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El libro perdido de la paz de Uribe (Meta)

En sus páginas, escritas a mano desde el 6 de julio de 1999, aparecen mensajes y  firmas de Néstor Humberto Martínez, Andrés Pastrana, Humberto de la Calle, “Simón Trinidad”, “Raúl Reyes”, entre otros protagonistas del proceso con las Farc.

Edinson Arley Bolaños / @eabolanos
06 de mayo de 2018 - 11:00 a. m.
En julio de 1999 el alcalde de Uribe, Jaime Pineda, abrió las páginas del libro. / Fotos: Óscar Pérez - El Espectador.
En julio de 1999 el alcalde de Uribe, Jaime Pineda, abrió las páginas del libro. / Fotos: Óscar Pérez - El Espectador.

Cuando se lo llevaron “preso” a mediados de 2006, en Uribe (Meta), nadie entendía cuál era el valor que podía tener para las autoridades judiciales El libro de la paz. Lo retuvieron tras un allanamiento al municipio, cuatro años después de que el proceso de paz entre las Farc y el gobierno de Andrés Pastrana se fuera al traste. Retuvieron el valioso documento con las firmas del entonces ministro del Interior, Néstor Humberto Martínez; del propio expresidente Andrés Pastrana; del entonces embajador de Colombia ante el Reino Unido, Humberto de la Calle, y las rúbricas, junto a sus epígrafes, de los jefes guerrilleros Raúl Reyes, Iván Ríos, Simón Trinidad y Fabián Ramírez, los dos primeros ya muertos durante el conflicto.

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La historia había comenzado el 6 de julio de 1999, día en que se estampó la primera firma con un mensaje de Raúl Reyes: “Colombia requiere la paz y Uribe es testigo con sus habitantes de la lucha por la paz con justicia. A Uribe y su pueblo expresarles agradecimientos”, se lee en la primera página envejecida del libro gigante de contabilidad, que tiene “signos de tortura”, quizás infligidos durante su “privación de la libertad”. Algunos trazos como calaveras o alusiones a órganos genitales aparecieron en las páginas del libro luego de que se lo llevaran del pueblo, cuenta Yojana Briceño Pineda, la sobrina del inventor de El libro de la paz.

El alcalde de la época, Jaime Pineda Castellanos, fue su creador. Lo diseñó en pasta dura y forro de cuero de ovejo y escribió en la portada: Esta es nuestra herencia: El libro de la paz, y al final sentenció el nombre de su dueño legítimo: “Pertenece al municipio de Uribe”. Eran tiempos del proceso de paz de Pastrana, quien despejó de Fuerza Pública a cinco municipios del país, San Vicente del Caguán, Mesetas, Vista Hermosa, Macarena y Uribe, para negociar con la guerrilla.

Como las partes decidieron negociar en medio del conflicto, sobrevinieron varios eventos trágicos y el proceso de paz siempre estuvo en crisis durante ese año. Tanto así que el presidente Pastrana amenazó varias veces con terminar la zona de despeje si los diálogos no avanzaban. Entre varios tires y aflojes, el 7 de junio de 1999 prorrogó la zona de distensión hasta el 7 diciembre de ese año.

El 24 de octubre de 1999, delegaciones de las partes estuvieron en el municipio de Uribe en uno de los varios intentos que hicieron ese año por echar a andar la mesa de negociación. Ese día, en medio de la instalación del Comité Temático (instancia para recibir las propuestas de la sociedad civil), las Farc lanzaron la advertencia, a través de Raúl Reyes, de terminar la negociación si Pastrana se dejaba presionar del gobierno norteamericano para que acabara con la zona de despeje.

Al día siguiente, el 25 de octubre, el entonces ministro del Interior, Néstor Humberto Martínez Neira, suscribió su mensaje y firmó en El libro de la paz: “El poder de la palabra honesta y digna será la llave para construir un diálogo por la paz, viable y perdurable. La paz que signifique una Colombia donde quepamos todos”. En la misma página escribieron los ya fallecidos Iván Ríos y Lucero Palmera (compañera sentimental de Simón Trinidad, hoy recluido en Estados Unidos).

