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Por los derechos de los campesinos

Ha soportado golpes, amenazas e intentos de secuestro en medio de esta difícil lucha. Hoy perdona todos los atropellos que ha sufrido, pero pide igualdad y respeto por la tierra.

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Edilia Mendoza
15 de marzo de 2016 - 05:10 a. m.
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He sido testigo de muchas atrocidades e injusticias contra los campesinos, pero jamás olvidaré lo que ocurrió en Pozo Azul, en el sur de Bolívar, en 1986. Recién llegué a ese municipio, las Farc asesinaron a siete campesinos, a quemarropa, como si nada. Eso para mí fue absolutamente impactante y partió mi vida en dos. Cuando eso ocurrió, en medio de mi asombro y desolación, la gente me hizo prometer que en cualquier lugar del mundo tenía que defender los derechos de los campesinos. Entonces, acordamos la creación de una asociación que los representara y apoyara siempre, trabajamos por los puestos de salud, droguerías comunitarias y suplimos otras necesidades de la población. Ese momento fue mi punto de partida, saber que en los últimos 40 o 50 años sólo en el Magdalena Medio habían asesinado a tres mil campesinos, me impulsó para meterme de lleno en el tema, aunque ya estaba vinculada desde el 83 en Barrancabermeja.

Desde esa tragedia, hasta el día de hoy, no ha pasado un segundo en el que no esté pensando en la lucha por los derechos de los campesinos. Y, gracias a Dios, no les he fallado. Confieso que no soy profesional, pero todo el mundo piensa que soy abogada agraria porque investigo, me preparo y dialogo sin ningún problema con el Gobierno, los ministros o con el que sea. He aprendido mucho en el día a día, porque ahí es en donde está la mejor escuela. Tengo que aceptar que me siento preparada, pero cuando hice esa promesa no imaginé que con el paso de los años iba a ser la representante de América en la Convención de Derechos de los Campesinos, celebrada en 2005 en Suiza, trabajando en conjunto con asiáticos, africanos y europeos. Después estuve en Holanda, Bélgica, Alemania, en fin. He podido conocer diferentes partes del mundo y llevar la vocería de los 14 millones de campesinos colombianos. Algunos dirán que este trabajo es muy fácil y que me la paso viajando, pero no crean, ha sido muy complejo. En muchas oportunidades me han golpeado, he sufrido múltiples desplazamientos e, incluso, tres intentos de secuestro. Sin embargo, hubo un día en el que decidí perdonar a todos los que me han atacado, a pesar del dolor y el pánico que todas esas amenazas, panfletos y persecuciones me generaron, porque creo en la reconciliación, en la vida y en la esperanza de un país mejor para todos nosotros.

Hoy, como líder de la ANUC UR, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos Unidad y Reconstrucción, sigo trabajando por eso y por la reforma agraria en Colombia. En este proceso hemos detectado diferentes tipos de violencia, entre ellos la desaparición forzada, secuestro, asesinato, tortura, reclutamiento y despojo de tierras. Aunque ha sido muy difícil superar todas esas cosas, creo que hemos asumido esta guerra desastrosa con compromiso, convicción y amor, porque lo que todos queremos es defender nuestros derechos y alcanzar la anhelada paz.

Ahora es un buen momento para lograrlo, porque cada vez hay menos indiferentes y enemigos de la paz. Entiendo a todos los que no están de acuerdo, porque han sufrido profundos dolores, pero la venganza y el rencor no nos llevan a ninguna parte. Hoy tenemos que hacer un ejercicio de respeto, de sensibilidad y de reconocimiento político para que llegue la reconciliación con el movimiento campesino, porque el Gobierno y todo el país tienen una deuda histórica con los trabajadores de nuestra tierra. Por ellos, esta lucha no para.

Por Edilia Mendoza

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