Esta iniciativa es un gesto positivo de paz, no sólo porque le da un nuevo impulso a un proceso que apenas está superando su mayor crisis, por cuenta de su suspensión por parte del Gobierno frente al secuestro del general Alzate, sino también porque crea un escenario propicio para el desescalamiento del conflicto y para la futura terminación definitiva de las hostilidades entre ambas partes, lo cual es el último punto de la agenda que se comenzará a discutir en las próximas rondas.
Sin embargo, también es una jugada política estratégica de la guerrilla para presionar al Gobierno, en tanto pone a prueba su voluntad negociadora y lo responsabiliza del eventual rompimiento de la tregua. Dicho de otra forma, con este gesto las Farc dejan en las manos del Gobierno la decisión de dar el paso definitivo hacia el cierre del conflicto. Por lo tanto, la pregunta que queda sobre la mesa es cuál será la reacción del Gobierno frente a este anuncio del grupo guerrillero.
En el corto plazo, un escenario en el que el Gobierno acepte un cese bilateral al fuego es poco probable. Ello demandaría de las Farc una concentración de sus tropas en una parte del territorio nacional, y del Gobierno una cesación completa de las operaciones de control del territorio. Asimismo, se haría necesaria una veeduría a la cesación de las actividades militares entre las partes, por algún organismo acordado bilateralmente. Los costos políticos que tendría que asumir el Gobierno por cuenta de suspender su operatividad militar también serían muy altos. Tan altos que podrían acabar con el magro apoyo ciudadano y político a la negociación.
Por lo tanto, y dado que la posibilidad de un desescalamiento conjunto del conflicto sí ha sido considerada por parte de los negociadores del Gobierno, es más probable que la posición de este último sea intermedia y más moderada: sin rechazar la oferta de las Farc, es previsible un cambio gradual (sin declaración oficial) en la estrategia de las Fuerzas Militares. Este cambio se podría observar en una disminución de la ofensiva contra el grupo guerrillero y un cese de hostilidades condicionado contra los miembros del Secretariado y los jefes de frentes que efectivamente se sumen a la tregua guerrillera, sin descuidar el control territorial.
Para este punto las Farc se estarían jugando su última carta en cuanto a gestos de voluntad se refiere, pero no es claro si logrará obtener la respuesta que quiere por parte del Gobierno. En todo caso, si bien los desafíos que se avecinan son inmensos, aprovechar la oportunidad de desescalar el conflicto le daría una nueva esperanza a la paz. De ser así, es probable que por fin logremos presenciar el inicio del final del conflicto.
* Investigadores del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (Cerac).