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Haciendo País

En el Patía seguimos avanzando en la construcción de paz

Isabel Cristina Ruano
27 de agosto de 2020 - 08:24 p. m.

“Acá no se hizo nada, acá no se clavó ni la primera estaca para hacer una construcción digna”, Ramiro Cortés – Exguerrillero del ETCR Aldemar Galán.

En 2016, 230 exguerrilleros y exguerrilleras pertenecientes al Frente 29 que operaba en los departamentos de Nariño y parte del Cauca, y al frente octavo que operó en el sur del Cauca (Patía, Balboa y Tambo), iniciaron el proceso de movilización a los puntos de pre agrupamiento. En ese momento llegaron a la Zona Veredal Transitoria de Normalización ZVTN, ubicada en el municipio de Policarpa, corregimiento Madrigal, vereda Betania y sector La Paloma.

Para ese momento, las zonas debieron tener construcciones básicas con condiciones dignas para la población en proceso de reincorporación, sin embargo, pese a estar un año en este territorio, las construcciones temporales nunca se llevaron a cabo.

De esta forma, con equipos de campaña, herramientas y los aprendizajes de la guerra, exguerrilleras y exguerrilleros, junto con la comunidad, hicieron las adecuaciones de alojamiento, aprovisionamiento de agua y el mejoramiento de la vía para acoplar el espacio. Debido a algunas dificultades de seguridad y al incumplimiento de los Acuerdos, seis meses después (25 de noviembre del 2017), la gente tomó la decisión de desplazarse al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación del corregimiento el Estrecho, ubicado en el municipio del Patía en la vereda La Barca, cerca de la vía Panamericana, a dos horas del capital de Nariño y de la capital del Cauca. Soñaron que allí sería más fácil vivir, sin embargo, las condiciones fueron las mismas que en Madrigal.

La situación hoy en día es compleja. Este es un territorio que ha tenido muy poca inversión en vivienda, educación y proyectos productivos; aun así, la gente empezó inicialmente a construir viviendas tipo “cambuche”, hechas en plástico, lona, carpa y algo de madera; luego con el pasar del tiempo, empezaron a construir sus casas, teniendo todavía dificultades de agua potable y de energía eléctrica.

“¿Qué es lo que pasa?” Se preguntan las y los habitantes de este territorio. Los gobiernos nacional, departamental y local eran los encargados de las construcciones y campamentos donde la población en proceso de reincorporación iba a permanecer después del proceso de dejación de armas, hubo una hoja de ruta trazada en las negociaciones de La Habana pero la falta de voluntad política impidió llevarla a cabo. Para el caso del Madrigal argumentaron que era imposible garantizar las condiciones debido a la distancia, a las dificultades con la legalización de los predios y otras razones por las cuales no se pudo realizar el proceso. Con el gerente de las Zonas Veredales y con presencia de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz – OACP- se hicieron seis compromisos, con fechas establecidas y conclusiones para empezar con las construcciones y condiciones dignas, lamentablemente ningún compromiso se llevó a cabo y fueron solo ilusiones para la gente.

En la actualidad, en esta zona habitan mujeres, hombres, niñas y niños que le apuestan a la paz, esa que se hace con sus mismas manos, con sus sueños entrelazados con los de la comunidad, así les ha tocado y lo han hecho. Ahora tienen un proyecto pequeño de gallinas ponedoras liderado en su mayoría por mujeres y una iniciativa productiva de limón tahití, proyecto al que le dieron viabilidad por la inversión colectiva que hicieron de su bancarización.

Pese a su compromiso con el Acuerdo y a su voluntad inquebrantable, esto no ha sido suficiente. Se requiere del compromiso de la sociedad y de las instituciones, principalmente de los gobernantes que tienen la potestad de decidir y cumplir con su responsabilidad, de responder a las zonas más apartadas y abandonadas en el Cauca y Nariño.

Por Isabel Cristina Ruano

 

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