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"Las mujeres no somos la costilla de Adán"

Entrevista con Marina Gallego, coordinadora nacional de la organización Ruta Pacífica de las Mujeres, ganadora del Premio Nacional de Paz.

Steven Navarrete Cardona
29 de noviembre de 2014 - 04:03 p. m.
"Las mujeres no somos la costilla de Adán"

El pasado miércoles la organización Ruta Pacífica de las Mujeres, ‘las mujeres no parimos hijos e hijas para la guerra’, cumplió 18 años de su acto fundacional. Marina Gallego su coordinadora nacional recuerda muy bien cómo cansadas de la violencia que arreciaba en el país, y fracasados los diálogos de paz del gobierno de Ernesto Samper con las Farc, un amplio número de colectivos de mujeres acudieron al Urabá antioqueño, una de las regiones más conflictivas del país a manifestarse en contra de la guerra.

Desde ese 25 de noviembre de 1996, la Ruta Pacífica de las Mujeres se constituyó en uno de los movimientos de mujeres más fuertes del país. En la actualidad opera en nueve regiones (Chocó, Santander, Bolívar, Bogotá, Antioquía, Cauca, Putumayo, Valle del Cauca y Risaralda) y además articula 289 organizaciones.

Marina Gallego, coordinadora nacional del movimiento, es abogada egresada de la Universidad de Antioquia con una maestría en Derechos Humanos y lleva más de 25 años trabajando en la defensa de los derechos de las mujeres. En entrevista con El Espectador habló de la situación de las mujeres en el conflicto armado, lo que representa el fin del conflicto para consolidar las reivindicaciones de los movimientos sociales y del significado de recibir del Premio Nacional de Paz otorgado por el PNUD, Caracol Televisión, Proantioquia, Caracol Radio, Fescol y El Tiempo.

¿Usted es feminista?

Sí, claro y La Ruta también es feminista. En pleno siglo XXI sobre el feminismo aún pesan muchos mitos y mal entendidos, entre los ciudadanos circulan versiones tan diversas como que las feministas odian a los hombres.

Cuéntenos un poco más sobre lo que en realidad es esta corriente.

El feminismo es una corriente filosófica, política e ideológica que cuestiona el orden en que se han desarrollado las relaciones entre hombres y mujeres. Un orden que parte de la posición subordinada de las mujeres en todos los terrenos de la vida social y privada. Una posición predominantemente masculinizada del mundo, que además hegemoniza todas las relaciones. La interpelación de las feministas no es hacia los hombres sino hacia la situación de las relaciones de dominación como tal, donde nos hemos formado las mujeres y los hombres. En estas relaciones donde las mujeres hemos tenido las mayores desventajas en términos de la ciudadanía plena. Somos sujetas de derecho, seres individuales, no somos la costilla de Adán, y por lo tanto tenemos el derecho de ser tratadas como humanas. Es una interpelación que cuestiona las posiciones de poder que han tenido los hombres en la historia. No solo es una epistemología sino también una acción política, un movimiento político, social y personal.

¿Y hay que ser feminista para unirse a La Ruta?

La Ruta trabaja en ese enfoque, pero las organizaciones que se agrupan bajo el movimiento son de una amplia diversidad. Somos más de 5000 mujeres, así que no es un estándar, ni un prerrequisito. El enfoque feminista consiste en que las acciones que emprendemos cuestionan las lógicas de dominación de las cuales son víctimas las mujeres. Pero la deconstrucción de los roles y los patrones construidos históricamente no simplemente se dan en el exterior sino que también es una tarea de cada integrante, como para los hombres cuando se lo preguntan. En la medida en que las mujeres se transforman así mismas, siendo autónomas y sujetas de derechos, trasforman todo su entorno, lo que supone también acrecentar la capacidad que tienen las mujeres para hacer un aporte sustancial a la sociedad.

¿Cuál es el enfoque de las organizaciones que se agrupan entorno a la Ruta Pacífica?

Hay muchas lideradas por mujeres, y organizaciones mixtas que tienen algún trabajo dirigido hacia las mujeres. Entonces no todas trabajan en los mismos temas, también lo hacen en la parte productiva, reclamaciones políticas, otras trabajan con las víctimas de la violencia y otras centran su mirada en la participación política, el medio ambiente, entre otras. Es variopinto el tipo de organizaciones que integran la Ruta.

¿Qué perfil tienen las mujeres que integran la organización?

El grueso son mujeres populares, aunque también está integrada por profesionales, artistas, intelectuales, pero el grueso son mujeres populares que se posicionan desde una perspectiva feminista y sobre todo con una postura por la paz, además que han sufrido en carné propia los rigores de la guerra. La apuesta por la paz, es para la ruta una manera de cuestionar la guerra que reproduce las estructuras patriarcales.

