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Marcha del 26 de julio: el poder transformador de la paz

Columnista invitada
26 de julio de 2019 - 08:29 p. m.

Por Esperanza Hernández Delgado*.

La paz tiene poder y es transformador. En muchas ocasiones, en contextos amenazados y devastados por el impacto de distintas violencias, una paz empoderada hace posible lo aparentemente imposible. Experiencias nacionales e internacionales, registradas en diversos momentos históricos así lo evidencian.

En Chile, a finales de los ochenta, el invencible régimen de Pinochet fue derrotado en su pretensión de prolongarse en el poder por diez años más, cuando once partidos políticos, ONG, la Iglesia Católica y los chilenos en general, se organizaron para resistir pacíficamente a la prolongación de la dictadura, logrando una transición hacia la democracia.

En Suráfrica, a comienzos de los noventa, Mandela, líder de la resistencia de la mayoría negra de este país, luego de 27 años en prisión, inició un proceso de paz exitoso con el presidente Federick De Klerk, que cuatro años después, alcanzó un acuerdo final de paz para finalizar al régimen del apartheid y convocar a elecciones democráticas que permitieron a las comunidades negras votar por primera vez y llevar a Mandela a la Presidencia.

Colombia representa un caso especial. Violencias recurrentes han hecho presencia a lo largo de su territorio, desde las estructurales de la marginalidad y la exclusión, hasta la directa del conflicto interno armado; pero también, hallazgos de investigación para la paz han mostrado que en los últimos cincuenta años, ha surgido en este país, un universo significativo de experiencias de construcción de paz, que dan cuenta del poder transformador de la paz.

Desde las regiones, pueblos indígenas y afrodescendientes, comunidades campesinas, organizaciones de mujeres, víctimas y jóvenes, sectores que han sufrido el mayor impacto de las violencias y en los que han surgido los líderes sociales, se han organizado desde métodos pacíficos para proteger mínimos vitales: la vida, en su comprensión más amplia, las culturas, los territorios, la autonomía o a la autodeterminación, y en general, el derecho a la paz. A su vez, luego de valiosos esfuerzos que desde 1982 se propusieron encontrar una solución negociada al conflicto armado, en un contexto de escepticismo y polarización, entre 2010 y 2016, el gobierno Santos y las Farc, la guerrilla más antigua y consolidada del continente, iniciaron un proceso de paz que en su etapa de negociaciones de paz alcanzó un acuerdo final de paz. Así colocaron fin a una dolorosa confrontación armada, prolongada por más de medio siglo, y sentaron importantes bases para la transformación en el mediano y largo plazo, de las causas generadoras de este conflicto y la consolidación de una paz estable y duradera. Aunque este proceso de paz, ha sido reconocido por expertos nacionales e internacionales como el más exitoso, integral y genuino, dentro de los que han existido en el mundo; no ha logrado hasta el momento el reconocimiento de algunos sectores políticos y sociales de este país, y algunos de estos se han convertido en sus mayores opositores.

En la etapa del posacuerdo, entendida como la transición entre la firma de un acuerdo de paz y su implementación, este país ha evidenciado de un lado, la preocupante amenaza a los logros alcanzados en el proceso de paz, la ruptura del proceso de paz con el ELN y el incremento de indicadores de violencia, reflejado en el asesinato de 700 líderes sociales y 135 excombatientes de las Farc, y el copamiento y la disputa en los territorios que dejaron las Farc, entre grupos insurgentes activos, disidencias, autodefensas o paramilitares y sectores del narcotráfico.

Pero también, del otro lado, como expresión del poder de la paz, se ha hecho visible, el  surgimiento de plataformas y expresiones de movimiento por la paz, que se han propuesto avanzar en la solución negociada del conflicto armado y defender la paz, como “Paz Completa” “Mesa social” y “Defendamos la paz”. En el caso de Defendamos la paz, surge como propuesta amplia y plural, que integra a representantes de distintos partidos políticos y sectores sociales, Iglesias, artistas, académicos e intelectuales de las regiones y la nación, que se sienten identificados con un único propósito: la defensa de la paz. En esta perspectiva, ha propuesto hacer ruptura a la indiferencia, resolver de manera pacífica la conflictividad, y defender y empoderar la paz en Colombia. Como una primera acción, ha convocado para este 26 de julio, a una movilización nacional e internacional que evidencie el rechazo al asesinato de los líderes sociales y de la vida en general; y al mismo tiempo, reconozca el valor de estos líderes en las democracias y la construcción de la paz.

Las experiencias destacadas evidencian que Colombia no está atada irremediablemente a la violencia, y que la paz ha hecho presencia en este país, mostrando las posibilidades de su poder transformador.

*PhD en Paz, Conflictos y Democracia de la Universidad de Granada España. Académica e investigadora para la paz, vinculada actualmente con la Universidad de La Salle. Email: eehernandez@unisalle.edu.co

 

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