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Una celebración de la identidad del Cauca

“El Poder de la Identidad Híbrida” es el nombre de una crónica fotográfica de María Fernanda Berrío y Daniela Carolan Lombana que llegó en tamaño gigante a algunos muros en Popayán. Aquí un esbozo de cómo se llegó al proyecto, su significado y, claro, la obra final.

John Edward Myers*, especial para El Espectador
30 de abril de 2022 - 06:50 p. m.
Una treintena de voluntarios empapelaron varios lugares de Popayán para representar la identidad caucana.
Una treintena de voluntarios empapelaron varios lugares de Popayán para representar la identidad caucana.
Foto: María Fernanda Berrio y Daniela Carolan Lombana

Cuando regresé al Hotel Plazuela en Popayán a las 6 de la tarde, el día jueves, 7 de abril, Mafe y Daniela ya me estaban esperando. Horas antes nos habíamos conocido brevemente en la Facultad de Artes de Unicauca después de un encuentro con los voluntarios que iban a apoyar una instalación de arte callejero conocido como empapelado. Al cerrar la reunión, compartí una invitación para las personas interesadas en escribir algo sobre el evento o tal vez tomar fotografías para colaborar sobre un posible proyecto periodístico.

Hace aproximadamente 14 meses, junto con mi amigo Patrick McGrann, a quien conozco desde el jardín, llegue por primera vez a Popayán. Teníamos varias cosas en mente. Él quería estudiar la implementación de los Acuerdos de Paz en Cauca, específicamente la seriedad de los programas de educación formal prometidos en el documento. Yo quería investigar otros temas, como la seguridad de los líderes sociales, la posibilidad de Cauca como un destino turístico de naturaleza y cultura, la emergente industria de la marijuana medicinal, las aves, para luego escribir una crónica.

En la víspera del primer viaje a Popayán, se nos ocurrió llamarnos Voces del Vacío, y decidimos formar en toda la informalidad posible un colectivo de investigación. La intención nunca sería llegar con soluciones, ni para construir escuelas o puentes como si fuéramos misioneros o cooperantes internacionales. La idea era escuchar.

Después de varios viajes a las ruralidades del Cauca, (siempre regresamos a Popayán) tomamos pola con un creciente grupo de estudiantes y amistades que íbamos formando. Una de estas noches, Patrick conoció a María Camila Rosero, joven arquitecta de Popayán. Mientras hablábamos con ella sobre el tema de los grafitis en la ciudad blanca, a Patrick se le ocurrió la locura de realizar (con los pelados) un foto-empapelado estilo “JR”, una instalación fotográfica realizada con relatos gigantes de alta calidad, escobas y engrudo.

A través de una convocatoria torpemente manejada por los dos gringos de Minnesota, María Camila le presentó a Patrick dos artistas, Michael Ben y Leidy Chávez, fotógrafos de talla mundial, egresados de la Facultad de Artes de Unicauca.

Mientras compartíamos una pizza en el hotel, Mafe y Daniela me explicaron cómo llegaban a Popayán desde sus respectivos Quindío y Nariño. Mafe, ya en su quinto semestre, llegó porque quería estudiar artes plásticas en Unicauca. Daniela, por su lado, está estudiando derecho y diseño gráfico, pero manifestó que no estaba tan segura de ser abogada. Nos pusimos de acuerdo para que ellas elaboraran con libertad creativa una crónica fotográfica.

La sensibilidad, humildad, sencillez y seriedad de estas dos artistas jóvenes me conmovió. No solamente porque fui un ser inmaduro a esa edad, sino porque veo en ellas y su obra la intención de escuchar.

¿Qué significa todo esto? “Significa mostrar,” me dijo Mafe el 8 de abril, mientras empapelaba, “en serio lo que es el Cauca. No solamente Popayán como ciudad blanca, como religiosa, como colonial, sino lo que sucedió después de la Colonia hasta ahora. Las imágenes son de la gente de aquí y de distintas partes del Cauca. Son indígenas, campesinos, hay personas afro, personas de Guapi, Argelia, de muchas partes. Estamos trabajando y repartiendo el tiempo entre tomar fotografías mientras también ayudamos, porque también es importante empapelar”.

Aquí está el resultado:


EL PODER DE LA IDENTIDAD HÍBRIDA

Una Crónica Fotográfica de María Fernanda Berrío** y Daniela Carolan Lombana***.

Fotos adicionales de Fernando Restrepo****

La semana previa a Semana Santa, adultos, ancianos y niños en la ciudad blanca se preparaban para tener todo en orden por el arribo de visitantes. Las ferreterías sufrirían un desabastecimiento de pintura blanca.

El día viernes 8 abril, en horas de la mañana, un grupo que conformaba aproximadamente 35 voluntarios, entre estudiantes, artistas, activistas, cronistas, fotógrafos, se congregaba en la carrera 11 con 3ra. Un muro con algunas intervenciones ya realizadas en el marco del paro nacional, una atmósfera de situaciones enfrentadas y el despertar de una comunidad que comenzó a unirse.

