El miércoles, en la apresurada aprobación del nuevo código minero en la Cámara de Representantes se habrían colado dos “micos” que traerían desastrosas consecuencias para el medio ambiente en el país.
Mientras la atención se concentraba en la inclusión de los páramos y otras áreas protegidas en la lista de zonas excluidas de minería, algunos congresistas aprovecharon para deslizar un par de proposiciones en contravía de la política ambiental de los últimos meses.
Uno de los micos permitirá el regreso de las dragas para minería. Las dragas son gigantescas embarcaciones que instaladas a orillas de los ríos, operan como aspiradoras extrayendo tierra de los lechos en busca de oro.
Las consecuencias ecológicas de este tipo de minería ya han sido ampliamente comprobadas, al punto que el Ministerio de Ambiente, el Ministerio de Minas y Energía, la Fiscalía General de la Nación, el Ejército y la Armada decomisaron 24 aparatos de estos en abril de este año.
Por otra parte, una vez más quedó excluido del código minero la exigencia de licencias ambientales para las fases de exploración minera. Esto, en opinión de expertos, es un exabrupto pues aunque proyectos de exploración de carbón, oro o petróleo no lleguen a concretarse, en estas primeras fases se puede llegar a provocar daños ecológicos irreparables.
Un caso reciente es el de la exploración minera de oro en un área de reserva forestal en Cajamarca (Tolima) por parte de la empresa AngloGold Ashanti. La empresa surafricana no solo inició labores sin los debidos permisos sino que el proyecto amenaza con afectar la capa verde de la reserva con la instalación de módulos de exploración.
De todas maneras, aún queda el trámite de la conciliación con lo aprobado en el Senado de la República, que se llevará a cabo este jueves.