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No sé a quién, pero podría perdonar

Este escritor bogotano, periodista, poeta, docente y ejemplo vivo de resiliencia, lleva gran parte de su vida luchando por los derechos humanos y la reparación de las víctimas, a pesar de los múltiples ataques que hoy lo tienen en el exilio.

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Érik Arellana Bautista
15 de marzo de 2016 - 05:00 a. m.
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Reflexiono sobre el perdón, leo lo que otros opinan al respecto y siento cada vez más que como sociedad aún no podemos transitar ese camino. Primero porque es un acto individual y por lo tanto, cada persona debe asumir su propia decisión. Segundo porque los autores materiales e intelectuales de las violaciones sistemáticas a derechos humanos no han mostrado voluntad de pedir perdón ni seguir la ruta que se determina para ello. No han contado la verdad sobre las motivaciones de tales hechos, no se muestran arrepentidos por ellos (acto de contrición), ni piensan recompensar el daño causado y mucho menos ofrecen garantías de no repetición.

En mi caso particular, como en tantos que permanecen en la impunidad, están involucrados agentes del Estado que siguen cobijados por una especie de “blindaje jurídico”. Para mí es difícil perdonar la desaparición forzada, la tortura, la violencia sexual y el asesinato cometidos contra Nydia Érika Bautista, porque a cambio de verdad y justicia hemos tenido que afrontar permanentes amenazas y persecución que hoy nos tienen en el exilio. Creo que sin ese ambiente hostil después de tantos años yo habría podido perdonar. No sé a quién, pero podría perdonar.

Propongo entonces que se exija, como paso primordial para aprender a levantarnos como sociedad, que quienes han cometido estos delitos sean juzgados, pues la justicia y la verdad son fundamentales –aunque esta última no depende de la primera y no debe limitarse a una verdad exclusivamente judicial–, a través de comisiones de la verdad, estructuradas sobre la reconstrucción polifónica del relato de una sociedad golpeada y vulnerada por la falta de ética y de compromiso real con el fin del conflicto social, político y armado, para que no se repita este terrible espectáculo de horror en el que hemos crecido varias generaciones.

La nieta de Gaitán y su madre Gloria Gaitán siguen reivindicando, a pesar de las múltiples afrentas contra su dignidad y sus vidas, la memoria de un movimiento, el Gaitanista, eliminado y borrado del paisaje, hasta el punto de la expropiación y la censura, ocultando las herencias de un pensamiento que es base de la memoria colectiva. Existen divergencias profundas que deben ser reconocidas más allá de la aprobación de los grupos negociadores en la Mesa de La Habana. Algunas de ellas:

* La exigencia de perdón no debe recaer en las víctimas o en sus afectados, sino en los criminales y en sus beneficiarios.

* No puede existir el perdón sin justicia. Los crímenes de Estado, las violaciones de derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad deben ser plenamente investigados y sancionados.

* La estructura de la Rama Judicial es inoperante, ineficaz y ha sido útil a los criminales para que sigan actuando con plena impunidad.

* La guerra y la militarización de la vida cotidiana han llevado a la sociedad al punto de la insensibilidad frente a los crímenes de quienes defienden la vida y los derechos humanos, y las amenazas en contra de defensores y defensoras no han sido investigadas.

* Las estructuras paramilitares, asociadas al narcotráfico siguen operando, aun cuando usen otros nombres. Después de ochos años, los jefes paramilitares han empezado a quedar libres bajo la ley de Justicia y Paz, sin haber contado toda la verdad. La permanencia de estos grupos y su accionar impune pone en riesgo la consolidación de un posible acuerdo de paz.

* El despojo de tierras ha sido masivo en Colombia, pero la restitución de tierras aún es una ilusión para la mayoría de reclamantes.

* Las Fuerzas Armadas deben ser depuradas y reestructuradas, pues no son casos aislados en los que se han demostrado vínculos con el narcotráfico, el paramilitarismo y los mal llamados “falsos positivos” en los que parte de la responsabilidad la tiene el entonces ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.

* Frente al Proceso de Negociaciones en La Habana, es imprescindible que las propuestas de las víctimas sean acogidas e implementadas en los acuerdos. Por ejemplo, las del Movice y las de las organizaciones que luchan contra la desaparición forzada en Colombia.

 

Por Érik Arellana Bautista

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