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                                                                                                                                  La triste partida de Julio Daniel Chaparro

                                                                                                                                  Este sábado 24 de abril se cumplen 30 años del asesinato en Segovia (Antioquia) de Julio Daniel Chaparro y Jorge Enrique Torres, reporteros de El Espectador. A propósito, la editorial Ícono acaba de lanzar una nueva edición del libro “Crónicas de la violencia en los Llanos”, del escritor e historiador Alberto Baquero Nariño, que en el capítulo que hoy publicamos rinde homenaje a la vida y obra de Chaparro y revela las amenazas que recaían sobre él por su periodismo de denuncia.

                                                                                                                                  Alberto Baquero Nariño * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                  Julio Daniel Chaparro nació en Sogamoso (Boyacá), en 1962, aunque su obra literaria se gestó en Villavicencio, donde es considerado un referente cultural del departamento del Meta. Fue asesinado a los 29 años de edad.
                                                                                                                                  Foto: Ilustración de Yecid Arturo Díaz
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  —Amor, me voy a cumplir una cita clave. Me invita el parlamentario a desayunar. ¡Voy a conseguir en exclusiva varias noticias importantes!

                                                                                                                                  Un año antes, en febrero de 1987, luego de que hubiera participado brillantemente en el desarrollo de una obra analítica sobre el poeta Eduardo Carranza, se le ofreció a Julio Daniel un cargo en Bienestar Universitario de la Universidad de los Llanos para acompañar una labor de enlace generacional con los estudiantes, a través de actividades relacionadas con el arte, el cine, la historia y la literatura. Su madurez y su responsabilidad para asumir esa tarea, contribuyeron con creces a crear un clima convivencial en la institución, esencia de la formación integral. (Más: El libro que recoge la obra poética de Julio Daniel Chaparro).

                                                                                                                                  Cuando se hicieron ruda la tarea, continua la persecución y estrecho el presupuesto, Julio Daniel escribió: «Este alcaraván alza el vuelo». Renunció y poco tiempo después asumió la dirección de la revista Oriente. Comprendimos su deseo de volar, en el sentido exacto del término. La revista Oriente, creada y gerenciada por el impresor Miguel Ortiz Castillo, tenía la misión de analizar los asuntos sociales, culturales y políticos. Los que teníamos alguna inquietud intelectual, pudimos expresarla en ese medio.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  El hambre y la sed del secuestro velado de ese día tenían desgonzado al escritor, quien no obstante le dijo…

                                                                                                                                  —¿Me está amenazando?

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  —No, socio. Yo solamente tengo el deber de comunicarte sobre las intenciones que tienen unas personas y que mis seguidores me hicieron saber, pues las escucharon. Además, me informaron que era bueno que te fueras mañana mismo, pero yo intervine a favor tuyo, les pedí que te dieran 48 horas, y lo conseguí, gracias a Dios.

                                                                                                                                  El parlamentario se despidió con un gesto, sin dar la mano y sin mirar; se montó en su camioneta último modelo y partió.

                                                                                                                                  A Julio Daniel le tocó echar infantería alrededor de 3 horas para llegar a su casa, pues el predio a donde lo llevaron quedaba en la vereda El Cairo, cinco kilómetros abajo de la vía que va de Villavicencio a Restrepo. Al otro día empacó maletas y a muy tempranas horas se marchó a Bogotá con su grupo familiar.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Al llegar a Villavicencio para fin de año, el 28 de diciembre de 1988, encontramos a eso de las seis de la tarde, tristes y cariacontecidos a los amigos comunes de Julio Daniel. Estaban tomando unas cervezas en la Tienda Vaquero, abajo del Parque Infantil, y relataron una y otra vez ese ya acostumbrado —por esos días— procedimiento de expulsión a quienes se atrevían a disentir de las arbitrariedades cometidas. Esto motivó la escritura, durante esos días hasta el 31 de diciembre de dicho año, del «Alegato Histórico del llano», documento que apareció en el libro de poemas Un sueño de alcaraván.

