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Haciendo País

Abuela en pandemia con abrazos literarios

Fabiola Calvo
12 de agosto de 2020 - 07:42 p. m.

La importancia de los abrazos salió de una conversación después de una de las clases virtuales que empecé a dar a mis nietos para reforzar sus estudios, en medio de un encierro en el que ellos echan de menos el colegio, el parque y yo, la calle, los cafés, el cine y cómo no, a la familia, a mis amistades.

Iniciamos con clases individuales y no faltaron las preguntas y las comparaciones entre países sobre democracia, derechos, participación, solidaridad... Estos niños parecen que traen su propio manual. Sí, fueron clases o conversaciones con ejemplos cercanos que ellos mismos dieron sobre la vida en el hogar, en el colegio, en el barrio.

Esas pláticas no podían ser palabras huecas o el recital de una frase detrás de otra como por llenar el espacio de una tarea que debía cumplirse. ¡No! Ese espacio se convirtió en una forma de relacionamiento que permitió anécdotas, historias que siempre queremos que las abuelas o los abuelos cuenten.

Ese espacio los llenamos de calor y ellos no olvidaban esa compromiso, así que muy puntuales estaban en Skype y si un minuto me pasaba, ya tenía mensajes por whats app. Le pusimos pasión a las palabras sacando de dentro las sensaciones, el sentir profundo que algunas niñas o niños expresan con facilidad pero a otros les cuesta sacarlos.

Fue así como en alguna oportunidad dejé a uno de ellos el compromiso de escribir qué significaban para él los abrazos. “Son una fuerza de amor que protege a todo el que reciba abrazos, por ejemplo el abrazo del oso panda te protege porque un oso panda siempre está a tu lado”.

Digamos que esa imposibilidad de darnos, de dar abrazos se pudo transformar “¿Qué me gusta de los abrazos? Me gusta que son calientes, apretados y me protegen. También me gustan porque la persona que me los da transmite poderes curativos”. Y siguen las preguntas y respuestas sobre los abrazos.

Se acercaban las vacaciones y se acabaron las clases pero queríamos seguir, ¿qué hacer? Las transformamos en un centro literario y desaparecieron las charlas individuales para convertirse en reuniones que iniciamos con otra integrante, que entre ellos y ella se llaman primos, prima, la hija de una colega realizadora, que se incorporó con alegría y vivacidad.

Empezamos a analizar el cuento más corto escrito en español “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Lo interpretaron de mil maneras, se rieron a carcajada plena. Quedaron de investigar sobre el autor que con sólo siete palabras decía tanto, que les sorprendió y exaltaron en medio de sus propias interrupciones.

A la siguiente reunión llegaron con crispetas, con fruta y jugos, era una reunión no una clase. Leyeron sus cuentos redactados durante la semana, comentamos y continuamos con la lectura en voz alta de un capítulo de El principito, hablamos de la amistad, del mejor amigo para cada uno o la mejor amiga para ella, qué sentían y cómo llevaban su ausencia. Ese momento fue íntimo, se pusieron circunstanciales.

Cómo no era posible sembrar una rosa acordamos sembrar un fríjol que sería nuestra rosa paisa y, con la autorización de madres y padres creamos un chat a donde empezaron a llegar las fotos de esas pequeñas plantas que crecían y crecían y, consejos para cuidar la mía que no daba buenas señales.

La niña dijo a su mamá: ¿Podemos empezar a leer El principito esta noche? Ella le respondió: Hija, me has dicho que no te gusta. Pero la niña argumentó: Ya estoy preparada para leerlo.

La literatura puede ser un bálsamo, una catarsis, un punto de encuentro, un pretexto para crear o un lugar para acortar distancias. Es la forma para que un niño exprese simbólicamente lo que en él anida, “El león estaba enfadado porque la cebra lo ignoró”. Dice llamarse el Escritor Pantera.

Y no olvidemos que el niño que se autodenominó El escritor Fantasma, nos recomienda una variedad de abrazos: el de la hormiga, el del oso perezoso, el de la serpiente, la mariposa, el deshuesador y el oso panda.

Con la pandemia ¿se perderán los abrazos? ¿Con la presencia constante de esas voces dictatoriales e intimidatorias perderemos esa capacidad de expresar ternura, amor, alegría? También es un peligro perder nuestra capacidad de exteriorizar las emociones o el acercamiento entre los seres que se aman. Puede ser el origen de otra pandemia.

Estos días y por casualidad y curiosidad vi la película “La sociedad literaria y del pastel de cáscara de papa de Guernsey”, un drama romanticón de la posguerra que me enganchó. Mi tema del momento me dije, así que sugerí a las madres de mis colegas del Centro literario les permitiesen verla. Estoy a la espera.

Por ahora nos quedamos con nuestro invento virtual, un centro literario en el que según nuestra pequeña Escritora Arcoiris “Un copo de nieve cayó en la nariz de un lobo y se derritió”.

Nota: Pese a mi deseo de respirar optimismo, las noticias lo nublan: muere la Comisionada de la Verdad, Ángela Salazar y asesinan en el sur de Bolívar, Hernando Molina Villamizar, líder que trabajaba por el reconocimiento de la pequeña minería.

 

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