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Stefanie Lizeth, la hija del albergue
Según los médicos, Stefanie Lizeth, la hija de Angie Salazar, va a nacer mañana en el albergue El Morichal, ubicado en Villa del Rosario (Norte de Santander). Pese a su estado de salud, Salazar fue deportada cuando se preparaba para visitar a su hermano, obligada a cruzar el río que separa a Colombia y Venezuela. En Venezuela vivía desde hace 6 años. Allí estudiaba y trabajaba. “En Valencia (Venezuela) teníamos todo”.
Fue por cuenta de la violencia que Salazar y su familia salieron para Venezuela desde el Valle del Cauca. Pero, al regresar, ahora en Norte de Santander, Angie no conoce a nadie. “No tengo familia aquí, no sé qué hacer”. Tampoco sabe si regresar a Venezuela.
Porque, cuenta, que allí la situación ya se había puesto complicada para los colombianos puesto que se los discriminaba, por ejemplo, a la hora de prestarles servicios de salud y que a veces quedaban a merced de los revendedores quienes les vendían los productos básicos a mayor costo.
Asegura, con tristeza, que no ha podido ir a ninguno de los cursos del Sena debido a su estado de salud. Aunque se emociona cuando recuerda el baby shower que le hicieron en el albergue por el pronto nacimiento de su hija.
“Quién iba a saber que nos iban a deportar”
Hernán Agudelo tiene 50 años bien andados. Fue deportado de Venezuela, pero ya prepara un viaje para Bogotá tras una oferta laboral. “Yo con los ojos cerrados me voy, porque el proyecto mío es sacar una niña que tengo de 16 años que ya me va a pedir universidad y esforzarme para comprarme mi casa o que el Gobierno me ayude, porque yo tenía mi casa grande allá en Barinas”. Hernán es oriundo de Cali. Se trasladó, con apenas 10 años, a Bogotá, donde vivió en la calle del Cartucho. “Valía más una moneda de $200 que yo”. Pero conoció al torero Melanio Murillo y se puso a recorrer Colombia. “Me fui a trabajar a donde hubiera corridas de toros. La mía fue la universidad de la vida”. Dice que se fue a Venezuela porque “allá, mire, en cinco años me levanté una casa. Yo me la pagué. En cambio, en 45 años que estuve en Colombia, no conseguí nada”.
Señalados
Jéfferson Laguado se devolvió voluntariamente de Venezuela para no ser deportado, para “no quedar fichado. Porque en cualquier momento que uno vaya para Venezuela, a visitar a la familia, ya va es preso”. No sabe si regresaría a Venezuela, porque “si acá el Gobierno colombiano no nos presta una ayuda, nosotros tenemos allá una vida ya hecha, tenemos 18, 20 años, ya segura, y venirse a empezar de cero, sin ayuda del Gobierno. La mayoría está dispuesta a regresar porque tiene una vida hecha allá”, señala. Sostiene que, no obstante, tras estudiar con el Sena, va a salir a buscar trabajo para tratar de ganarse la vida.
“Me da miedo regresar”
Mayra Mejía fue detenida por un integrante de la Guardia Nacional Bolivariana que le quería quitar a su hija; antes de que eso ocurriera, Mayra cruzó la frontera hacia Colombia. En el vecino país trabajaba en la Universidad de los Andes en Venezuela, que actualmente se encuentra parada. “¿Para qué regreso?”, dice. Y asegura “tener miedo” de regresar, de que le quiten a su hija. Sostiene que cuando llegó por primera vez a Venezuela, este era “un paraíso”, que con Chávez el país estaba mal, “pero no tan mal como ahora. Al presidente que está actualmente le queda muy grande gobernar”. “Yo amo a Venezuela y amo a Colombia. Son dos países hermanos que no deberían estar peleando. Pero bueno, ya estoy en Colombia, mi país, el hijo bueno regresa”.
La tragedia de Smith
Smith Sánchez ha sido víctima de la violencia en Colombia y en Venezuela. En Colombia, por cuenta del conflicto armado, y en Venezuela, debido a los enfrentamientos entre la Guardia Nacional Bolivariana y los contrabandistas y, luego, por cuenta de la deportación suya y de su familia. Ahora, en Cúcuta, trata de salir adelante con su esposo y 6 de sus 9 hijos. Debido al tamaño de su familia tuvo muchas dificultades para conseguir un lugar donde vivir, gracias al subsidio de arriendo que les dio el Gobierno. La familia ha pensado viajar a Bogotá tras una oportunidad de trabajo, pero todavía no han decidido.