                                                                                                                                  Cuando se sopesaron las crónicas de Julio Daniel publicadas en 1990 en El Espectador, sentimos alegría y ganas de vivir, pese a que el relato tocaba las fibras íntimas y dolorosas de la tragedia humana. Teníamos orgullo, aunque también temor, ese que ronda a quienes vemos correr a diario sangre y llanto a la vera del camino, en el vecindario o en nuestra propia familia.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  La voz de Julio Daniel Chaparro fue ahogada de nuevo y para siempre el 24 de abril de 1991, a las seis y media de la tarde, entrada ya la noche. Salía con Jorge Enrique Torres Rojas —fotógrafo del diario El Espectador— a recorrer las calles de Segovia (Antioquia), donde los paramilitares de Fidel Castaño y Henry Pérez, liderados por «el negro Vladimir» y apoyados por militares activos, habían masacrado tiempo atrás a varios lugareños para hacerle un favor a algunos políticos.

                                                                                                                                  Julio Daniel Chaparro y Jorge Enrique Torres Navas.
                                                                                                                                  Foto: Archivo de El Espectador

                                                                                                                                  El poeta suele tener muy cerca de su inspiración a los momentos cruciales de la vida, en particular cuando esta se esfuma. Julio Daniel juntaba el verbo para contarlo en verso y el clima de muertes selectivas que palpaba era proclive a premoniciones y trágicas coincidencias. Así escribió en el premonitorio poema «Si una noche cualquiera»:

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Amigos, mis amigos,/ si ven que he muerto en la esquina de una calle/ seguramente vestido de azul hasta en las uñas/ y sonriendo acaso revestido de cenizas como un ángel,/ piensen que he vivido, recuerden la joven figura ebria de los patios/ mis 23 años que levanté danzando/ mi público sueño de eco de agua que se pierde/ y no me lloren, no me giman siquiera:/ pienso que detendrán el sol que tendré entonces/ en mitad del pecho,/ persistiendo tercamente en la última calle/ de esa tarde sobre la tierra.

                                                                                                                                  Dos días después de la tragedia, el 26 de abril, escribí en el mesón de un bar un poema dedicado a él titulado «Tengo celos»:

                                                                                                                                  Tengo celos/ de todos los besos/ que regaste/ en tantas carnes bellas./ Y celos tengo/ de tus versos/ que cantaron primero/ que los míos./ Y celos tendré/ de aquella juventud sonriente/ que nos embriagó/ en palabras…/ Tengo celos/ de tu muerte temprana/ y de tu eterno descanso…/ tengo celos!

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  * Escritor e historiador llanero. Presidente de la Academia de Historia del Meta

                                                                                                                                  Julio Daniel Chaparro nació en Sogamoso (Boyacá), en 1962, aunque su obra literaria se gestó en Villavicencio, donde es considerado un referente cultural del departamento del Meta. Fue asesinado a los 29 años de edad.
                                                                                                                                  Foto: Ilustración de Yecid Arturo Díaz
                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  —Amor, me voy a cumplir una cita clave. Me invita el parlamentario a desayunar. ¡Voy a conseguir en exclusiva varias noticias importantes!

                                                                                                                                  Un año antes, en febrero de 1987, luego de que hubiera participado brillantemente en el desarrollo de una obra analítica sobre el poeta Eduardo Carranza, se le ofreció a Julio Daniel un cargo en Bienestar Universitario de la Universidad de los Llanos para acompañar una labor de enlace generacional con los estudiantes, a través de actividades relacionadas con el arte, el cine, la historia y la literatura. Su madurez y su responsabilidad para asumir esa tarea, contribuyeron con creces a crear un clima convivencial en la institución, esencia de la formación integral. (Más: El libro que recoge la obra poética de Julio Daniel Chaparro).

                                                                                                                                  Cuando se hicieron ruda la tarea, continua la persecución y estrecho el presupuesto, Julio Daniel escribió: «Este alcaraván alza el vuelo». Renunció y poco tiempo después asumió la dirección de la revista Oriente. Comprendimos su deseo de volar, en el sentido exacto del término. La revista Oriente, creada y gerenciada por el impresor Miguel Ortiz Castillo, tenía la misión de analizar los asuntos sociales, culturales y políticos. Los que teníamos alguna inquietud intelectual, pudimos expresarla en ese medio.

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  El hambre y la sed del secuestro velado de ese día tenían desgonzado al escritor, quien no obstante le dijo…

                                                                                                                                  —¿Me está amenazando?