En las páginas siguientes escribió Simón Trinidad (cuyo nombre de pila es Ricardo Palmera): “A los pobladores de Uribe de ayer, hoy y mañana, hombres y mujeres gestores del nuevo país que todos los revolucionarios queremos: una Colombia sustentada en la justicia social, la independencia, la soberanía y la dignidad”.

El entonces alcalde de Uribe, Jaime Pineda, puso su firma en el prólogo con un mensaje que dice: “La paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. Artículo 22 de la Constitución Política”. La sobrina del exalcalde, Yojana Pineda, actualmente la tesorera del municipio, dice que este libro “es la evidencia que nos recuerda las cosas malas que se vivieron en esas épocas y que las personas que vivimos acá no queremos repetir”.

También es la evidencia para no olvidar que algunos de los que hoy se oponen al proceso de paz, como el expresidente Pastrana, en su momento intentaron lo mismo haciendo concesiones que luego desembocaron en una guerra más sangrienta.

Entonces viajó a varios municipios a socializar con las autoridades locales esa decisión. Ese mismo día Humberto de la Calle escribió: “Que la Constitución sea una verdad. La paz como derecho y también como deber de todos”.

Guillermo Fernández de Soto, gran amigo del mandatario y canciller de la República, también dejó su mensaje: “La paz es la única esperanza de los colombianos. Hay que darle una oportunidad”.

Y así se escribieron muchos mensajes de los visitantes a Uribe. Artistas como los integrantes del grupo Los 50 de Joselito emplearon dos páginas para dar su agradecimiento, así como funcionarios de la Gobernación del departamento del Meta.

¿Una víctima del libro?

Decenas de pobladores de Uribe también estamparon su firma y su mensaje, alentados por el ambiente favorable de la paz, sin calcular que ese acto ingenuo podría tener consecuencias legales.

Eso piensa don Gustavo Chavarriaga, un líder social que se quedó ciego por las torturas que, según cuenta, le hizo el Ejército en 1991, en un batallón de Granada, Meta. Hoy está preso en su humilde casa, acusado de ser testaferro de las Farc.

Asegura que la Fiscalía le quiere quitar su único bien: una vivienda de cemento que está a las afueras del casco urbano de Uribe. “No se sabe si fue por lo que escribí ahí que aún me persiguen”, dice Chavarriaga iluminando su presente con los recuerdos profundos que le dejó la violencia. También las Farc se le llevaron un hijo de 17 años. “Paz es poder crecer facultados para realizarnos plenamente”, escribió el 16 de diciembre de 2004.

“La retención”

El libro de la paz quedó detenido una tarde de 2006 cuando llegaron funcionarios de la Fiscalía a allanar las oficinas de la Alcaldía de Uribe y de otras instituciones locales, en busca de evidencias que hubiesen dejado los mandos de las Farc, cuenta Yojana Pineda, quien el año pasado, junto con otros jóvenes, empezó a reconstruir la historia de El libro de la paz.

Marco Fidel Vega Pulido, actual fiscal en esa localidad, confirmó que el ente investigador se llevó el libro con el fin de cotejar las firmas de los jefes de las Farc e investigar a quienes tuvieran relaciones con ellos.

En abril de 2017, Yojana y sus compañeros vieron el libro exhibido en las oficinas del fiscal Vega Pulido. “La Fiscalía General de la Nación envió el libro a través de correo para que la Fiscalía local dispusiera de él. No vi ningún tema para investigar y lo entregué directamente a la Alcaldía Municipal para que ellos hagan un buen uso del libro”, dijo el funcionario.

A pesar de eso, los pobladores siguen reprochando la actitud de la Fiscalía. Yojana Pineda opina que tanto el libro como la comunidad han sido estigmatizados a lo largo de los años. “El libro se lo llevaron, pero hacía parte de la historia del municipio y tenía pensamientos de organizaciones y personas con puntos de vista diferentes. Todo lo que está aquí nació del corazón de esas personas”, afirma, mientras pasa las páginas sucias del libro.

El año pasado, después de cinco meses de “la liberación” del libro, el presidente Juan Manuel Santos estuvo en Uribe y también dejó su frase: “(M) Uribe nos ha dado ejemplo a toda Colombia de lo que significa hacer el cambio de la guerra a la paz. Por eso lleva el merecido título de corazón de la paz. Muchas felicitaciones y sigamos trabajando por una mejor Colombia. Que Dios los proteja siempre. Octubre 9 de 2017, Premio Nobel de Paz”.

