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Haciendo País

Democracia, deliberación pública y posconflicto

Juan David Cárdenas Ruiz
13 de noviembre de 2017 - 06:28 p. m.

Desde la firma del acuerdo de paz, y en lo que lleva la implementación, se vienen presentando dos fenómenos, muy interesantes y que a la vez nos muestran que, a pesar de que muchas fuerzas políticas y sociales así no lo quieran, el país está cambiando. Por un lado, la disminución de la violencia en muchas regiones del país ha hecho emerger otros tipos de conflictividad social latentes que habían estado en un segundo plano años atrás. Esto también impulsado por la disminución de la prevalencia mediática de la información noticiosa sobre hechos violentos. Es así como, quizás como nunca antes, al menos no tan seguido y con sectores sociales tan diversos, se vienen presentando todo tipo de manifestaciones, paros, protestas y otras acciones de participación política tradicional y no tradicional. Esto nos demuestra que la ausencia relativa de violencia política no tiene un efecto en la disminución de la conflictividad social, llamando nuestra atención sobre los otros colombianos, que más allá del conflicto, son víctimas de una democracia excluyente y un sistema social y económico caracterizado por la injusticia y la desigualdad.

Por otra parte, hemos visto como de manera progresiva personas que antes utilizaban la violencia como arma política empiezan a aparecer como voceros y líderes en el espacio público del partido político de las Farc. Su presencia es cada vez más creciente en espacios radiales, televisivos, impresos, y sobre todo en redes sociales donde han entrado a participar incluso de las pseudo discusiones que se plantean en estos espacios.

Se han convertido en emisores, interlocutores y objeto de los mensajes de sus contradictores, ahora en el ámbito de la política institucionalizada, e igualmente de otros sectores que aún no reconocen su legalidad y legitimidad como actores del sistema político formal. Es más, muchas iniciativas se vienen adelantando, desde un referendo para derogar los acuerdos, la prohibición del presidente de la Cámara de Representantes de permitir la presencia de antiguos combatientes y otros ejercicios de censura en algunos espacios mediáticos, sociales y académicos.

El escenario del posconflicto, y estas dos situaciones anteriormente expuestas nos plantean una reflexión de fondo acerca de una transición de la que pocos hablan, y que a mi juicio es casi tan importante como la transición del conflicto al posconflicto: el cambio de paradigma de la democracia de las mayorías a la concepción de la democracia como el imperio de la deliberación pública.

La democracia, vista desde estas dos perspectivas, es la suma de dos principios fundamentales: la participación y la representación. Ambos principios descansan sobre el fundamento de la deliberación pública.

Por mucho tiempo los colombianos hemos vivido ajenos a lo público y escondidos detrás del paradigma procedimental de la democracia (elecciones). La abstención, las bajas tasas de participación ciudadana y la criminalización de la movilización han creado y fortalecido la idea de que cualquier acción por fuera de lo electoral-institucional puede y debe ser visto como un intento de desequilibrio del sistema.

El momento político, social y económico de cambio que estamos viviendo requiere de nosotros los colombianos un reajuste del paradigma de entendimiento y forma de “vivir” la democracia que trascienda los procesos electorales.

Es normal, y cada vez se va a evidenciar más, en un país en camino hacia la paz, que otros conflictos emerjan y que muchos actores sociales invisibilizados por el conflicto empiecen a aparecer en las zonas anteriormente secuestradas por la violencia. Esto requiere romper estigmas y estereotipos desde las corrientes dominantes de información, pero sobre todo desde la acción gubernamental, antes ausente en dichos territorios.

Como en toda democracia, debemos aprender a convivir y a escuchar personas e ideas distintas a las nuestras. Es la forma en como la comunicación sustituye al uso de la fuerza y nos ayuda a acercarnos por primera vez en nuestra historia a la idea de vivir civilizadamente. Ya veremos hacia donde terminamos dirigiéndonos.

 

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