¿Entonces, el propósito es empoderar a sus integrantes en pro de conseguir la paz?

El movimiento quiere ser un actor de cambio y de poder en términos de construir la paz, ya que nuestro propósito inicial fue terminar la guerra y por una salida negociada al conflicto armado. Pero al mismo tiempo hacer visible lo que las mujeres podemos aportar como actoras y constructoras de paz. Y en ese mismo sentido evidenciar los efectos del conflicto que han vivido las mujeres pero que han pasado agazapados y se han mantenido ocultos. Las laceraciones emocionales y físicas que dejan en sus cuerpos las diversas formas de violencia sexual, de los desplazamientos de las masacres. Es importante resaltar que ha primado una perspectiva muy masculina del conflicto, y no se le ha dado lugar para visibilizar los daños que han sufrido las mujeres. Darle visibilidad y mostrar la contribución que las mujeres hacen al país, ha sido propósito de la Ruta Pacífica de las Mujeres.

¿Usted cree que con un eventual resultado exitoso de los diálogos de paz en la Habana (Cuba), se abrirán mayores espacios para que la situación de las mujeres cambie en el país?

Claro. Vivir en un país que de por terminado el conflicto armado ya es un alivio para las mujeres, que viven en constante amenaza. El miedo está latente en diversas dimensiones, como el que sus hijos se vayan a la guerra. Entonces sacar ese hecho de su vida cotidiana ya es un gran avance.

Una salida negociada deja una marca distinta de una salida militar, porque pone a la sociedad colombiana en otro nivel, habría lugar para cerras las heridas, que una comisión de la verdad pueda intervenir, es decir que son muchas opciones más las que brinda una salida negociada a una victoria militar. Todo esto, además va a resultar muy beneficioso para la democracia en el país, puesto que dejará unas bases para que las luchas sociales vayan transformando la sociedad y sea más equitativa y humana.

¿Podemos deducir que la guerra fortalece el machismo?

La guerra fortalece esas posturas, además no nos deja hablar de democracia ni de igualdad. Los actores armados reproducen tal cual los patrones de dominación contra las mujeres. Ellos lo que hacen es volver más pública esa violencia que tiene lugar en la vida privada; el desprecio por las mujeres. La guerra acrecienta la misoginia, la violencia física y psicológica contra las mujeres, se crea un ambiente propenso para la agresión y sentirse con el derecho de maltratarlas, violarlas, etc. Las mujeres en contextos de guerra somos cuerpos violales, así nos ven, y eso se acrecienta.

En contextos de paz, podemos intensificar las luchas y lograr que esos parámetros y paradigmas que se tienen ya formados se vayan cambiando, no sólo los hombres sino también las mujeres. Eso construiría relaciones más armónicas. Forjaríamos hijas e hijos para la felicidad y la armonía, desde una apuesta humanista, pero para ello se necesita terminar la guerra y construir la paz.

¿Qué propondría para que la violencia contra las mujeres sea eliminada?

La violencia contra las mujeres tiene un tratamiento múltiple. Una de estas formas, tiene que ver en el cómo las mujeres nos formamos para identificar hombres que no nos convienen, y señales de una relación toxica con factores de agresividad que se van evidenciado al consolidarse la relación.
Otro de los aspectos está relacionado con la pedagogía pública que concientice de la importancia de eliminar dichas formas de violencia. Campañas educativas que nos permitan cambiar los parámetros culturales que soportan dichas agresiones y la forma machista de ver el mundo.

¿Qué retos trae el Premio Nacional de Paz al movimiento?

La distinción resultó en una alegría muy grande, porque el premio se ha especializado en resaltar apuestas de construcción de paz en el país, desde una perspectiva territorial, y es muy importante visibilizar las experiencias que persiguen la paz en el país. El reconocimiento que se le hace a la Ruta Pacífica de las Mujeres, un movimiento pacifista que ha trabajado por una salida negociada, contra la guerra y los efectos de la violencia armada, se expande a todas las organizaciones que agrupa el movimiento.

Además el premio llega justamente cuando la Ruta Pacífica de las Mujeres cumple 18 años de trabajo arduo, en un momento especial por la situación que atraviesa el país.

¿Pero las reivindicaciones del movimiento van más allá del empoderamiento de la mujer?

Queremos transformar el país, no solamente las relaciones que se dan entre las mujeres y los hombres, que se supere estas desigualdades, sino queremos que Colombia se convierta en un país incluyente para todos, que respete el medioambiente, que erradique la corrupción y que se reivindiqué el ejercicio de la política como un mecanismo para el avance de la democracia.

Por Steven Navarrete Cardona

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