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Haciendo País

Confianza sin reservas

Juliana Bustamante Reyes
11 de noviembre de 2018 - 07:00 p. m.

En un reciente foro que organizó el proyecto Colombia2020 del El Espectador sobre archivos y verdad, el representante del gobierno alemán arrancó su exposición con una frase demoledora: “La primera víctima de la guerra es la verdad.” Durante las últimas semanas los colombianos hemos visto varios intentos precisamente de sacrificar la verdad en nuestro relato del conflicto.

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Bajo pretextos de protección a la seguridad nacional y la soberanía, se intentó tramitar en el Congreso una iniciativa para limitar el acceso de los órganos del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición a los archivos reservados de las fuerzas de seguridad del Estado. Esto, en claro desconocimiento no solo de lo previsto en los acuerdos de paz, sino incluso de disposiciones internacionales, constitucionales y legales anteriores sobre acceso a esa información cuando esté ligada a violaciones de derechos humanos. La reacción de las personas interesadas en este asunto no se hizo esperar. De nuevo, por el tema de memoria, las redes y medios prendieron las alarmas y el proyecto fue retirado.

¿Qué vendrá ahora? ¿Cuántas veces tendremos que alertar para que la memoria se proteja, se respete y se honre? ¿Es esta la dinámica que nos espera con este gobierno? Hace unas semanas los posibles candidatos para dirigir el Centro de Memoria produjeron un revuelo que afortunadamente tambien logró frenar una designación absurda. ¿Será que tendremos que acostumbrarnos a que se insista en atacar los esfuerzos por la verdad y la memoria de Colombia por parte de quienes quieren diseñar una verdad oficial?

En los últimos 10 años el Centro Nacional de Memoria Histórica ha venido construyendo un relato sobre Colombia que es producto de la convergencia de muchas posturas, visiones y aportes que dan una perspectiva amplia y plural de nuestra historia. Esto ha sido posible gracias al cuidadoso trabajo que esa entidad ha hecho para ganarse la confianza de la mayoría, si no todos, los actores y víctimas del conflicto. Es también producto de la rigurosidad, la apertura y el enfoque de derechos humanos que ha regido su trabajo.

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Organizaciones de derechos humanos, como resultado de esa confianza, han entregado al Centro información recopilada durante su trabajo, como mecanismo para tener una voz propia sobre lo que, desde su experiencia, ha significado el conflicto armado en Colombia. Es una apuesta generosa a construir la paz colectivamente y un voto de confianza en la institucionalidad del Estado, en particular en el Centro de Memoria Histórica; un gesto que contrasta con la actitud de algunos sectores oficiales.

Iniciativas que limiten el acceso a información o encaminadas a nombrar estratégicamente personas con una agenda negacionista, distorsionada o tendenciosa para orientar el trabajo de memoria en Colombia pueden crear unos riesgos que significarían un retroceso monumental en este campo. En efecto, preocupa ver este movimiento que busca acallar las acciones que puedan incriminar a la fuerza pública; ello compromete la construcción del relato, limita la posibilidad de aprender de esas verdades pasadas y quiebra la confianza creada en diversos sectores sociales. De otra parte, las suspicacias que han surgido en contra de quienes están trabajando en la implementación de los acuerdos lesionan gravemente la labor de las nuevas entidades encargadas de hacerlo.

Adicionalmente, está el riesgo cierto de que la información entregada por las organizaciones sociales al Centro de Memoria Histórica, usando los mismos argumentos que existen para ocultar la del Estado, pueda ser manipulada y utilizada indebidamente para construir versiones incompletas que protejan a los poderosos. Y, peor aún, que se convierta en fuente de nuevas persecuciones y se utilice como criterio para revictimizar a esas organizaciones que se han atrevido a confiar en construir paz de la mano con el Estado.

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Un Estado democrático en tránsito hacia la paz no puede tolerar la creación de barreras contra la verdad y la memoria. Permitirlo desdibujaría el destino hacia el cual transitar y solo recrearía círculos viciosos de violencia que terminarían reproduciéndose indefinidamente. Estamos ante un momento crucial en el cual las decisiones de nuestros gobernantes en todas las ramas van a determinar la forma como se cuente nuestra historia y a partir de ahí surgirán las acciones necesarias para evitar que ese pasado atroz se repita. Esto solo será posible si todas las partes involucradas en la construcción de paz bajan la guardia y dan muestras reales de estar comprometidas con continuar por ese camino.

 

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