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Haciendo País

Memoria innombrable

Juliana Bustamante Reyes
24 de febrero de 2019 - 08:33 p. m.

Finalmente se dio el temido nombramiento. El Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), una de las pocas entidades estatales de alto prestigio en sectores académicos e intelectuales dentro y fuera de Colombia, quedó a partir del martes en manos de un historiador converso, que niega el conflicto armado en el país y que, por lo tanto, desconoce el rol de las víctimas en la construcción colectiva de nuestro relato histórico. La llegada de Darío Acevedo al CNMH es la culminación de un pulso que se dio por varios meses entre, de un lado, el Gobierno y la derecha, y, de otro, buena parte del sector académico e intelectual en Colombia, en el cual, como era de esperarse, prevalecieron quienes ahora se encuentran en el poder.

¿Qué vendrá ahora con esta designación? Las posibilidades son muchas y muy poco alentadoras. Ya empezamos a ver reacciones concretas: las organizaciones de derechos humanos y de víctimas no pueden confiar en un Director que niega el conflicto porque, al hacerlo, les quita de inmediato su calidad de víctimas del mismo y, por lo tanto, su relación con el Centro pierde sentido. Varias de las organizaciones que los representan, con razones de sobra, han anunciado que retirarán la documentación que hasta ahora han aportado, pues no sienten que tengan garantías de que su manejo será serio, técnico e independiente. Las advertencias del nuevo Director no se han hecho esperar; que no crean que es tan fácil pedir la información de vuelta. La fragilidad de nuestras instituciones que como el CNMH habían logrado construir con las víctimas lazos de confianza, en gran medida gracias a los esfuerzos de paz del gobierno anterior, es hoy más evidente que nunca.

Con la negación del conflicto, no es claro lo que podría hacer el Centro ahora con la información que las víctimas entregaron con ocasión de tener esa calidad. Si el conflicto no existe, si la verdad que se manejará en adelante es la de los textos de Santillana inspiradas por los párrafos introductorios del Plan Nacional de Desarrollo que reducen la historia de Colombia al antes y después de Álvaro Uribe Vélez, ¿para qué quiere el nuevo Director del Centro esa información? Ése es precisamente el peligro que ahora avizoramos. Esa información que podría servir para construir la narrativa plural de nuestra historia y sus múltiples facetas e interseccionalidades, al negar el conflicto, solo termina siendo fuente de riesgo para las víctimas, de discriminación, estigmatización, hostigamiento, persecución, en fin, una nueva forma de revictimizar a quienes de buena fe le apostaron a la paz y a la reconciliación.

Una de las más eficaces formas de adulterar la memoria histórica de una sociedad la da el propio lenguaje; en efecto, la negación, prohibición o variación en el uso ciertos términos y expresiones, terminan obligando a la gente a buscar otra manera de nombrar las cosas, alterando el sentido de lo que se quiere decir y de lo que se quiere recordar. Si, como este nuevo poder pretende, cortamos de tajo palabras o conceptos como conflicto, género, diversidad, protesta social, combatientes, justicia restaurativa y verdad plural, estaremos hablando de un país en el que se presentan hechos de violencia sin causas de fondo; donde no hay grupos vulnerables distintos a las mujeres; en el que los ciudadanos deben plegarse incuestionablemente a la voluntad del poder, el cual puede acabar con cualquiera que se le enfrente, utilizando la retaliación como única forma de justicia; y cuya verdad oficial es la que le permite mantener ese estado de cosas. Este escenario de memoria histórica es una contradicción en sí mismo. Y si a esas pretensiones le sumamos aquélla que el partido pretende promover de censurar la libertad de cátedra, cerramos el ciclo de una memoria, no amenazada, sino condenada a desaparecer.

Ante esta abrumadora realidad, la sociedad civil, la academia, los ciudadanos informados e interesados en construir una cultura de paz a partir de reconocer lo que hemos sido y lo que hemos vivido, hoy más que nunca necesitamos organización para rodear las iniciativas que ya están surgiendo en torno a la defensa de la paz, y trabajar juntos para proteger nuestra memoria y nuestro relato histórico aprovechando el gran legado que el otrora Centro de Memoria Histórica nos dejó. Las entidades del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, necesitan el espaldarazo de tantos que creemos en ellas como vehículos hacia la construcción de un mejor país que, en primer lugar, debe reconocerse como es y nombrar a las cosas como son.

 

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