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“Solo porque aparentaba ser un niño”: la violencia contra niños y niñas diversas en la guerra

A través de la documentación de 34 casos que les sucedieron a 24 víctimas, la organización Caribe Afirmativo da cuenta de que en la infancia y la adolescencia las personas LGBT sufrieron graves crímenes motivados por el prejuicio. Los armados pretendían corregirlos y castigarlos.

Beatriz Valdés Correa
18 de diciembre de 2020 - 03:23 p. m.
Es el tercer informe que entrega Caribe Afirmativo a la Comisión de la Verdad. / Cortesía Comisión de la Verdad
Es el tercer informe que entrega Caribe Afirmativo a la Comisión de la Verdad. / Cortesía Comisión de la Verdad
Foto: Comisión de la Verdad

“Soy una persona que me violaron, me ultrajaron, me pegaron cuando tenía simplemente 12 años. Desde ahí comenzó todo, sólo porque yo aparentaba ser un niño, sólo porque mi forma de ser más masculina que femenina. (…) mi tío como pertenecía también a las Farc y con tres compañeros más, me amarraron y me violaron”.

El crimen lo sufrió quien ahora se reconoce como una mujer lesbiana. Era 1990 y vivía en la vereda Tascón, en Dabeiba (Antioquia). Para ella la violencia no se detuvo ahí. En diferentes oportunidades los hechos se repitieron y dos años después, viviendo en Mutatá, quedó embarazada de uno de los miembros de la guerrilla. A los 15 tuvo su primer hijo. Después vino el desplazamiento.

En la guerra los actores armados violentaron a las personas con orientaciones sexuales e identidades y expresiones de género diversas motivados por el prejuicio: porque los consideraban indeseables, antinaturales o los asociaban a prácticas como la promiscuidad y la drogadicción. Pero cuando se trató de la violencia contra niños, niñas y adolescentes que demostraban comportamientos que ellos consideraban “desviados”, hubo un daño diferenciado. Los armados pretendieron “corregirlos” o “castigarlos” en esa edad en la que los adultos siempre mandan. Y, a menudo, los sexualizaron y utilizaron.

Juguemos en el bosque mientras el lobo no está es el más reciente informe de la organización Caribe Afirmativo, en el que documentan 34 casos de violencias que sufrieron 32 víctimas del Caribe y de Antioquia cuando eran menores de edad. El documento, entregado a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, da cuenta de prácticas sistemáticas contra niños, niñas y adolescentes que, a pesar de estar en territorios distintos, sufrieron hechos similares motivados por sus expresiones de género y orientaciones sexuales diversas.

(Vea aquí el resumen del informe)

Esa memoria de quienes hoy se reconocen como personas LGBT evidencia también una violencia continuada y unos daños a nivel psicosocial, físico y socioeconómico que marcaron el transcurso de sus vidas.

Wilson Castañeda, director de Caribe Afirmativo, dice que en la investigación se demuestra cómo “los grupos armados asumen el rol autoritario y se convierten – o buscaron convertirse- en tutores y modelos de cómo a ellas y ellos, que se les llamaba coloquialmente “futuras generaciones”, tenían que comportarse: un concierto entre el binarismo de género y el determinismo biológico, que ahuyentaba cualquier esfuerzo de autonomía, pues solo era válido el proceso doctrinario y formador de carácter”.

Se junta, entonces, el “adultocentrismo” con el prejuicio. Y aparece la “corrección” y el “castigo”. La primera acción, explica el informe, tiene asidero en “considerar que la niñez y la adolescencia es el momento para “corregir” o evitar “desviación” en la orientación sexual, identidad y expresión de género, basándose en prejuicios relacionados con las personas LGBT”. Y sobre la segunda están esos prejuicios, pues se asocia “a las personas LGBT con la criminalidad, la promiscuidad, el consumo de drogas, la perversión y otros aspectos reprochados socialmente que atentan contra las NNA, por lo cual se debía “castigar” a quienes tuvieran orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género diversa.

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Y a esto se suma la sexualización de los niños, niñas y adolescentes, así como prácticas de manipulación y aprovechamiento de la situación de fragilidad de muchos de ellos o ellas para ponerlos en situación de “indefensión, inferioridad o incapacidad de resistir”. El informe documenta violaciones, desnudez forzado, violencias reproductivas como embarazos forzados, desplazamientos forzados, amenazas y tentativas de homicidio, entre otros, cometidos por todos los actores armados: paramilitares, guerrillas y Fuerza Pública.

Uno de los relatos del documento es el de una persona andrógina de 31 años que narra su historia de violencia. Sucedió cuando tenía 4 años y se estaba bañando en un charco (quebrada o río) en la vereda Nueva Colonia de Turbo (Antioquia). Un hombre armado se le acercó y pensó que era un soldado. “Me veían como una niña”, dice la víctima. “Entonces él me dijo que allá hay un charco, que el canal estaba lleno, que fuéramos a bañarnos. Yo inocente, porque obviamente era un niño, no tenía malicia, no me imaginaba que esa persona tenía malas intenciones conmigo, yo fui”. Allá el hombre, que hacía parte de una guerrilla que no pudo ser identificada por la víctima debido a su corta edad, la violó.

Caribe Afirmativo transforma la popular ronda infantil que dice “juguemos en el bosque mientras el lobo no está. ¿El lobo está?”. Y mientras el lobo se alista para salir, también se pone el fusil, el chaleco, las botas y el pasamontañas. El lobo sale y lleva a los niños o niñas a un charco muy oscuro.

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A pesar de que cuando se habla de niños y niñas en la guerra primero se piensa en el reclutamiento forzado a grupos ilegales, les pasó mucho más que eso. De hecho, el informe cuenta la historia de un hombre gay que, siendo apenas un niño de 8 años, con expresiones asociadas a lo femenino, fue llevado por una familiar a un campamento de las Farc en el sur de Bolívar, donde fue puesto al cuidado de un guerrillero, quien abusó de él sistemáticamente hasta que una guerrillera se dio cuenta. El agresor fue expulsado del grupo armado.

“Después de eso, el comandante de compañía y jefe de seguridad empezó a abusar de la víctima. Lo violó en repetidas ocasiones durante aproximadamente 2 años. Finalmente, la víctima se acercó al comandante y le contó lo que ocurría. Hicieron que el hombre se disculpara, pero no lo expulsaron y lo mantuvieron en secreto”, revela el informe.

Al presentar este documento ante la Comisión de la Verdad, a través de una reunión virtual, varios de los testimonios de las víctimas fueron narrados e interpretados por algunas personas. Tras escucharlos, la comisionada de la Verdad Alejandra Miller, encargada del enfoque de género en esta institución, dijo entre lágrimas: “La memoria no va a ser aplastada. Tenemos que seguir trabajando muy duro para que esa ciudadanía no sea mutilada. Un país que se dice en democracia no puede seguir mutilando a las personas LGBT. Este informe nos muestra no solo las afectaciones del reclutamiento, sino las distintas utilizaciones de las personas y los impactos que genera la violencia sexual, que ha hecho que las vidas de esos niños y niñas queden truncadas”.

El llamado de las organizaciones, la Comisión y las víctimas es a dejar de tapar las experiencias de los niños, niñas y adolescentes en el conflicto y reconocer que sufrieron estas violencias diferenciadas por expresarse de maneras que desafiaban la normativa heterosexual y garantizar su acceso a los derechos de la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. Así, esperan las víctimas, nunca más un niño sea sometido por un adulto armado que quiera “volverlo hombre”.

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