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El Día de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del conflicto armado se conmemora este domingo 9 de abril. También, el aniversario número 69 de la muerte de Jorge Eliecer Gaitán. Y el Domingo de Ramos, la celebración inaugural de Semana Santa. El primero, para reconocer a más de 8 millones de colombianos afectados por la violencia; el segundo, con el fin de recordar un origen de la guerra entre liberales y conservadores; y el último, por el rito católico de Jesús cruzando entre olivos las puertas de Jerusalén. Esta vez, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) y la Arquidiócesis de Bogotá se unieron en homenaje a las personas que han sufrido los años de vejación. Los mismos que ante la pena encontraron un asidero dentro de las comunidades de fe. (Lea: Verdad y desaparición forzada: A reescribir la historia)
Hace cinco meses, el presidente Juan Manuel Santos firmó junto al màximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, el Acuerdo Final de Paz. Un acuerdo centrado en resarcir a las víctimas del conflicto armado: ocho millones trescientas setenta y seis mil, cuatrocientas sesenta y tres mujeres, hombres, niñas y niños, ancianos registrados en el país. Así pues, será ésta ocasión la primera fecha conmemorativa sin estar en medio del fuego.
Para María Emma Wills, asesora de la Dirección General del CNMH, el objetivo de este día es “reconocer la humanidad y de esa humanidad, la dignidad. Pero este proceso tiene que ver con un asunto sagrado, la vida. Por ejemplo, nuestros conciudadanos y conciudadanas son sagrados, como seres y como vidas, pese a que sus derechos hayan sido infringidos por todos los actores del conflicto”. Y como deuda, piensan ambas instituciones, la sociedad debe comprometerse con la no repetición y la construcción de paz.
Aunque para empezar sea preciso la narración del sufrimiento, la contemplación de la dignidad y el testimonio de coraje desde las profundas regiones del país. Por lo tanto, el CNMH y la iglesia planearon este 9 de abril un mensaje de solidaridad desplegado en gigantografías, dispuestas por par en 306 iglesias de la capital. En simultanea de exposiciones sobre historias de resiliencia, sobre la supervivencia del corazón.
Según el arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar Gómez, el evento responde al llamado del Papa Francisco de ser una iglesia más en salida. “Esto es salir al encuentro de una deuda nacional con las víctimas”, quienes son conmemoradas el 9 de abril desde el año 2011. Lo último, gracias al artículo 142 de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.
Además, ésta “feliz coincidencia”, para las dos instituciones, es una oportunidad de traducir desde lo simbólico y el rito eclesial, el sentido al que insta el posconflicto. Un mensaje detrás de la figura de Jesucristo, quien encarna la solidaridad para con todos, con el fin de reconocer al hermano que fue más vulnerado en la guerra. Así lo indica la campaña.
Asimismo, una intención por involucrar a la sociedad. En este caso, la iglesia católica lo ha reseñado: “no seas como Poncio Pilato”, a fin de concientizar el dolor de la guerra en un asunto que termina por ser nacional. Es decir, un rechazo a la zona de comfort y a la participación activa por la construcción de paz.
Finalmente, la parábola del buen samaritano ha sido incluida para ultimar el mensaje que el CNMH y la arquidiócesis buscan. Allí está el herido al borde del camino entre los paseos de las figuras de poder. Nadie lo recoge porque no es su hermano quien sufre en la acera, hasta que pasa su enemigo, el único que le ofrece su cuidado. Una muestra de la solidaridad, en palabras del arzobispo.
Teniendo en cuenta que el significado de la Semana Santa para los católicos es un acto de memoria. Incluso, este día, que tiene un valor religioso para algunas víctimas inscritas a dicha espiritualidad, es una manera de conmemorar también la importancia de las comunidades de fe dentro de la guerra.
Explica Wills, “las distintas iglesias son quienes han roto con la soledad en los territorios más desfavorecidos por el conflicto armado. Eso hay que respetarlo, porque la fe levantó y le dio sentido a la vida de cientos de víctimas, entre el desamparo estatal tan brutal que hay en este país. O sea, si la violencia es dejarte en el profundo abandono, la espiritualidad te reconforta ya que vuelves a vincularte con el otro, en unidad. Habría que aportar desde la memoria a todo tipo de fes que se tienen aquí”.
En este sentido, las intenciones dentro de las capillas bogotanas recogen los procesos de resistencia y sanación frente a las pérdidas de los tiempos bélicos, ahora cuando han cesado los fusiles y las Farc empiezan a desmovilizarse. Es el momento de, subraya el clérigo, reforzar los dos niveles de reparación: una parte individual que responde a la experiencia de fe, sea cual sea. “Una fuerza que salva, que levanta, que sana heridas, que genera perspectivas distintas para asimilar un dolor”. Pero también un efecto social de integración donde se enlaza lo simbólico de la reconciliación. “Un trabajo conjunto a través de talleres, encuentros con apoyo psicosocial, de incidencia en el contexto y de labor comunitaria”.
La iglesia de Claret, por su parte, expondrá la lucha de Fabiola Lalinde, una madre en búsqueda de su hijo desaparecido, en un acto de reivindicación. En la capilla de San Wenceslao estará ubicada Volver la mirada, una exposición fotográfica que narra, desde distintas perspectivas, por qué los niños van a la guerra, cómo la experimentan y cómo la resisten. Al igual que en la basílica de Nuestra Señora de Lourdes.