Señala que el Eln tiene voluntad de paz y que la Iglesia prepara una gran marcha de oración para respaldar las negociaciones.
Desde todas las regiones del país donde les ha tocado vivir de primera mano el conflicto armado, viajaron los obispos de la Iglesia católica hacia la Asamblea Plenaria que durante esta semana se lleva a cabo en la Conferencia Episcopal en Bogotá. Un encuentro que se hace una o dos veces al año, pero que en esta ocasión se centró en analizar el proceso de paz en el terreno, con sus trabas y esperanzas.
La reunión terminó ayer con un encuentro con el presidente Juan Manuel Santos, en el cual la Iglesia le ofreció al mandatario su respaldo pleno en las negociaciones y le planteó la necesidad de humanizar el conflicto, pues nota con preocupación un incremento en el número de víctimas de desplazamiento forzado, así como en el de hostigamientos a la población civil por parte de los grupos armados. El Espectador habló con el presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Rubén Salazar, sobre este diagnóstico de paz, con opositores y voces de anhelo que ven que un acuerdo es posible.
¿Cree que el proceso de La Habana va por buen camino?
Sé que en La Habana verdaderamente se está avanzando. Así lo ha dicho el presidente Santos y así lo creo.
¿Cuál es su postura frente a los últimos ataques de las Farc en esta última semana?
En primer lugar, es claro que desde el principio, en los acuerdos que se lograron de las negociaciones en La Habana, está claro que esos diálogos se iban a hacer sin interrumpir el conflicto armado, entonces uno debe pensar que en cierto sentido es normal que el conflicto siga. Pero, indudablemente, lo que no es normal es que en Colombia haya un conflicto armado de 50 años en el que todos los días hay muertos. El llamado es para que mantengamos más que nunca la esperanza de que vamos a salir adelante.
Háblenos del diagnóstico que hizo Pastoral Social en todo el país sobre el tema de la paz.
El conflicto existe y hay regiones del país en donde la guerrilla nunca ha perdido influencia, por lo tanto sigue en cierto sentido controlando la vida de la población civil. Eso no lo podemos negar. Pero, por otra parte, también es perfectamente claro que hay un repudio cada vez mayor a todos esos atentados, y cada vez se ve con más claridad la insensatez de la guerra.
¿En qué regiones?
Sobre todo en la periferia del país y en ciertos pueblos donde la presencia del Estado ha sido muy débil tradicionalmente, como Cauca, Nariño, Putumayo o, por ejemplo, en Tibú, Norte de Santander, en la frontera con Venezuela. Zonas donde el conflicto ha sido muy fuerte por muchos años y donde nunca se ha logrado que baje su intensidad. No es que ahora haya un conflicto que antes no había. La violencia va y viene.
Hablando de espirales de violencia, ¿qué les dice a los opositores del proceso de paz, como el expresidente Álvaro Uribe?
Pienso que uno puede no estar de acuerdo con la forma como se está llevando a cabo el proceso de paz, porque es una de muchas opciones que en algún momento se pudieron barajar. Pero otra cosa es atacar el proceso para impedir que termine el conflicto, porque se está convencido de que no se puede terminar por la vía de la negociación sino que hay que terminarlo por la vía del exterminio.
Un camino que históricamente no ha funcionado...
Sí, y que no tiene sentido. Eso no es humano ni cristiano. Una guerra no se termina con el exterminio del enemigo, una guerra siempre termina con un tratado. Pretender que el conflicto no pueda terminar por la vía de la negociación es un sinsentido, en particular porque todos hemos sufrido la guerra y tenemos heridas abiertas.
¿No cree que, en ese sentido, oponerse a la paz es un poco oportunista?
La oposición es legítima y debe ejercerse, pero tiene que ser una oposición que crea que hay un camino mejor para alcanzar el bien del país, que es la paz, y en este caso no es así, porque lo que se está haciendo es descartando y desautorizando el camino de la negociación y presentándolo como algo que no va a llegar al fin del conflicto. Tratar de desviar la política convirtiéndola en exclusión de ciertas posibilidades, o en un manejo de emociones o sentimientos, no es lo más adecuado en este momento, cuando hay tanta herida abierta.
¿Qué opina de que los opositores de la paz sólo vean a los guerrilleros como narcoterroristas?
El guerrillero o el criminal más grande merecen respeto, aunque sean personas que hayan hecho mucho daño. Por lo tanto, insultos, descalificaciones o tratos para personas indignas de ser tenidas en cuenta, nunca van a llevar a la paz.
¿La Iglesia cree que los jefes de las Farc deben terminar haciendo política?
