Cuando al niño Elvis Presley le empezaron a cuestionar su admiración por los cantos espirituales que salían de la iglesia de pobres de su vecindario, y su posterior amistad con los afroamericanos a los cuales su pastor les advirtió que lo aceptaran en su pequeña iglesia, “porque ese niño tiene el espíritu”, este adquirió la fuerza para entender, ya adolescente, que solo podía crecer en su arte siguiendo el camino que le indicó B.B. King, con quien ya iba a la cantina y se emparrandaban cantando y tocando juntos la guitarra que admiraron otros jóvenes que empezaban en las barriadas de Liverpool y que revolucionó el mundo desde el rock: “Si no puedes hablar, canta”…
Este libro nos relata un momento y un camino similares por lo cruciales y por el juego de quien muy pronto en su carrera profesional, comprendió que aquí, en Colombia, en esos mismos años, la mayoría de la población de nuestros territorios no podía hablar, de miedo, de estupor, de desconcierto por el destierro a que fue sometida… pero a pesar de todo, cantaba…
En efecto, su autora, por entonces una joven bachiller originaria del Tolima, donde la debacle de esa violencia fue mayor, quien acabó de crecer en Bogotá, fue sorprendida camino a la escuela de artes de la Universidad Nacional a comienzos de los años 60, por un pastor protestante devenido en maestro, el cual desde los prados del recién creado departamento de sociales le habló de la urgencia que tenían los colombianos para entender qué les estaba pasando en plena media noche de una violencia que sólo ahora, sesenta años después, estamos vislumbrando que podemos dejar atrás en nuestra historia. Se trataba de Orlando Fals Borda, quien, con Camilo Torres, también fundador de ese departamento, entrevistaron y le dieron el pase a esa jovencita, Gloria Triana, quien convertida en antropóloga dedicó su vida a contarle al país y al mundo que a las gentes colombianas no las dejaban hablar, y cantaban; hasta el punto culmen de llevarlas de la mano hasta los salones de Upsala, donde acompañaron a quien convirtió uno de esos cantos, el vallenato, en un relato de 351 páginas, a recibir el premio Nobel bajo los reflectores de la prensa y la televisión mundiales.
Ese camino y sus avatares y recodos se cuentan aquí, en este libro, junto con el relato de cómo se fue conformando un pensamiento y un trabajo de investigación sobre de dónde salían esos cantos, y quiénes eran los que, además, bailaban aun en medio de las peores tormentas. Y se narra la lucha de esa investigadora por el reconocimiento de aquellos, de su fiesta invencible, por parte de quienes en las ciudades empezaban a apostarle al olvido como una forma de seguir adelante, pero sumidos en las neurosis propias de quienes se deciden a no cantar y a verse en los espejos de los grandes salones donde no caben sino otras tonadas llenas de solemnidad, pero con ausencia de los pregones, el tronar de los tambores y el espíritu burlón propio de las culturas populares colombianas.
Aquella joven hizo de su vida la de una lucha para lograr que quienes aún cantaban, pudieran llegar con sus coros, fiestas y comparsas a los escenarios públicos y a los teatros de las capitales, a través de la televisión nacional, y luego de grandes conciertos y eventos culturales, para recuperarle al país urbano la música que había dejado atrás, y demostrarle que aún existía y seguía pujante; y que podíamos seguir siendo auténticos en el reconocimiento mutuo. Y así, por otros caminos a los escogidos por muchos de sus compañeros de aula, que partieron a las montañas, nos trajo en medio de la noche espesa de la violencia que las élites nacionales reinventaron desde aquellos tiempos durante sesenta años más, hasta el punto de llegada actual, cuando el cambio adquirió la forma de unos candidatos provincianos cuyo programa de gobierno está basado precisamente en la aspiración a ser potencias de la vida, y a vivir sabroso…
El hecho es -si se me permite una pequeña confesión personal-, que la vida me deparó la felicidad de ser testigo y acompañar algunos de esos pasos. Cuando al año pasado Juan David Correa, director editorial del Grupo Planeta, me propuso hablar con Gloria Triana para hacer un libro compendio de su producción intelectual, y que me encargara de su compilación y edición, se agolparon en mente y en mi sentimiento un sinfín de recuerdos y de presencias alusivos a las aventuras de vida y de trabajo cultural de Gloria, que pude compartir en unos buenos trechos, como el recorrido que hicimos con la troupe que siempre ha sabido organizar Gloria para acompañarse en sus lúdicas aventuras que dejaron huella en el universo de la cultura del país, tales como las jornadas regionales de cultura popular; la edición de las memorias de esas jornadas, en el libro Aluna, o de las memorias del foro territorial que titulamos “Contra el caos de la desmemoriación”, recuperando el aserto de un viejo sabedor de Boyacá; o, como lector, cuando me brindó con su escritura también pionera la posibilidad con su ensayo también incluido en este libro, de abrirme ventanas hacia el mestizaje guajiro y el papel de las mujeres en esos procesos culturales de la península, en la cual pude después aportar un pequeño grano de arena por el reconocimiento de los wayuu como pueblo… O como contertulio e incluso como parejo en muchas de las rumbas que vivimos en Quibdó, Arauca, Silvia, Florencia y en muchos otros sitios como Mompóx, donde al tenor de una orquesta de cámara tocando valsestrauss al aire libre, alguna noche en que la brisa suave modulaba el titilar de las estrellas, pude palpar que allí también se había acrisolado una alegría mesurada y honda cuya resonancia estelar desmentía la desolación de aquella inolvidable canción del boga ausente, de Candelario Obeso.
En ese itinerario, que menciono con el ánimo de alertar desde mis recuerdos sobre lo que se encontrará en este libro que hoy se presenta, e invitar a su lectura, logramos forjar una amistad y una confianza que me animaron a asumir la tarea, más allá de lo atractivo de ese oficio y del honor de poder contribuir a que su pensamiento y su reflexión se sumaran a los inmensos registros audiovisuales de su pionera y obra fílmica, y se perfilaran en un solo volumen, ganándole a su dispersión en revistas, columnas y entrevistas de prensa, o artículos y ensayos en libros colectivos, que también marcaron época como los tomos de la Nueva historia de Colombia, donde publicó originalmente su ensayo sobre la cultura popular en el siglo XX, aquí también incluido.
Les invito pues, a la lectura, a través de la cual podrán palpar la lucha de una generación por la transformación social y el reconocimiento popular, que en el caso de Gloria se libró con un estilo respetuoso y delicado en medio del jolgorio, y una tenacidad que solo la alegría de ser porque somos, mecida por la flauta mágica de su espíritu tesonero en medio de la oscuridad que nos tocó en suerte a lo largo de nuestras existencias, podía visibilizar los hombros de los gigantes populares en que se apoyan los actuales esfuerzos por el cambio…