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Mampuján, todavía un pueblo fantasma

Este corregimiento de María La Baja (Bolívar) fue uno de los municipios de los Montes de María que hace 12 años sufrió la campaña de terror de los paramilitares.

Sebastián Jiménez, enviado especial
15 de marzo de 2012 - 08:28 p. m.

“Un plegaria en silencio el pueblo entero elevó / pidiéndole al Dios del cielo nos diera su protección /de pronto se dio la orden ‘dejen tranquilo ese pueblo’ / deja mi luz odioso, deja mi luz odioso/ no llores negra y mama / deja de llorar mi negra (…) / Pasamos la noche en vela, mucha gente no comió / en la vereda Las Brisas gente inocente murió / y en el palo de tamarindo el ‘Dique’ los masacró / no llores negra y mama / deja de llorar mi negra (…) / A la mañana siguiente el pueblo triste salió / dejaron las casas solas pensando algún día volver / a nuestro querido pueblo que un día nos vio nacer”. Los mampujeños volvieron canción su dolor, aquel que sienten desde hace 12 años cuando los paramilitares llegaron a los Montes de María a barrer con todo para quedarse con la región. Macayepo, El Salado, Chengue, Las Brisas, una masacre tras otra.

El 10 y 11 de marzo de 2000, paramilitares bajo el mando de Edward Cobos Téllez, alias ‘Diego Vecino’ y Úber Bánquez Martínez, alias ‘Juancho Dique’ llegaron a Mampuján, bajaron por las montañas que rodean el pueblo y arribaron a la plaza del lugar, hoy en día un arenal, y reunieron allí a sus pobladores, los amenazaron diciéndoles que de no irse de la región los matarían y jugarían futbol con sus cabezas. Todos salieron corriendo. Luego, los paramilitares fueron hacia la vereda Las Brisas, zona rural de San Juan Nepomuceno (Bolívar) y allí asesinaron a 11 labriegos: Dalmiro Barrios Lobelo, Jorge Eliécer Tovar Pérez, José Joaquín Posso García, Joaquín Fernando Posso Ortega, Alfredo Luis Posso García, Pedro Manuel Castellano, Rafael Mercado García, Wilfrido Mercado Tapia, Gabriel Mercado García, José del Rosario Mercado García, Manuel Yépez Mercado y Alexis Rojas Cantillo.

Desde entonces la región se llenó de fantasmas. La gente volvió casi una década después, pero apenas para ver cómo se encontraba todo. Nadie ha vuelto a vivir allí. Mampuján es hoy un pueblo invadido por el silencio que apenas se rompe con la música que sale de los estéreos con los que hoy sus habitantes quieren espantar el dolor que allí reside. Sus casas ya no tienen techo, sus paredes penden de un hilo y alrededor de ellas no hay sino los restos del último incendio que provocaron los mampujeños con el fin de que la maleza no se trague lo que queda de aquella población a la que quieren regresar algún día. “Esto era un paraíso, yo me sentaba todas las noches a departir allí”, dice un hombre y señala una casa que si acaso se sostiene. Algunos árboles se niegan a rendirse en su intención de convertir la comunidad en una selva, de los maizales que alguna vez dieron su sustento a los campesinos no se distinguen ni los tallos. Desde arriba Mampuján se ve como una sombra en medio de los bosques.

Parece bombardeada, que los tanques hubieran pasado por allí y las metralletas no se hubieran cansado de atacarla. Pero nada de eso, la escuela del lugar no es víctima sino del olvido. Si no fuera por una de sus paredes, el visitante no sabría dónde está: “23 de abril día del idioma” es lo único que se distingue. Dentro de ella no hay sino piedras y solo piedras que se cuecen bajo los 40 grados centígrados con los que el sol golpea a Mampuján. “Dicen que somos perezosos, intente trabajar con esta temperatura”, dice un anciano que sonríe y lleva de su mano un burro. Luego, un joven pasa frente a la cámara de El Espectador y posa. “Ellos no vivieron la masacre pero saben a plenitud lo que pasó, si usted les pregunta lo qué pasó ellos se lo dicen punto por punto”, dice Diana, una joven de 16 años. Tenía cuatro años de edad cuando todo sucedió.

Ese es el panorama 12 años después. Esta semana un desfile de funcionarios hizo presencia allí. Estuvo la fiscal (e) Martha Lucia Zamora, el defensor del pueblo Vólmar Pérez, los miembros del Tribunal Superior de Bogotá que condenaron a ocho años de prisión a ‘Dique’ y a ‘Vecino’ por estos hechos y la magistrada de la Corte Suprema de Justicia María del Rosario González, que presentó una ponencia para que el alto tribunal lleve a buen término las investigaciones por la masacre y el desplazamiento forzado que ocurrieron en los Montes de María. “Tenemos que gestionar la sentencia”, dice una líder comunitaria. Esa es su forma de comunicarle a la gente que hay que convertir las palabras en hechos. La gente a duras penas aplaude.

Los protagonistas, sin embargo, fueron los habitantes de la región que encontraron la oportunidad de decirle al Gobierno que después de 12 años se sienten abandonados, que la carretera que comunica a Las Brisas con María La Baja no ha sido construida a pesar de las veces que la comunidad lo ha solicitado, que no se ha desarrollado ningún proyecto productivo y que la inseguridad ha vuelto. Lo confirmó el alcalde de San Juan Nepomuceno, Gustavo José Castillo, y el secretario del Interior de Bolívar, Jaime Hernández, que comentó que la actividad de una veintena de criminales que estarían afectando a las poblaciones con intimidaciones y hurtos sería un boicot contra la Ley de Víctimas que se está implementando en el país. Los funcionarios del Gobierno aseguraron que harán lo posible para solucionar estos problemas; no obstante, la comunidad no creyó mucho. La líder de la comunidad Martha Posso García cuestionó: “Es muy fácil prometer desde un escritorio”. Los habitantes de Mampuján no pierden la paciencia, sólo quieren que un día su negra tierra deje de llorar.
 

Por Sebastián Jiménez, enviado especial

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