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En la ex Yugoslavia el centro del proceso fue de los victimarios

La manera en la que los medios de comunicación cubrieron la justicia transicional en la antigua Yugoslavia fue poniéndose del lado de los victimarios y poderosos. Las víctimas y sus verdades nunca fueron el centro del proceso.

Emir Suljagic
05 de febrero de 2018 - 10:00 p. m.
El político Radovan Karadži? en su juicio ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. / ICTY
El político Radovan Karadži? en su juicio ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. / ICTY

En 1991 empezaron las guerras internas en Yugoslavia, un país que albergaba a lo que hoy conocemos como Eslovenia, Croacia, Serbia, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Kosovo y Macedonia. A partir de ese año se cometieron graves violaciones al derecho internacional humanitario que entraron a ser investigadas y juzgadas en el Tribunal Penal Internacional de la antigua Yugoslavia, que funcionó durante 24 años, hasta el 2017. Las víctimas no fueron el centro de este proceso de justicia transicional. Así vivió este proceso el periodista serbio Emir Suljagi.

"Llegué a La Haya en febrero de 2002 a cubrir el juicio del expresidente serbio Slobodan Milošević ante el Tribunal Penal Internacional de la antigua Yugoslavia (TPIY). Llegué a La Haya como un sobreviviente de uno de los peores capítulos del genocidio de Bosnia. Iba a necesitar toda mi fuerza mental en los próximos dos años y medio para seguir siendo tan profesional como me fuera humanamente posible. El periodismo, el oficio que ejercía, que era importante para mí y que siempre fue mi mayor preocupación. Permanecí profundamente consciente de que todo lo que escribiera sería leído bajo diferentes luces, medido por distintos estándares y, en consecuencia, debía ser muy cauteloso en todo momento.

A veces sentí como si hubiera hecho parte de la historia. Algunos momentos que reporteé desde el Tribunal luego serían realmente históricos. De hecho, el Tribunal estaba haciendo un trabajo histórico.

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El problema central de cualquier tribunal, como cualquier corte, es que el victimario es la estrella. Él o ella están en el centro del proceso y lo que realmente ocurrió solo es relevante en la medida en que tengan que ver con la responsabilidad penal individual de él o de ella.

Las víctimas, al otro lado, leen sus expectativas ante el Tribunal: contar la verdad de lo que les sucedió, qué pasó con sus amigos, sus familiares y sus vecinos. Algunas veces sus historias eran importantes para el caso en juicio. Otras veces no. Sin embargo, para muchas víctimas fue difícil entender que el Tribunal no era el último depositario de la verdad ni la última autoridad para saber qué había sucedido en sus barrios, pueblos, ciudades o países.

Los medios, las víctimas y los victimarios

La relación entre el cubrimiento mediático y las víctimas fue incómoda, inestable y complicada. Algunos medios, descaradamente, buscaban vacíos en los testimonios de las víctimas y no trataban de ponerlos en orden para obtener una mejor versión. Todavía recuerdo la alegría de algunos de los medios de Belgrado (Serbia) cuando intentaron encontrar las diferencias de los testimonios de padre e hija de la familia Haxhiavdia de Mitrovica (Kosovo), pues fueron los únicos sobrevivientes después de que el Ejército Yugoslavo entró a su casa.

Varios victimarios, por otro lado, usaron los procedimientos para defenderse, no de serias acusaciones de crímenes de guerra dirigidos personalmente contra ellos, sino para exponer sus puntos de vista sobre la disolución de Yugoslavia. De hecho, para muchos de ellos los juicios fueron sobre la responsabilidad del estallido de la guerra y la disolución del Estado, en vez de su responsabilidad individual. Su defensa, a veces, lucía como si vinieran de una realidad diferente y uno no podía evitar pensar si los hacían a propósito, esperando su momento, o si realmente creían algo o todo lo que afirmaron.

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Los medios, con algunas dramáticas excepciones, siempre estuvieron más interesados en qué tenían para decir los victimarios. El tratamiento de Milošević en los medios occidentales estuvo cerca de ser el de una estrella. Sus declaraciones, comportamientos y apariencia ante la corte fueron noticia. Que cientos de víctimas marcharan alrededor de la sala de audiencias y contaran un sinnúmero de historias sobre el costo humano de sus acciones importaba poco. Los medios estaban esperando el arma humeante.

Curiosamente había armas humeantes en todas partes.

Durante mi tiempo en La Haya publiqué las transcripciones presidenciales del señor Franjo Tuđman, presidente de la República de Croacia –que habían estado a disposición del público, pero nadie se había molestado en pedirlas– mostrando que Croacia estaba mucho menos implicada en los más altos niveles de gobierno en los crímenes que las tropas croatas perpetraron en Bosnia Herzegovina. También fui el primero en publicar evidencias escritas de que miembros de las unidades regulares de la policía de Serbia participaron en la masacre de Srebrenica. Algunos años después se publicó el escabroso video de la ejecución de cinco hombres y niños de Srebrenica a manos de miembros de la Unidad Policial Escorpión del Ministerio del interior de Serbia. Eso también se presentó por primera vez en la Corte, durante el proceso.

Mi habilidad para obtener la evidencia no se vio obstaculizada. En todo caso, el TPIY hizo todo lo posible para hacer pública, ante los medios de comunicación, toda la evidencia disponible en ese momento. El tribunal no evitó que nadie hiciera periodismo bueno y decente. La única área prohibida fue la de testigos protegidos. En mi tiempo como corresponsal no me he encontrado con un solo periodista o corresponsal que hubiera publicado la identidad de los testigos protegidos, incluso si él o ella la sabía. Hubo un entendimiento tácito de que simplemente no se debía hacer.

Habiendo llegado a La Haya con la experiencia de Srebrenica, casi naturalmente me interesé por los juicios contra los victimarios de la operación genocida que tuvo lugar en Bosnia en julio de 1995. Poco a poco me di cuenta de que verdaderamente me dieron la oportunidad – rara y en ocasiones dudosa – de aprender y algunas veces reaprender los hechos que ocurrieron en Srebrenica. Sobreviví al ataque genocida en el vórtice, en el centro y en todas partes. Ahora, mirando desde afuera, es la primera vez que, después de la guerra, después de Srebrenica, me doy cuenta de lo complejo y amplio que fue ese proceso.

Tuve la oportunidad de ver a algunas de las personas que conocí antes de la guerra, y otras que conocí durante la guerra, ir al tribunal en calidad de acusadas. Algunas de ellos declarados culpables. De hecho, dos personas que conocí personalmente se defendieron muy bien y testificaron contra otros acusados en otros juicios, incluyendo los juicios contra los políticos Slobodan Milošević y Radovan Karadžić, y el militar Ratko Mladić.

En 2003 vi al bibliotecario de mi colegio de bachillerato declararse culpable. El mismo año vi al capitán Momir Nikolić, que nos alineó en Potočari, cerca de Srebrenica en la tarde del 13 de julio de 1955. Todos esperábamos que nos subieran en un camión o en un bus y nos sacaran de ahí. Ver eso fue impactante de diferentes maneras. Hubo un momento en el que pensé que el Tribunal podía ayudarme a superar el trauma que cargaba conmigo. Pero eso no sucedería. Me llevaría años darme cuenta de lo que había presenciado. El dolor en sí mismo no desaparecía. Había llegado para quedarse".

Por Emir Suljagic

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