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Otro desastre minero

Manejo de crisis por accidentes causó renuncia de director de Ingeominas.

Daniel Salgar/Enviado especial

01 de febrero de 2011 - 05:00 p. m.
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La tragedia por la muerte de 216 personas, como consecuencia de accidentes mineros en los últimos tres años, se niega a dar tregua. Apenas una semana después de que una explosión matara a 21 trabajadores en Sardinata (Norte de Santander), otros cinco perecieron ayer en la mina ‘La Escondida’, vereda Peñas del Boquerón, en Sutatausa, Cundinamarca.

La alerta es de tales dimensiones, que ayer mismo trascendió que el director de Ingeominas, Andrés Ruiz, radicó desde el 18 de enero su renuncia por diferencias con el ministro de Minas, Carlos Rodado, respecto al manejo de la prevención de accidentes vinculados a esa actividad, que es una de las locomotoras sobre las cuales basa el gobierno Santos su política de desarrollo para el país.

Ya Rodado había advertido hace una semana que Colombia no cuenta con el personal ni los recursos para garantizar la vigilancia que el tema amerita. Sólo hay 16 funcionarios para vigilar las 3.000 minas legales que están en funcionamiento, de 6.000 que cuentan con título para la explotación. Ayer Ruiz, quien como secretario del Ministerio estuvo al frente de la reestructuración del mismo, agregó que los estándares internacionales señalan que debe haber por lo menos cuatro inspecciones anuales a las minas en actividad. Aunque persiguen el mismo objetivo, es evidente que hay diferencias entre los funcionarios respecto al tema, y mientras tanto el país sigue sufriendo las consecuencias de las explosiones por acumulación de gases y otras tragedias en los socavones.

El caso de ayer lo demuestra. Eran las 7:00 a.m. cuando el estallido rompió el silencio del pueblo. A 180 metros de profundidad la concentración de gas metano cobró la vida de cinco mineros y dejó herido a Floresmiro Olaya, de 34 años, quien fue sacado por los rescatistas luego de dos horas.

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Edilberto Aldana, vocero de la Defensa Civil, explica que cuando hay acumulación de gas metano, el roce de las herramientas que utilizan los mineros genera chispas que, a su vez, reaccionan con el gas ocasionando la explosión.

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El lugar tiene licencia para operar, según Gustavo Bello, jefe de la mina. Henry Garnica, encargado de seguridad, le aseguró a Bello que ésta fue ventilada al mediodía del lunes. Pero Jorge Alirio Castiblanco, trabajador de una mina aledaña, cuñado del sobreviviente y hermano de dos de los mineros que murieron en la explosión, afirma que cuando pasó por el lugar después de las tres de la tarde del lunes, el ventilador estaba apagado: “Cuando hay una gran concentración de gases el ventilador debe estar encendido de manera continua, pero lo prendieron minutos antes de las 4:00 a.m. de hoy, hora en que entraron los trabajadores”. Hasta insinuó que entre los mineros circula el rumor de que Garnica no estaba en su lugar de trabajo el lunes, “sino tomando cerveza en otro lado”.

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Jorge señala que sus hermanos sólo habían recibido un curso general y nunca habían sido capacitados en materia de seguridad. Según él, la mina no tenía mecanismos para medir exactamente los niveles de metano y el único dispositivo de seguridad era el ventilador ubicado en la bocatoma.

Por Daniel Salgar/Enviado especial

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