para redefinir el concepto de hombre. Las únicas etiquetas que hay en el lugar son las que cuelgan de la ropa que aquí se vende o se alquila.

Detrás de una cortina rosa que sirve de vestier se alcanza a ver la silueta de un hombre bajo y regordete que se faja cuanta prenda le pasan. Sus pies, peludos y descalzos, parecen impacientes por encontrar los tacones perfectos. Ese probador recibe hombres que saldrán siendo mujeres.

“Ese es el ideal de la Tranxtienda: liberar la feminidad que todos llevamos dentro y que por diferentes motivos no podemos expresar”, explica su propietaria, Derly Linares, una trans de unos 40 años que diseña todo tipo de vestidos y recicla prendas de segunda mano.

El sujeto detrás del velo rosa está listo para abandonar su crisálida. Es un hombre mayor, calvo y con el pecho poblado de vellos que, seguramente, a su mujer no le gustaría que depilara. Ahora es Ana Jimena y actúa como toda una diva meticulosa, seleccionando las prendas que la vestirán. Una faja color piel mantiene a raya su barriga y su sexo. Sus piernas lucen menos masculinas bajo las medias veladas que ha sabido escoger. Ana Jimena tiene mujer e hijos y maneja un camión. Viene a la Tranxtienda para olvidar sus problemas laborales, los mismos que se fueron junto con su ropa habitual. Solo tiene que pagar $35.000 para que Derly le ayude a dar rienda suelta a su feminidad. El kit de hoy incluye maquillaje, ropa, zapatos, peluca, senos y pestañas postizas: todo lo necesario para una verdadera transformación.

Ana Jimena termina de acomodarse sus “tetas” dentro de un brasier abultado con cintas adhesivas que le arrancan más de un vello. Se ha decidido por un vestido enterizo de color crema.

“Voy sintiendo el placer”, dice, antes de sentarse en el tocador para que Derly la maquille.

La clientela es diversa. A la Tranxtienda acuden desde travestis de tiempo completo hasta hombres de saco y corbata que simplemente quieren para pasar un buen rato probándose ropa de mujer. También viene el señor que ya no se atreve a seguir robando prendas del armario a su esposa.
Un macancán de gimnasio vino a comprar una peluca. Dijo que se consideraba un gay homofóbico, de esos que no soportan las “plumas”. Vistiendo como mujer encontró la fórmula del éxito para conquistar hombres atléticos, así que solo se transforma para levantar.

Una vez transformadas, las chicas van y vienen por los pasillos lúgubres de Galaxentro. Algunas salen a dar una vuelta por los alrededores o se van de rumba y devuelven al día siguiente las prendas y los accesorios. Ana Jimena, quien luce una enmarañada peluca dorada, se tomará unos tragos en algún bar del sector. No pretende levantar, porque, según aclara, no le gustan los hombres.

Mientras Ana Jimena se prepara para salir, un hombre llega en compañía de su madre, quien lo espera al otro lado del velo rosa.

***

Durante mucho tiempo Derly no pudo asumirse completamente como mujer, no lograba explicarse por qué su gusto por vestir de chica no invalidaba su atracción sexual hacia las mujeres. Pero poco a poco empezó a ser consciente de las dos realidades que sustentaban su vida. Por un lado, sabía que no le gustaban los hombres, pero por el otro, no se podía mentir, se sentía más mujer que hombre. Fue por ello que quiso crear un espacio en el que los hombres que compartían su misma sensibilidad pudieran expresarse sin temor a ser juzgados o señalados.

La tienda empezó a hacerse popular entre la comunidad trans, y todos los días un hombre, cada vez más extraño a ojos del vecindario, abría y cerraba el local. Derly llegaba cada mañana como el señor que era, pero una vez ponía un pie dentro de la Tranxtienda su masculinidad se diluía. Su jornada de trabajo era el momento para ser ella. Un buen día reunió toda la ropa de hombre que tenía, la empacó y se fue a la Plaza España a venderla. Por todo ello tan solo le pagaron $5000, eso fue lo que costó la identidad del señor que había sido. Así enterró su pasado como hombre.

Ahora es una mujer menuda pero con agallas. Luce unos tacones negros que ya no le cuesta dominar. Sabe que nunca fue marica o gay. Mapi, como le dicen sus dos hijos por considerarla mami y papi a la vez, está profundamente enamorada de su compañera Zaira, mujer biológica, con quien administra la Tranxtienda.

Zahira dice no ser lesbiana y asegura que solo siente atracción hacia una mujer: Derly, a quien admira por ser una luchadora.

***

El propósito fundamental de Tranxtienda es controvertir los imaginarios negativos que rodean a la población trans; esos que, por ejemplo, asocian este estilo de vida con la prostitución o la delincuencia. El trabajo social de Derly y Zahira va desde donar ropa hasta asesorar a travestis, transexuales, transgeneristas e intersexuados, a quienes les enseñan, entre otras cosas, que todo sueño debe empezar con un cuerpo sano y bien vestido.

*Este artículo fue publicado en el periódico "Aula y asfalto", de la Universidad Central

Por Javier Andrés Arias Bernal*

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