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Mi meta es llegar a EE. UU., juntar dinero y regresar a hacer una vida en mi país

Irvin, de 21 años, salió de Honduras con la idea de regresar a Estados Unidos, de donde ya había sido deportado. En la frontera sur de México los robos y la persecución de las autoridades son una constante.

20 de octubre de 2022 - 11:00 p. m.
Imagen de referencia. El aumento de controles de verificación migratoria y las redadas dificultan el acceso de esta población a los servicios de salud y la exponen aún más a las bandas criminales, asaltos, secuestros y agresiones sexuales.
Imagen de referencia. El aumento de controles de verificación migratoria y las redadas dificultan el acceso de esta población a los servicios de salud y la exponen aún más a las bandas criminales, asaltos, secuestros y agresiones sexuales.
Foto: Agencia EFE

A la masiva salida de venezolanos por el Darién se le suma la crisis que vive Centroamérica desde hace cinco años. Miles de personas han salido de países como El Salvador, Honduras y Guatemala, ante el incremento de la violencia de las pandillas y el narcotráfico, a lo que se suma la inestabilidad política de países como Nicaragua.

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La situación se agravó con la pandemia, por lo que se hicieron comunes las caravanas de migrantes y caminantes centroamericanos en busca del sueño americano. De acuerdo con Acnur, alrededor de 160.000 personas han pedido asilo en México, en los últimos dos años, mientras que Estados Unidos, intentando detener la masiva migración, expidió el Título 42, con el que impide el ingreso a Estados Unidos sin documentos y la petición de asilo.

“Este año, tu probabilidad de ser expulsado si eres mexicano es del 86 por ciento; del 63 por ciento si eres de Guatemala, del 67 por ciento si eres de Honduras, del 58 por ciento en el caso de El Salvador y del 25 por ciento si eres de Haití. Ningún otro país está en los porcentajes de dos dígitos. El siguiente es Colombia, con posibilidades del 7 %. De hecho, en agosto de 2022 la migración desde México y Centroamérica fue un tercio menos que en agosto de 2021 en la frontera entre Estados Unidos y México. Y ahora las cifras de venezolanos que llegan aumentan exponencialmente”, indicó Adam Isacson, director de Supervisión de la Defensa de WOLA (Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos).

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Por su parte, Médicos Sin Fronteras (MSF) indica que el aumento de controles de verificación migratoria y las redadas también dificultan el acceso a servicios de salud y los exponen a bandas criminales que han encontrado un jugoso negocio en el tránsito migratorio, así como se han vuelto común los robos, secuestros, extorsiones y agresiones sexuales en el sur de México.

Es precisamente en la selva maya donde MSF recogió el relato de Irvin, un joven migrante de 21 años, quien inició su travesía desde Honduras hacia Estados Unidos.

La historia de Irvin

Salí de Honduras para buscar una vida mejor, no quiero seguir viviendo en la miseria, quiero salir adelante y eso es todo. Esta es la segunda vez que intento salir. La primera vez me fue mejor porque me fui siendo menor de edad. Estuve viviendo en Long Beach, California, Estados Unidos. Allá estaba estudiando, vivía con una hermana. Estaba tratando de arreglar mis papeles, pero una tía en Honduras que era quien me mandaba la documentación, falleció y no pude cumplir con todos los requisitos que necesitaba para seguir allá y me deportaron.

Esa tía me cuidó como si fuera mi mamá. Mi mamá vive en Estados Unidos, pero no la conozco, no he convivido con ella desde que falleció mi papá. Ella tenía problemas con los mareros (pandilleros) por eso se fue y nos abandonó. Yo soy de San Pedro Sula, norte de Honduras, pero mi tía se dio cuenta que estaba creciendo en medio de pandillas y me llevó a vivir a Comayagua. Ahora pienso que, si me hubiera quedado en San Pedro, lo más probable es que me hubiera metido con las maras, porque allá no hay muchas opciones.

Cuando regresé a Honduras, después de que me deportaron, encontré lo mismo. No hay trabajo, solo trabaja el que “tiene cuello” (influencias), como se dice allá. Yo era agricultor, me dedicaba a sembrar maíz y frijoles, pero lo que ganas en un día de trabajo te lo comes en unos minutos. La pandemia también nos afectó mucho.

Tengo 20 días en México. Esta vez el viaje ha sido más duro. Cuando salimos de Tenosique, Tabasco, rumbo a Palenque, tres hombres nos asaltaron. Nos iban a secuestrar, nos quitaron el dinero y nos desnudaron. Pusieron nuestras maletas aparte, nos tumbaron en el piso y nos apuntaron con armas de fuego. Veníamos en un grupo de seis, cinco guatemaltecos y yo. Gracias a Dios no venían mujeres con nosotros porque seguramente nos hubieran hecho algo más. Llamaron a su patrón y le preguntaron si nos iban a levantar (secuestrar). El patrón les dijo que no, que nos dejaran ir, pero nos quitaron todo, dinero y teléfonos celulares. A los compas que venían conmigo, les llamaron a sus familiares para pedirles dinero para que nos dejaran ir.

Fue mi error, me confié. Otros compañeros me habían recomendado no salir del albergue, no ir con los guatemaltecos. Ellos contactaron a unas personas a las que les habían pagado para que les ayudaran a subir y me pareció fácil unirme. Pero enseguida el guía empezó a actuar sospechoso y decidimos seguir por nuestra cuenta. Pienso que fue ahí cuando “nos pusieron el dedo” (nos señalaron).

A veces tengo miedo, a veces me desanimo, pero tengo que seguir, subir y bajar, andar, escondiéndome de las bandas y de (los oficiales de) Migración, porque mi meta es volver a llegar a Estados Unidos, juntar dinero para regresar y hacer una vida en mi país. Mi plan nunca ha sido quedarme en Estados Unidos. Quiero hacer dinero para terminar mi casa y hacer un negocio en Honduras. Tener una familia y una vida tranquila. No me gusta Estados Unidos, no me quiero quedar allá.

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