Los otros diálogos

Este municipio guarda en sus montañas otras historias de paz. En mayo de 1984, en el campamento conocido como El Palmar, se firmó el Acuerdo de la Uribe que sellaría el primer cese del fuego de las Farc con el gobierno de Belisario Betancur. Allí a Casa Verde irían una y otra vez los helicópteros de las comisiones de gobierno a negociar con Marulanda, Jacobo Arenas, entre otros.

Hoy, 34 años después, en su zona rural, está asentado Henry Castellanos, conocido en el conflicto como Romaña. Está a 20 minutos del casco urbano, junto a más de cien excombatientes que buscan reincorporarse a la vida civil a través de la producción de maíz para consumir y exportar.

Esta semana Castellanos apareció en un video desde el municipio de Uribe. Junto a los excombatientes, trabajando en la construcción del puente del río Guato, en límites entre Mesetas y Uribe, le envió un saludo a Jesús Santrich y al fiscal Martínez: “Le mandamos un saludo especial de todos los excombatientes al camarada Jesús Santrich y le exigimos a Néstor Humberto Martínez que pare los falsos positivos judiciales. Tenemos información de que están pagando testigos falsos para involucrar a otros excombatientes, militantes del nuevo partido, para llevarlos a prisión. Les explicamos que lo que se acordó en La Habana son acciones restaurativas, como las que estamos realizando hoy acá, y no sanciones punitivas. Déjenos trabajar señor fiscal, no sea una talanquera en el proceso de paz. Gracias”.

Dos días después de este mensaje, el fiscal Martínez elogió la labor de Romaña en Uribe, “quien está sembrando maíz”, dijo en la Cámara de Representantes, durante el debate de control político sobre los recursos de la paz. “Romaña llamó a decirme que no se quería volver al monte, pero que necesitaba recursos para financiar proyectos en la región, porque no está cumpliendo el Gobierno”, puntualizó Martínez Neira.

Un diálogo necesario para este momento de crisis que vive el Acuerdo de Paz, justamente por la actuación del fiscal general (que ordenó la captura de Jesús Santrich con fines de extradición), que en 1999 estampó su firma a favor de la reconciliación. Por eso, en Uribe esperan que el acuerdo entre las Farc y el Gobierno no se rompa. No quieren volver a perder El libro de la paz y regresar a los días aciagos de la guerra.

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Yojana Pineda, a sus 30 años, es la heredera del libro que creó su tío. Su abuelo fue el fundador de ese pueblo y como muchos de esa generación no alcanzaron a vivir en paz. Por eso, Pineda escribió un mensaje en su nombre: “No pudiste escribir nada, querido abuelo, pero como fundador de este bello municipio mereces estar en estas páginas. Siempre serás recordado por tus buenas acciones que engrandecieron el progreso de Uribe (Meta). Que tu nombre sea siempre resaltado cuando buscaste la paz. Alejandro Pineda Arenas”.

Las manos que sostienen el libro en la foto principal son las de los guardianes de esa memoria, de las víctimas que silenciadas escribieron un pedazo de sus deseos en ese libro, hace 19 años, cuando las bombas les estallaban en los oídos. Escribieron lo que no podían decir a boca llena en las calles de su propio pueblo: que querían el silencio de los fusiles que hoy sienten cuando caminan sus calles.

Por lo pronto, queda el eco del mensaje que un día, en medio de la confrontación, escribiera en El libro de la paz un patrullero de la Policía Nacional: “Hoy, a pocos días de despedirme de este municipio, me he dado cuenta de que es un lugar hermoso, con personas muy gratas y amables, que a pesar de los problemas de la guerra nos han brindado un gran cariño y un gran afecto. Estén seguros de que a pesar de la distancia siempre los llevaré en mi corazón y en mis mejores recuerdos, y espero volver de nuevo”, Navarro Ríos J. Alfredo. Uribe (Meta), 12 de febrero de 2005.

Por Edinson Arley Bolaños / @eabolanos

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