Llegar a este punto de encuentro con una expectativa nula, llegar a un sitio donde hay que conversar para que las acciones se ejecuten, la organización del grupo, la comunicación llevada a un conjunto de personas con diferentes ritmos, realizar un trabajo en armonía con el tiempo, contexto, la sociedad y junto a la confianza depositada en el proyecto al que acudimos como voluntarios, comenzamos a empapelar aquellas imágenes que retratan la identidad híbrida del Cauca.

Durante y después de la intervención surgían diferentes opiniones acerca de la acción pública, entre disgustos y felicitaciones. Se llenaba la gente de intriga del por qué de esas imágenes, su gran tamaño, su visibilidad en la calle. Algo que no se había visto en Popayán antes.

¿Cómo lo perciben, negativamente o positivamente?

Los espectadores son los que reciben estás imágenes y se empapan de ellas conforme perciben el mensaje. La intriga sobre las imágenes por parte de ellos funcionaba al pensar que podrían ser sus propios retratos, a medida que pasaban a algunos les gustaba, o lo contrario.

Durante la noche del viernes se realizó una intervención de un grupo desconocido de la ciudad de Popayán, con carteles que decían palabras contundentes, un mensaje diferente a los retratos de la intención primera. Con ello lograron confundir a la gente, cambiar de perspectiva a los transeúntes, poniéndolos en otros contextos, ya que el empapelado no tenía palabras que lo explicaran y algunas personas necesitaban mayor descripción para entender el porqué de hacer esta acción con los retratos.

¿Están muertos o desaparecidos? Estas y más preguntas surgen a quienes se acercan al muro y observan a personas no reconocidas. ¿Dentro de nuestro contexto qué significado pueden tener estos rostros grandes pegados a una pared en conjunto a las situaciones que suceden día a día?

Un segundo punto de encuentro fue el antiguo centro comercial Anarkos, que fue el epicentro de pequeños negocios hasta convertirse en lo que es ahora, ruinas de una construcción debilitada por el tiempo y el desuso. Los mandatarios volvieron a cubrirlo con una muralla que encierra la estructura; no quieren que se vea, un muro para desaparecer las ruinas y que funcione con la misma línea de la ciudad blanca, histórica y religiosa.

Las ruinas están cubiertas con una malla negra en la parte superior, malla transparente que sólo los santos cargados en los hombros de los hombres lograron ver en las procesiones de Semana Santa.

Mientras la noche se asomaba, las calles se cerraban y la presencia de policías, que no detuvieron la intervención, se hizo visible. En contados días se daba comienzo a la Semana Santa por lo que había eventos preparatorios para todas las actividades durante estas fechas importantes. La emoción de la gente entusiasmaba y hacía que la acción avanzara más rápido.

Hicimos una intervención en el pueblito patojo, un lugar icónico en la ciudad por su conservación y representación de la Popayán blanca. Fue muy efímero: se intervino en tiempo récord y la retirada de los empapelados por parte de las autoridades también lo fue.

Contestación: se convocó a una segunda jornada en Anarkos. Faltaban retratos y había una ciudad entera de restricciones. Todas las opiniones son válidas, llegar a una reinterpretación y recuperar eso que no visualizamos debido a la violencia asentada en nuestro territorio era lo que buscábamos ese día en el Anarkos.

La misma gente cuida lo que tiene enfrente; la parte mejor conservada de la muralla da dirección a la parte comercial; estas personas tienen una mejor imagen de este lugar porque reconocen a los que están allí, la diversidad.

Al ser de papel, los retratos ya están destinados a una fragilidad y temporalidad, al necesitar del engrudo se adelgaza aún más su gramaje y su densidad para ser uno con la pared y adherirse. La permanencia es ya muy efímera en cuanto al espacio público, con el que conversa la obra de arte, junto al clima y las texturas de la pared, también el espacio social la aceptación o no aceptación. Funciona como memoria, como renacer y muerte de las imágenes que consumimos constantemente y quedan impregnadas dentro de nosotros como sociedad.

La nueva luz del día indica que algunos empapelados han sido intervenidos y rasgados, sobre todo retratos de personas pertenecientes a etnias u organizaciones de minorías. Las caras negras e indígenas fueron constantemente arrancadas y sus rostros rayados. A los desaparecidos los arrebatan de su territorio físicamente, aquí se borra a alguien de una forma figurativa y se intenta desaparecer la diversidad. De día se ve una aprobación del proyecto en su mayoría, pero en la oscuridad de la noche se dieron otras interpretaciones.

Milagrosamente, los empapelados alcanzaron a permanecer hasta el inicio de la Semana Santa el domingo de ramos.

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* John Edward Myers, politólogo ambiental, crónista. Actualmente produce un documental con la directora Fanny Aparicio Blackburns sobre el Cauca.

** María Fernanda Berrío, estudiante de artes plásticas en quinto semestre en la Universidad del Cauca.

*** Daniela Carolan Lombana, estudiante de diseño gráfico en primer semestre y derecho (en quinto semestre) en la Universidad del Cauca.

**** Fernando Restrepo, realizador y productor de cine documental. Su última obra se llama Camilo Torres Restrepo, El Amor Eficaz (2022).

Por John Edward Myers*, especial para El Espectador

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