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Voces olvidadas de Armero

Treinta años después de la avalancha de Armero, Rubén Mendoza reúne en “El valle sin sombras” 16 testimonios que revelan aspectos inéditos del hecho. A continuación presentamos algunos de ellos.

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Camila Builes
12 de noviembre de 2015 - 08:09 p. m.
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Noviembre de 2015

“La terquedad es un motor. Por eso hago cine. Todavía me causa mucha dificultad entender la disposición física de la avalancha. La imaginación no me alcanza para entender su fuerza. Para imaginar una montaña inmensa, coloidal, semilíquida, que avanza una cuadra por cada cinco segundos. Capaz de hacer una sola masa con niños, ancianos, molinos, paredes, casas, animales, carros.

Encontré gente que de verdad había prevenido la tragedia de Armero, incluido el alcalde, que meses antes pedía que por favor se hiciera algo para vaciar la represa de la vereda El Sirpe. Ese era el real problema”, dice Rubén Mendoza, director del documental El valle sin sombras.

Septiembre 18 de 1985

El programa de televisión Hoy Tolima grabó durante todo el año 85 testimonios de expertos, habitantes y políticos de Armero que hicieron, uno a uno, el relato anticipado de la catástrofe. El 18 de septiembre apareció un hombre con el casco de la Cruz Roja: “El agua que hay aquí represada ya es suficiente para destruir cualquier ciudad. El invierno que estamos viviendo o cualquier fenómeno del nevado —por pequeño que sea— nos puede romper esta represa y vamos a tener problemas. Entonces debe estar preparado Armero de forma inmediata”.

“Encontramos con gran sorpresa que a 10 km de Armero el río Lagunilla, cerca de la vereda El Sirpe, se encuentra represado. Tiene alrededor de un millón de metros cúbicos de agua y el problema será gravísimo cuando se rompa esta represa”, advirtió otro hombre para el mismo programa.

“El peligro para Armero es lo que está pasando con el río Lagunilla junto a la vereda El Sirpe. Quisiéramos que el Gobierno envíe una comisión para que evalúe en el propio terreno lo que está pasando. El hecho de represarse estas aguas representa un peligro para Armero y para todas las regiones aledañas al río”, dijo el padre Augusto Osorio, párroco de Armero.

“Todo el pueblo le está pidiendo al Concejo, al alcalde, al gobernador, al presidente, al Congreso, al doctor Guillermo Jaramillo, al doctor Santofimio Botero, que vengan, que colaboren con Armero, que no se aparezcan nada más a pedir votos”, dijo José Nicolás Acosta, habitante del municipio.

Al frente de la cámara está Ramón Rodríguez, alcalde de Armero. Detrás de él, un muro de personas intentando figurar en el programa lo hala de la camisa, le habla al oído. Él dice: “La presa puede ceder por tres circunstancias: por agrietamiento o por fisura, por aumento de sedimento por culpa el nevado”.

Noviembre de 2015

“Al encontrar que había este montón de gritos acallados por la historia e ignorados —que es otra manera de callar a otros— y que se seguían preguntando las mismas cosas, pensé que eso tenía que ser materia prima para mi trabajo. Tenía que ver a estos gigantes que habían sobrevivido a una avalancha y a muchas burlas y humillaciones, desde antes de la tragedia, porque si uno sabe que su pueblo va a desaparecer y no se hace nada, es como una condena a muerte anticipada para 25.000 o más personas.

Yo no quería estar al lado de los que hacían lluvia de pétalos y homenajes. Eso lo tenía clarísimo. Cuando uno no quiere estar en esa posición, lo único que puede hacer es buscar, excavar. Así fue que encontramos más cosas, historias jamás contadas. Yo no puedo estar del lado oficial: no me nace”, dice Rubén Mendoza.

12 de noviembre de 1985

“Empezó a caer ceniza del cielo y yo le dije al padre: ‘Bueno, ¿y qué está pasando?’, entonces él me dijo: ‘Este espectáculo tan lindo jamás lo volveremos a ver’”, contó Gabrielina Ferruccio, una de las sobrevivientes.

“Las paredes se llenaron de cucarachas y hormigas. La parte del zócalo ya estaba cubierta de ceniza complemente. El olor a azufre era increíble”. Gladis Ramírez hizo una expresión de asco con la boca frente a la cámara.

13 de noviembre de 1985

“A las seis de la tarde pasó un carro de bomberos diciendo que por favor no saliéramos. Que por favor. Que no, que no”, dijo Edilma Loaiza.

“Yo no pude subirme al carro porque estaba lleno de personas. ¿Qué pasó? Me agarré de la puerta de la volqueta y lo que hice fue darles puños a todos los que estaban montados en la cabina. Los hice desalojar porque me dio mucha ira. ¿Entonces qué hice? Me encaramé encima de ellos. Cuando llegamos a la esquina de los bomberos, llegó esa mole tan enorme. Se fue la luz”, contó Omaira Rivera.

“El ruido, el ruido más cerquita, más cerquita, cuando ¡pluaaaaafffff! Se fue la luz”, relataba otro sobreviviente. “Cuando volteé a mirar vi una ola inmensa que venía. Lo último que recuerdo fue que algo me sepultó”.

Noviembre de 2015

“Me enteré de cosas inimaginables, como el atraco por algunos miembros de cuerpos de rescate a la gente que estaba sembrada en el lodo, el saqueo de las casas, el tráfico de niños. Cuando me empecé a dar cuenta de todo eso, empecé a buscar voces parecidas. Nuestra voz se iba entrelazando automáticamente con la de ellos, porque tenían cosas parecidas”, dice Rubén Mendoza.

Febrero de 2015

“Eran como las 9:30 de la mañana del otro día. Llegó un muchacho de la Cruz Roja con otro muchacho que me había ayudado a sacar a los gemelos. Me dijeron: ‘Le ayudamos a sacar el niño pero no lo llevamos para la iglesia de El Carmen, allá lo reclama’. Y se lo llevaron. Yo estaba en la tarea: saque y saque cosas, cuando vi que pasó un muchacho y me dijo: ‘¿Usted qué está haciendo?’, y yo le dije que estaba intentado salir. Él me dijo: ‘Si me da lo que tiene, le ayudo’, y yo le dije: ‘¡Sí!’, y me quité la cadena de oro. No sé quién era. Él intentó ayudarme un momentico y nada más. Me dijo: ‘Voy a buscar más ayuda porque yo no pude’. Yo no le pedí nada de lo que le había dado. Nosotros sólo estábamos interesados en salir. Cuando él se iba a ir le dije: ‘Páseme ese machete que está ahí’. ‘¿Para qué? ¿Qué va hacer?’. ‘Ayúdeme a cortarme esta pierna’. ‘No. Eso es contra la ley’. Era un hombre de la Defensa Civil. Nunca regresó”, contó para el documental Edilma Loaiza.

Noviembre de 2015

“Al Gobierno le quedó muy fácil culpar a un volcán que en realidad no tuvo tanto que ver. La represa fue la que causó la tragedia porque, como encontramos en archivo y mostramos en el documental, eran más de 1.000 millones de metros cúbicos antes de la erupción. Ellos estaban implorando para que dinamitaran esas piedras que bloqueaban la represa y poder desaguar. Veo dignidad en las ruinas. Por más que el Gobierno se empeñe en que desaparezcan, por más que hasta el cementerio esté desmoronándose, ellos siguen ahí como está el nevado. Como están las ruinas: parados. Sobreponiéndose”, finalizó Rubén Mendoza.

Vea acá el especial de El Espectador sobre los 30 años de la tragedia de Armero.

 

Por Camila Builes

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