Claro, eso está en la esencia de todas las negociaciones. Recuerdo que cuando el presidente Belisario Betancur empezó el acercamiento con las Farc decía eso: dejen las armas para hacer política. Eso es lo que hay que proponerles, porque partir del principio de que no pueden participar en política, o que tienen que pagar un montón de años en la cárcel para hacerlo, es limitar las posibilidades de que se llegue al fin del acuerdo.
Entonces, los opositores dirían que ese es el mejor camino para la impunidad...
Analicémoslo con calma. La impunidad es dejar el crimen sin castigo; en cambio, si se habla de buscar la justicia para las víctimas, no sólo y únicamente por la vía de la prisión, se pueden encontrar nuevos caminos de reparación.
¿Cuál es para usted el origen de la guerra con las Farc?
El conflicto armado nació de una pretendida imposibilidad de hacer política. Por eso, si se les niega de entrada a las Farc, les estamos diciendo que sigan en el conflicto, porque ellos no van a renunciar a sus ideales políticos. Está claro que ellos conservan una ética guerrillera. Se han alzado en armas para tratar de imponer su modelo porque no han encontrado espacio en la democracia.
Son conocidos los acercamientos que está haciendo la Iglesia con el Eln, en busca de facilitar negociaciones de paz. ¿Hay voluntad de esta guerrilla para entablar ese proceso?
Aunque no tengo información de primera mano sobre las intenciones del Eln, sí sé que es una guerrilla que ha estado más propensa a dialogar que las Farc, y ahora lo han dicho y yo les creo. Uno tiene que aceptar que los demás tienen derecho a que se les crea. Hay que apuntarle a eso, porque el Eln tiene deseos de paz.
¿Cómo ve esa voluntad a la luz de los secuestros que han reconocido?
Estos hechos dan la impresión contraria. Pero lo cierto es que si ellos creen que con los secuestros presionan al Gobierno para entablar el proceso, están equivocados y dificultan las negociaciones.
¿Qué conclusiones sobre el tema de la paz le transmitió la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal al presidente Juan Manuel Santos?
La primera, que es perfectamente claro que la Iglesia católica apoya el proceso de negociación. Pedimos que sea exitoso porque Colombia necesita la paz, necesita tener condiciones de tranquilidad y de fin del conflicto para construir una sociedad mejor. Por eso estamos dispuestos a contribuir desde las regiones a aclimatar la paz, a hacer posible que los corazones se desarmen para convivir con hermanos.
Ese ambiente de paz, ¿cómo va a ser? ¿Están pensando en convocar a una gran movilización a favor de la paz?
Estamos pensando en una marcha nacional de oración, con la Virgen de Chiquinquirá que es la reina de la paz, y a partir de la pascua, más o menos durante unos dos meses vamos a estar recorriendo el país con la imagen de la Virgen. Ese aclimatamiento de la paz también se está haciendo con trabajo en las comunidades.
¿Se puede decir que la Iglesia es el gran aliado del presidente Juan Manuel Santos en cuanto al proceso de paz?
No. Somos los aliados de la paz, no del Gobierno o de la guerrilla. Nosotros vamos a apostar porque un acuerdo sea posible, sea con el gobierno que sea.
Víctimas, tema de mesas regionales
La segunda ronda de mesas regionales para contribuir al fin del conflicto, organizadas por las Comisiones de Paz del Congreso de la República y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ya está lista para arrancar.
En una reunión entre las presidencias de las comisiones y el PNUD se acordó que el 9 de abril —día nacional de las víctimas— se iniciaría la gira por todo el territorio nacional. En principio se realizarán nueve sesiones, cada una de dos días, en diferentes escenarios regionales, que recojan las propuestas y relatos de víctimas de los 32 departamentos.
La primera ronda de mesas regionales versó sobre el primer punto de la agenda: el desarrollo agrario integral. Ahora las siguientes sesiones serán en torno las víctimas —quinto punto del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, suscrito entre el gobierno y las Farc—. Los dos subtemas sobre los que se recibirán propuestas serán: los derechos humanos de las víctimas y el derecho a la verdad.
“En la reunión se acordó el apoyo irrestricto al proceso de paz, así como a las movilizaciones en favor del proceso. Ya que si se dice que hay proselitismo para la guerra, nosotros manifestaremos nuestro deseo de que el proceso siga adelante”, expresó la copresidenta de la Comisión de Paz de la Cámara, Ángela María Robledo.
Por su parte Roy Barreras, presidente de la Comisión de Paz del Senado, señaló: “Asustan a los colombianos con una especie de cuento infantil, argumentando que ya viene el lobo de la guerra y que Caperucita tiene que aprestarse a que el único cazador que hay en el bosque la salve. Ese es un discurso infantil de miedos y de temores por parte de los señores de la guerra”.