Con un balón, después con un aro y cerrando con una cuerda azul, porque ese es su color favorito, así compite Luisa Fernanda Arciniegas en las Olimpiadas Fides Compensar, mujer de 19 años con síndrome de down. Ella es una de las 2.500 deportistas y entrenadoras que participan en las justas.
El vestido que usa es negro, con una falda de boleros que se mueve como cometa en el aire cada que salta. Se lo ayudó a confeccionar su entrenadora Alix Maritza Cola, licenciada de Educación Física, quien la aplaude desde la tribuna mientras ella hace las piruetas que ensayó con esmero todos los sábados, en la mañana, allá en Bucaramanga, ciudad donde vive con sus dos hermanos, la mamá y el padrastro. (Lea aquí: Valeria Charry, una bailarina con síndrome de Down)
Y la mamá, Yulieth del Carmen, ¡qué decir ella!: es su hija menor y su orgullo. Cuando Luisa salta, la mamá es su espejo en la tribuna; mientras enreda con destreza la cinta en su pierna derecha, ella sigue los movimientos con sus manos. Está inquieta. Aplaude, grita, salta, llora y repite. Según el DANE, el 29.32% de las personas con síndrome de down en Colombia tienen dificultades para moverse o caminar y el 14.77% para usar sus brazos, además, memorizar una rutina es un reto mayor para ella, pero al finalizar su presentación es casi impecable. Cierra con una venia y mira hacia el público: su familia, que viajó desde Santander para acompañarla. No obtuvo el mejor puntaje de su historia deportiva, que comenzó a los 5 años, pero sí el más alto entre las competidoras.
Sube. Todos la felicitan. Llora. “Me gusta competir, me encanta. Amo a mi mamá, ella es muy linda conmigo, estoy acá porque ella me trajo. Amo, amo, amo a mi mamá”. Yulieth no para de abrazarla, se siente feliz de que sea el centro de atención. Tuvo un error en la rutina y se a culpa por eso, pero todos la llenan de alientos. Luisa dice que lo hace bien porque la profesora le enseñó a competir y a ganar.
La gimnasia es una de las once disciplinas que se premian en el encuentro. Los deportistas obtienen medallas de oro, plata y bronce y, quienes no quedan en el podio, reciben cintas conmemorativas por los lugares ocupados en la competencia. El objetivo: exaltar las presentaciones porque las Olimpiadas Fides son “la fiesta de los deportistas, de la dignidad humana y los niños los invitados de honor”, afirma Alejandro Escallón, presidente de Fides.
“¡Gané, gané!”. Wendy Sosa obtuvo dos medallas de oro en ciclismo de pista. La primera, en modalidad 500 metros; la segunda, en un kilómetro. Le gusta montar bicicleta, la suya es rosada porque es su color favorito, se la compraron con el dinero que aportó la familia y entrenó en ella los últimos meses para estar en Fides. Tiene 30 años y cuenta que monta cicla hace “muchooo” tiempo, en el colegio le enseñan también natación como complemento de su vida deportiva. Baila y pinta, actividades que le permiten entrenar sus habilidades cognitivas, y está empezando a tocar el redoblante.
Beatriz Guillombo, su mamá, ve en ella un motivo para vivir, ser feliz y olvidarse de las preocupaciones. Ella es su número uno.
No es su primera medalla, tiene cerca de 60, que obtuvo en anteriores olimpiadas y otros encuentros deportivos. Las colecciona, le gusta mostrárselas a sus tías, y a su mamá le llena de satisfacción ver las habilidades que ha desarrollado. “El deporte es importante para ellas porque necesitan estar activos, se pueden deprimir o subir de peso”, afirma Guillombo.
A las Olimpiadas Fides Compensar, que finalizan mañana jueves, viajaron deportistas especiales de catorce departamentos del país y de diecinueve países invitados. Al final de las competencias, todos los niños son ganadores.