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ELN: elementos básicos de comprensión (III)

Sebastián Pacheco Jiménez
26 de marzo de 2019 - 04:19 p. m.

La presente columna es la continuación de dos entregas tituladas: ELN: Elementos básicos de comprensión (I)”, en la cual se plantearon las diferencias esenciales entre las Farc y el Eln, la disposición de esta última guerrilla en “Frentes de Guerra” y su presencia territorial. En la segunda publicación ELN: Elementos básicos de comprensión (II)”, se mencionaron algunos argumentos sobre fuentes de financiación y composición interna. En esta tercera y última, plantearé elementos sobre el impacto ambiental de sus acciones.

Así entonces, es importante iniciar señalando la relevancia de concebir los daños al ambiente como un elemento primordial en el entendimiento del conflicto armado interno, poco se ha profundizado sobre ello y no ha sido concebido como un factor que genera una alta victimización individual y colectiva.

Inicio mencionando esto, ya que al estudiar la presencia y el geoposicionamiento de los aproximadamente 2.400 hombres en armas (la Fuerza Pública estima su red urbana en aproximadamente 2.300 individuos) a nivel nacional, se evidencia la relación con prácticas o rentas ilícitas que involucran graves afectaciones de carácter ambiental.

Ejemplo de ello es como en zonas de presencia histórica de esta guerrilla, como en Norte de Santander, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) lo ubica como el tercer departamento con la mayor cantidad de hectáreas sembradas con cultivos ilícitos en Colombia, actividad que amenaza los bosques por medio de su tala y deforestación, en la procura de ampliar las zonas para el cultivo de cocaína.

Si bien el ELN en sus medios oficiales (voces del ELN) presenta una retórica ecológica, así como frecuentes críticas en contra del Fracking, la extracción minera y los proyectos hidroeléctricos; en la práctica, es una gran generadora de afectaciones medioambientales, entre otras, porque ha promovido la consolidación de economías ilegales alrededor de empresas madereras y de minería ilícita.

Sobre esta última, se puede anotar una cadena de afectaciones ambientales, como se referenció en anteriores publicaciones, el interés de esta guerrilla por la extracción minera clandestina con medios rudimentarios ha generado inmensas afectaciones en las regiones intervenidas, transformándose en zonas infértiles, entre otras, por el uso de mercurio que actúa como un contaminante de las fuentes hídricas, con lo que genera un lento envenenamiento de las poblaciones que se abastecen de ellas.

Por supuesto, para esta guerrilla y en general para los grupos armados ilegales, la variable central de su actividad está en la consolidación de rentas y en el amasamiento de fortunas de extorsiones sobre el aparato productivo legal. Sumado a lo anterior, se encuentran los constantes ataques sobre la infraestructura petrolera instalada, en particular a los oleoductos, que genera enormes derramamientos de crudo y que terminan contaminando las fuentes hídricas. El ataque registrado en febrero del presente año en el río Catatumbo, ejemplifica una práctica que se ha vuelto habitual en las últimas décadas. Tradicionalmente se ha argumentado que estas acciones tienen el fin de destruir los capitales extranjeros e “imperialistas” que operan en el país, hoy es claro que su interés está en generar retoricas de presión armada sobre las compañías petroleras y sus contratistas para el cobro de “impuestos” ilegales. En otras palabras, presionan el pago de extorsiones.

De manera que, las zonas de accion del ELN además de generar problemas asociados a la violencia y su impacto sobre la población, ha consolidado a lo largo de las últimas décadas una lógica nociva en contra del medio ambiente que se traduce por medio de la deforestación frente a cultivos de coca; el derrame de crudo en fuentes hídricas y la minería ilegal, cuyo impacto se mide términos de quinquenios y décadas.

Dicho lo anterior, es relevante señalar que la desideologización de las agrupaciones guerrilleras frente a elementos de economía criminal es un hecho fehaciente. La línea argumentativa que se ha presentado a lo largo de las tres publicaciones, evidencia como la disposición armada del ELN a nivel nacional, en siete Frentes de Guerra rural más el frente Urbano, actúan bajo una dinámica confederada en la que no existe una acción unitaria y coordinada bajo una estructura central, lo que ha permitido que los mandos medios y las generaciones más jóvenes de sus cabecillas disten de una agenda política o de una voluntad real de negociación, por cuanto, las rentas que permiten las economías ilegales se sobreponen a cualquier interés ideológico. Así, aunque la consigna política y discursiva dice apoyar una salida negociada al conflicto, la defensa del ambiente y la lucha por una causa ideológica; en la práctica se ha consolidado un control de comandantes con influencia regional, capacidad de coerción y medios de poder, que a diferencia de las FARC, poseen un mayor nivel de autonomía.

Por ello y como se ha evidenciado en el proceso de posacuerdo con las AUC y las FARC, el componente económico y el control de rentas ilegales supera el dogmatismo ideológico. Cualquier negociación o proceso futuro debe estar mediado por una solución estructural a las economías regionales, la generación de oportunidades para la juventud, una política de disminución efectiva de los cultivos ilícitos y en general la presencia efectiva del Estado.    

jspachecoj@hotmail.com

 

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