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Al término del primer gobierno de Santos, en el que se han marchitado más figuras públicas que las que han sobresalido, sin duda el nombre de Pablo Felipe Robledo se perfila como una de las estrellas con más futuro del actual régimen.
Este pereirano oriundo de Manizales, amante del deporte, trabajador compulsivo de jornadas extenuantes, hoy apenas con 40 años, se hizo abogado en el Externado de Colombia, donde brilló por su inteligencia singular. En cuanto concluyó sus estudios, muy pronto encontró su vocación profesional de exitoso abogado litigante y de profesor de derecho procesal en varias universidades, entre otras el mismo Externado y los Andes.
Cuando estaba dedicado al litigio y no le pasaba por la cabeza estar metido en los avatares de la política, un buen día recibió una llamada del ministro Germán Vargas Lleras, invitándolo a que lo acompañara en el Viceministerio de Justicia, y desde entonces empezó un recorrido en la vida pública que, por lo logrado hasta ahora, parece que apenas está arrancando.
Robledo como viceministro se apersonó de los proyectos de ley bandera del ministerio, y gracias a su empeño y dedicación se expidieron el código general del proceso y el estatuto arbitral, entre otras importantes leyes.
Concluida su labor ardua en el ministerio de la justicia, se proponía regresar al pavimento del litigio pero sobre todo a la tranquilidad de la vida familiar con su esposa Carolina Hoyos y sus hijos Martín y Pablo, cuando otra llamada le cambió su propio destino, pero también el de muchas entidades y el de los siempre indefensos consumidores. El presidente Juan Manuel Santos, sabedor de que Robledo había acertado como viceministro, no lo dejó regresar a sus actividades de antaño y lo llamó a regir la Superintendencia de Industria y Comercio, el bravo potro que en escasos meses de gestión ya ha domado, tanto que hoy es un funcionario respetado pero también temido por su severidad.
Los resultados de la gestión de la nueva Superintendencia de Industria y Comercio están a la vista y son indiscutibles. En sólo sanciones económicas ha impuesto cerca de $200 mil millones, la más alta cifra en la historia de la entidad. El país ya distingue en Robledo un corajudo servidor al que no le tiembla la mano para investigar a poderosas multinacionales que antes eran intocables. Por cuenta de su verticalidad, a Comcel le cayó una multa de $87.750 millones por abuso de posición dominante; al Grupo Nule una multa de $32.420 millones por acuerdo indebido en contratación pública; al multimillonario Carlos Slim y su empresa Telmex, por incumplir condiciones fijadas en la autorización de una integración empresarial, lo ha puesto a pagar $10.767 millones; y a la Empresa de Energía de Boyacá, también por abuso de posición dominante, la ha sacudido con una multa de $4.754 millones, para sólo mencionar los casos más notorios. Por eso hoy los consumidores sienten alivio de que por fin alguien se haya puesto serio y contundente.
Pero Robledo no se ha contentado con las cuantiosas multas que ya lo han hecho visible, sino que además ha puesto en la cuerda floja a muchos que antes eran tratados con mano blanda. No ha habido sector empresarial que haya resultado vedado para la Superintendencia conducida por este fogoso abogado. Los azucareros han tenido que desfilar ante su implacable despacho para defenderse del grave cargo de haber conformado un supuesto cartel de precios del azúcar, y ellos han tomado el asunto en serio porque saben que Robledo es justo y respetuoso de los derechos de los investigados, pero estricto y drástico. También en la convulsionada alcaldía de Gustavo Petro han sentido los pasos del superintendente, con sus pesquisas para establecer la presunta práctica restrictiva de la competencia en el nuevo esquema de recolección de basuras. En los próximos días deben conocerse decisiones en estos delicados asuntos.
Aunque Robledo es una piedra en el zapato, sus investigados confían en que sus decisiones están concebidas en estricto derecho y a salvo de las tempestades mediáticas.