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“¿Para qué están marchando? ¿Para qué están generando problemas de orden público? ¿Qué sentido tiene? Si el tema es realmente la educación, la marcha está completamente de más, sólo genera problemas a la gente”.
Las preguntas que ayer se hacía el ministro vocero del gobierno en Chile, Andrés Chadwick, y seguramente más de uno en el Ministerio de Educación en Colombia, dejaron entrever el desconcierto que provocaron las marchas de estudiantes programadas en varias ciudades de Latinoamérica para reclamar más atención a la educación por parte de los gobiernos.
En el caso chileno, después de seis meses de protestas, el Gobierno aceptó negociar con el movimiento estudiantil y los partidos de oposición un nuevo presupuesto para la educación. En Colombia, el propio presidente Juan Manuel Santos ordenó retirar el proyecto de reforma a la Ley 30 y ya se comenzaron a organizar unas mesas de trabajo para discutir un nuevo proyecto.
¿Por qué entonces vuelven a las calles otra vez los estudiantes? Richard Tamayo, docente de la Universidad Javeriana en la Facultad de Comunicación, dice que lo interesante es que “estamos asistiendo a un cambio en la agenda de los países”. En Estados Unidos, Europa y ahora Latinoamérica las poblaciones están imponiendo una agenda social, donde lo importante es la salud, el empleo y la educación.
Para el sociólogo Lucas Peña Lopera, es temprano para sacar conclusiones sobre las movilizaciones sociales que están en curso en todo el mundo y sus posibles conexiones. “Es difícil enlazar todos estos fenómenos”, dice. Pero cree que tanto las protestas de estudiantes como los indignados en España y Estados Unidos podrían ser una demostración del descontento general frente a un sistema que ofrece pocas certezas de éxito profesional y cada vez menos oportunidades laborales y de movilidad social.
Andrés Hoyos, escritor y columnista de El Espectador, cree que no hay motivos para sorprenderse: “Es la dinámica de un movimiento represado durante 30 años”. En su opinión, aunque los movimientos sociales parten de realidades disparejas, la solidaridad opera entre ellos y confluyen en manifestaciones como la de ayer. El reto, según Hoyos, es que “los estudiantes entiendan qué es lo que está en juego y lleguen a tener una posición ambiciosa, pero virtuosa”.