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La resiliencia de “Lewis” Moya, líder social del Bajo Atrato

A Luis Enrique Moya el conflicto le arrebató 14 familiares. Hoy, este líder social trabaja en proyectos de reconciliación en su pueblo.

Justicia para la Paz
27 de diciembre de 2017 - 02:00 a. m.
“Lewis” trabaja hoy por la reconciliación en el territorio. / Cristian Garavito - El Espectador
“Lewis” trabaja hoy por la reconciliación en el territorio. / Cristian Garavito - El Espectador

Catorce miembros de su familia fueron asesinados en medio siglo de conflicto. Siete a manos de las Farc y otros siete cayeron por las balas de los paramilitares. Luego de esta estela de crímenes, Luis Enrique Moya Lara, conocido en su pueblo como Lewis, asumió las banderas de la defensa de los derechos humanos y del territorio que históricamente su familia ha llevado en el Bajo Atrato. Según él, estudiar el conflicto le ha ayudado a sanar, pero no a olvidar: “No vamos a borrar la memoria de lo que nos sucedió como pueblo. Después de tantas dificultades he logrado mantenerme en un nivel de tolerancia, de aceptación y de perdón. Nunca he buscado la venganza como opción”.

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Lewis se convirtió en uno de los líderes sociales más representativos del Carmen del Darién (Chocó) luego del homicidio de su hermano Manuel Moya Lara, a manos de las Farc, el 17 de diciembre de 2009. Manuel Moya era reconocido por defender los territorios en Curvaradó y Jiguamiandó. Hizo parte del primer consejo comunitario para Curvaradó, en 1998, y junto a Graciano Blandón defendían derechos de las comunidades negras. Pero hace ocho años fueron asesinados por la guerrilla por estar “vendiendo las tierras”.

“Lo mataron por falsa información que le llevó una gente a las Farc. Yo lo digo a capa y espada y lo defiendo con argumentos claros: él ayudó mucho a su comunidad”, dijo Lewis con la voz quebrada. El asesinato de su hermano fue el último de una larga lista de víctimas de homicidios que cometieron las Farc contra su familia: “El 28 de enero de 1978 asesinaron a un tío y a una prima de mi mamá. Él se llamaba Óscar Emiro Lara y a la niña le decíamos Estrella. El 2 de noviembre de 1986 mataron a otro primo hermano de mi mamá, William Olivo Robledo. Mi familia siguió luchando y en su caminar, pero el 14 de julio de 1989 los guerrilleros asesinaron a mi abuelo, el papá de mi mamá, que se llamaba Eraclio Lara Arroyo”, contó.

Lewis hizo parte de un grupo de líderes que participó del diplomado Pases para la Reconciliación, una iniciativa de la Comisión Nacional de Conciliación que reunió a víctimas y líderes del Bajo Atrato con excombatientes de la Farc. Entre las imágenes que dejó ese encuentro está una de Lewis junto a quienes por años persiguieron a su familia. “Yo no siento rencor, pero sí siento esa puyita en el corazón. Pienso que hay que empezar a unir a quienes fueron victimarios –siguiendo las órdenes de alguien sin saber qué hacían, lo que también los convierte en víctimas de esta guerra– con las verdaderas víctimas del conflicto: la sociedad civil, que nunca entendió por qué fueron el centro de los ataques”, señaló.

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Pero las autodefensas también fueron responsables de varias muertes en la familia de Lewis. “Los paramilitares asesinaron a mi padrastro el 29 de junio de 1997. El 12 de julio de ese mismo año mataron al único hermano de sangre de padre y madre de mi mamá. Y luego, en el año 2008, desaparecieron a un hermano mío. Lo que más me duele es que uno siempre intenta justificar las muertes en este mundo. ‘A este lo mataron por ladrón’, por ejemplo. Uno la busca por todos lados esa justificación y no la consigue. Eso lo llena a uno de impotencia, pero siempre he pensado que la violencia no es la salida, ni mucho menos la venganza”, relató Moya a Colombia 2020.

Los asesinatos y desapariciones no han sido los únicos crímenes que ha sufrido este líder. En dos ocasiones fue desplazado por la violencia. La primera ocurrió a finales de 1997, cuando era miembro de la comunidad del corregimiento de Curvaradó, el más grande del municipio de Riosucio (Chocó), que vivía en zozobra por la disputa entre las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) y las Farc. En noviembre de ese año comenzó a circular en su pueblo un listado de líderes sociales que iban a ser asesinados por la guerrilla. Según relata Lewis, las Farc iban a cometer los homicidios el 8 de diciembre de 1997, pero los paramilitares se les adelantaron.

“Precisamente, el día en que la guerrilla iba a cometer los homicidios llegaron los paramilitares y se tomaron Curvaradó por 20 días. Ellos eran 20 hombres armados con 13 ametralladoras e impusieron toque de queda desde las seis de la tarde. Las Farc detuvieron el operativo mientras se iban los paramilitares, que se fueron el 28 de diciembre de 1997. Al otro día la gente se desplazó inmediatamente, por el miedo a las represalias que iba a tomar la guerrilla. Entre el 27 de diciembre y el 1º de enero de 1998, varios se desplazaron a la cabecera municipal de Riosucio y otros se fueron a municipios del Urabá, a Quibdó y a Medellín. Retornamos voluntariamente el 25 de enero de ese mismo año, en compañía de un pelotón del Ejército comandado por un teniente de apellido Vidal”, manifestó Moya.

La Fuerza Pública se quedó hasta el 7 de agosto de 1998 en el territorio. Ese mismo día, en que se estaba posesionando Andrés Pastrana, el Ejército tomó la decisión de salir del pueblo y dejaron a la comunidad a merced de los grupos armados. “Ahí se dio el segundo desplazamiento. Fue masivo, no quedó nadie en la comunidad. Volvimos a retornar años después, cuando creamos la Comunidad de Paz Natividad de María, que es nuestra patrona en Curvaradó. Fue una estrategia para resistir ante cualquier grupo armado que llegara, fuera Policía, Ejército, guerrilla o paramilitares. Nos funcionó hasta que creamos el municipio de Carmen del Darién. Hasta el momento sólo ha retornado un 35 % de la población que fue desplazada en 1998”, dijo Lewis.

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Luis Enrique Moya trabaja como auxiliar en una empresa de salud, es líder social, asesor de la junta directiva del Consejo Comunitario de Carmen del Darién y representante de la Iglesia católica en el municipio. Nunca abandonó su pueblo, pese a que tuvo la oportunidad de la mano de la Iglesia: “Al mirar para atrás estaban mi mamá, mis hermanos y mi comunidad. Yo me convertí en líder luego de que mataron a mi hermano Manuel, y no los podía dejar desamparados. La principal victoria ha sido mantenernos en los territorios, porque si no hay gente, todo queda a merced de fuerzas oscuras. Por eso creo que hay unir las diferencias. Muchos de los excombatientes también son víctimas, porque la mayoría de beneficiados están en zonas de confort y no en las zonas veredales”.

Lewis está convencido de que la reconciliación se logra en la medida en que el Estado cumpla lo pactado en los acuerdos, pues a pesar de que ya se desmovilizaron las autodefensas y las Farc, cree que la negligencia estatal persiste. “Si no se desmovilizan mentalmente los oligarcas, esto seguirá mal. La negligencia ha matado a más gente que las Farc y los paramilitares juntos. Necesitamos igualdad y equidad”, concluyó.

Por Justicia para la Paz

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