Josué mete su mano en un agujero de las latas que delimitan la que es su casa y con un movimiento abre la puerta. Es un espacio cuadrado que se podría recorrer en cuatro pasos o menos, a la derecha está el televisor y luego un colchón sobre un sofá que va de lado a lado del lugar y hasta el fondo. Encima hay dos hamacas. Al frente de la entrada se ve una tabla sobre la que reposan unas maletas que hacen las veces de armario, y arriba una lata con unos cables y un bombillo. Josué vive en esta casa desde hace dos años, cuando llegó a Riohacha desde Venezuela. Tiene 16 años, es el mayor de cinco hermanos y aunque dice que lo que más le gusta de vivir en la capital de La Guajira son las comodidades, está planeando viajar a Ecuador para vivir allá con su papá, que trabaja en el vecino país como camionero.
Josué reside en un sector en el que hay indígenas wualinays y migrantes venezolanos, como él y su familia. Se ubican cerca del aeropuerto, en zona rural de la capital de La Guajira, frontera con Venezuela. “La mayoría somos familia, pero hay quienes les han dado espacio a los migrantes porque les queda muy difícil conseguir arriendo en la ciudad, algunos pagan $50 mil, y eso les ayuda a establecerse. Hay muchos que llegan con niños”, asegura Elvira Ballesteros, líder comunitaria indígena, al señalar que la convivencia no siempre ha sido fácil, pero que han podido tramitar los conflictos mediante la autoridad. “Esta dinámica de migración empezó hace tres años. En principio eran 50 familias y ya son 200, porque han llegado sus seres cercanos”. Según Migración Colombia, a noviembre de este año entraron a La Guajira 10.215 migrantes venezolanos, la mayoría de ellos se quedaron en Maicao (6.516) y en Riohacha (3.519).
Las vías de acceso a la zona rural de Riohacha se inundan cuando llueve y los caminos parecen arroyos, la falta de alcantarillado aumenta las aguas estancadas y la proliferación de insectos, hay poco acceso a los servicios públicos -especialmente el agua- y la atención en salud es precaria. Esas son las mayores necesidades que tiene la comunidad, según Ballesteros, sobre todo si se tiene en cuenta que una parte importante de la población corresponde a niños y mujeres gestantes o lactantes. Ese es el caso de Elianis Trompiz, cuyo tercer hijo no supera el mes de nacido y otra de sus hijas, de 16 años, se encuentra en embarazo de un varón, ambas migrantes.
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Elianis y su hija acudieron a una brigada de salud realizada por la Cruz Roja en su comunidad para que evaluaran su estado de salud y el de sus hijos. Durante las jornadas que ha realizado la entidad en el departamento han encontrado enfermedades recurrentes y, aunque la atención está enfocada en la población migrante, también atienden a los nativos. “Tenemos atención en odontología, y por eso encontramos enfermedades periodontales, así como respiratorias como el covid-19, faringitis, rinitis, neumonía y demás. Hay una enfermedad muy fuerte que es la desnutrición, les damos suplementos alimenticios y por eso no ha fallecido ninguno de los que atendemos. Pero el departamento es el primero del país en casos de muertes por desnutrición”, explica Ángela Gallego, epidemióloga de la Cruz Roja.
Otra de las enfermedades relevantes es la parasitosis, relacionada con las condiciones de salubridad de la población. “Traen a los niños porque tienen vómito, diarrea o enfermedades gástricas que resultan ser porque no tienen agua potable ni sitios para el manejo de excreción”, añade Gallego.
La atención que brinda la Cruz Roja busca suplir las necesidades de la población, especialmente en la demanda en salud que tienen los migrantes y que la administración local no tiene la capacidad para cubrir. Hacen la caracterización, el diagnóstico y la entrega de los medicamentos necesarios. Se especializan en la atención odontológica, pediatría, ginecobstetricia y vacunación.
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Josué, por ejemplo, fue vacunado contra el covid-19, igual que su hermano de 10 años, Ángel. Robert tuvo una revisión de Rayos-X porque hacía una semana se había caído mientras jugaba fútbol y se fracturó el brazo, no había recibido atención ni se lo habían inmovilizado. Quienes ayudaron a que fueran atendidos eran guajiros de Riohacha, como Lauri, que lleva 10 años como voluntaria y ha participado de la mayoría de las iniciativas de la entidad en la región. “Mi experiencia ha sido enriquecedora, aquí he visto muchas historias de personas que se sienten satisfechas por la atención que les prestamos. Buscamos que queden bien informados, porque muchas veces ellos no saben a quién acudir ni cómo satisfacer las necesidades médicas que tienen”, afirma.
La clinica que atiende en el territorio
Las jornadas de salud de la Cruz Roja Colombiana están enmarcadas en una iniciativa para atender a los migrantes, colombianos retornados y personas en condición de vulnerabilidad. Se realiza en alianza con la Cruz Roja Americana y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid), y también opera en zonas fronterizas como Maicao, Cúcuta y Arauca.
“Este proyecto tiene dos líneas, una de salud y otra de protección, en la que le brindan a la población la orientación para que legalicen su estancia en el país. Respecto a la salud, brindamos atención primaria, que va desde la prevención hasta la rehabilitación de las enfermedades, tanto básica como especializada. A través de ella realizamos jornadas de salud y unidades móviles”, cuenta Óscar Sierra, coordinador nacional de atención primaria en salud de la Cruz Roja.
Si bien la Cruz Roja tiene unas Unidades de Atención en Salud (UAS) y las Instituciones Prestadoras de Servicios (IPS), que atendieron a 39.432 personas a octubre de este año en Riohacha, la entidad encontró que no ha sido suficiente para atender la demanda en salud que tiene el departamento. Por ello, desde agosto de 2021 opera en La Guajira la Smart Clinic, una unidad móvil de salud, que tiene equipos para el diagnóstico y la atención en ginecología y pediatría, medicina general, odontología, psicología, enfermería y protección. Además, cuenta con equipos para diagnóstico portátiles livianos de rayos X.
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Esta clínica en forma de bus fue donada por Siemens, y ha recibido en el departamento a 487 personas entre migrantes, indígenas y población de acogida, 70 % de mujeres y el 30% de hombres, cuyas patologías recurrentes han sido: hipertensión, parasitosis intestinal, rinofaringitis, dermatitis, migraña, infección vías urinarias y gastroenteritis.
Pese a estos esfuerzos por remediar las necesidades insatisfechas que el Estado no cubre, La Guajira sigue siendo uno de los departamentos del país más rezagados en su infraestructura de salud y de servicios públicos. Para cambiar esta situación y mejorar la calidad de vida de los habitantes es necesario que haya voluntad política.