Una vida demolida
Jenny Paola Álvarez estuvo cuatro días evitando a la Guardia Nacional Bolivariana. Sabía que no la buscaban para nada bueno. Hasta que su casa fue rodeada por 20 uniformados. A ella la insultaron y le intentaron quitar a uno de sus dos hijos, al menor; a su pareja la acusaron falsamente de paramilitar.
Todo quedó en video. Su otro hijo salió corriendo, aunque lo encontraron luego, al cruzar el río hacia Colombia. Tras los abusos de la Guardia, se quedaron sin ganas de regresar a Venezuela; de hecho, como deportados, no pueden hacerlo; no obstante, su futuro en Colombia no es promisorio.
“Todo lo que tenemos es prestado”, dice. Han pasado penurias, incluso hasta para conseguirle ropa a su marido, debido a su corpulencia. Jenny asegura que, por ahora, lo primordial es conseguir un trabajo para poder salir adelante en Cúcuta.
Yadira y su familia desperdigada
Yadira (centro) tiene su familia desperdigada. Ella se encuentra en Cúcuta tras salir de Venezuela; a su hijo lo envió a Córdoba porque sentía que Venezuela ya no era seguro para él. A los muchachos de su edad los estaban acusando de paramilitares y a algunos los desaparecieron. Y su nieto se encuentra todavía en Venezuela junto con su madre, una venezolana que se encuentra a cargo de Yadira.
Vive actualmente en el albergue del Colegio Inem. Allá, en Venezuela, trabajaba en un hotel, acá trata de rehacer su vida en el campo de la alimentación. Es una de las 622 personas que se han inscrito en los cursos del Sena, en su caso, en el de manejo de alimentos, con el objetivo de capacitarse para hacer en Colombia una nueva vida; aunque a su edad, siendo ya abuela, no es fácil.
Reunificados
A los 10 minutos de que John cruzara la frontera con Venezuela, la cerraron. Su esposa y su hija se quedaron en Venezuela y él en Colombia. John, quien vive en Colombia, acostumbraba un día de por medio visitar a sus dos mujeres, pero, tras el cierre de la frontera, fueron 25 días hasta que pudo volver a ver a su hija, quien padece de una enfermedad conocida como pie equino, y a su pareja.
Fueron 25 días de angustia, de no saber nada. Hasta que, gracias a la labor de la Cancillería, la familia pudo reunirse por fin en el puente internacional Simón Bolívar. Esta es apenas una de las 36 familias que han sido reunificadas tras la separación sufrida por la deportación de algunos de sus miembros.
El Gobierno ha venido dialogando con su contraparte venezolana para que se pueda unir a otros grupos familiares separados; aunque éste ha negado que se haya separado familias durante las deportaciones. La esposa de John ya inició los trámites para obtener la nacionalidad colombiana. John no piensa regresar a Venezuela y está tratando de convencer a su esposa de lo mismo. De que inicien una vida en Colombia.
Por la nacionalidad colombiana
La esposa del quindiano Luis Alexánder Salazar se convirtió en la primera venezolana en iniciar formalmente el trámite para obtener la nacionalidad colombiana. Salazar, quien llevaba ocho años viviendo en Venezuela, donde trabajaba como vendedor ambulante, fue deportado. No puso resistencia cuando fue detenido por la Guardia. A los dos días su esposa cruzó el río con sus dos hijas menores de edad. Los cuatro se encuentran en un albergue de Cúcuta. Ahora su esposa está a la espera de que se defina su nacionalidad, lo que puede durar 180 días.
“Señor presidente Santos”
Diana le habla a la cámara como si le hablara al presidente Juan Manuel Santos. Le dice que “se ponga la mano en el corazón”, cuenta que llevaba 15 años en Venezuela hasta que salió de allá. “A mí me llevaron para una entrevista del Sena para un trabajo y tampoco me salió.
Aquí hay muchos que nos dicen mentiras. Por qué nos llenan de mentiras y de ilusiones. Aquí vino la esposa del señor presidente Santos y prometió, pero no ha cumplido”. Y agrega que “Dios es el único que sabe por qué está permitiendo eso en Venezuela. Yo lo único que pido es paz”.