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  —No, socio. Yo solamente tengo el deber de comunicarte sobre las intenciones que tienen unas personas y que mis seguidores me hicieron saber, pues las escucharon. Además, me informaron que era bueno que te fueras mañana mismo, pero yo intervine a favor tuyo, les pedí que te dieran 48 horas, y lo conseguí, gracias a Dios.

                                                                                                                                  El parlamentario se despidió con un gesto, sin dar la mano y sin mirar; se montó en su camioneta último modelo y partió.

                                                                                                                                  A Julio Daniel le tocó echar infantería alrededor de 3 horas para llegar a su casa, pues el predio a donde lo llevaron quedaba en la vereda El Cairo, cinco kilómetros abajo de la vía que va de Villavicencio a Restrepo. Al otro día empacó maletas y a muy tempranas horas se marchó a Bogotá con su grupo familiar.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Al llegar a Villavicencio para fin de año, el 28 de diciembre de 1988, encontramos a eso de las seis de la tarde, tristes y cariacontecidos a los amigos comunes de Julio Daniel. Estaban tomando unas cervezas en la Tienda Vaquero, abajo del Parque Infantil, y relataron una y otra vez ese ya acostumbrado —por esos días— procedimiento de expulsión a quienes se atrevían a disentir de las arbitrariedades cometidas. Esto motivó la escritura, durante esos días hasta el 31 de diciembre de dicho año, del «Alegato Histórico del llano», documento que apareció en el libro de poemas Un sueño de alcaraván.

                                                                                                                                  Cuando se sopesaron las crónicas de Julio Daniel publicadas en 1990 en El Espectador, sentimos alegría y ganas de vivir, pese a que el relato tocaba las fibras íntimas y dolorosas de la tragedia humana. Teníamos orgullo, aunque también temor, ese que ronda a quienes vemos correr a diario sangre y llanto a la vera del camino, en el vecindario o en nuestra propia familia.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  La voz de Julio Daniel Chaparro fue ahogada de nuevo y para siempre el 24 de abril de 1991, a las seis y media de la tarde, entrada ya la noche. Salía con Jorge Enrique Torres Rojas —fotógrafo del diario El Espectador— a recorrer las calles de Segovia (Antioquia), donde los paramilitares de Fidel Castaño y Henry Pérez, liderados por «el negro Vladimir» y apoyados por militares activos, habían masacrado tiempo atrás a varios lugareños para hacerle un favor a algunos políticos.

                                                                                                                                  Julio Daniel Chaparro y Jorge Enrique Torres Navas.
                                                                                                                                  Foto: Archivo de El Espectador

                                                                                                                                  El poeta suele tener muy cerca de su inspiración a los momentos cruciales de la vida, en particular cuando esta se esfuma. Julio Daniel juntaba el verbo para contarlo en verso y el clima de muertes selectivas que palpaba era proclive a premoniciones y trágicas coincidencias. Así escribió en el premonitorio poema «Si una noche cualquiera»:

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Amigos, mis amigos,/ si ven que he muerto en la esquina de una calle/ seguramente vestido de azul hasta en las uñas/ y sonriendo acaso revestido de cenizas como un ángel,/ piensen que he vivido, recuerden la joven figura ebria de los patios/ mis 23 años que levanté danzando/ mi público sueño de eco de agua que se pierde/ y no me lloren, no me giman siquiera:/ pienso que detendrán el sol que tendré entonces/ en mitad del pecho,/ persistiendo tercamente en la última calle/ de esa tarde sobre la tierra.

                                                                                                                                  Dos días después de la tragedia, el 26 de abril, escribí en el mesón de un bar un poema dedicado a él titulado «Tengo celos»:

                                                                                                                                  Tengo celos/ de todos los besos/ que regaste/ en tantas carnes bellas./ Y celos tengo/ de tus versos/ que cantaron primero/ que los míos./ Y celos tendré/ de aquella juventud sonriente/ que nos embriagó/ en palabras…/ Tengo celos/ de tu muerte temprana/ y de tu eterno descanso…/ tengo celos!

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  * Escritor e historiador llanero. Presidente de la Academia de Historia del Meta

                                                                                                                                  Por Alberto Baquero Nariño * / Especial para El Espectador

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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