En los límites entre Colombia y Venezuela, en la región petrolera de Arauca, dos guerrillas libran una batalla sin cuartel con una población atrapada en el medio.
El año comenzó bajo el fuego cruzado del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias que se marginaron del acuerdo de paz con las extintas FARC.
“Lo que está en juego es el control territorial del departamento y los múltiples tráficos con la vecina Venezuela”, a través del río Arauca, resume un politólogo radicado en la región que habló bajo reserva.
Van casi 50 muertos en menos de cuatro semanas, según las cifras de la organización Indepaz. Los asesinatos, secuestros, amenazas y ajustes de cuentas suceden a diario.
El 19 de enero un carro bomba estalló en el municipio de Saravena frente a una sede de activistas sociales, en un ataque atribuido a las disidencias que ven a los líderes locales como colaboradores del ELN.
Simeón Delgado, un guardia de 45 años, padre de tres hijos, murió en el atentado. “Está guerra maldita nos lo quitó. Una guerra donde nosotros no pedimos estar. No hacemos parte de ese conflicto”, dice a la agencia de noticias AFP su hermana Alba.