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Haciendo País

Paz y calculadora política

Vera Grabe
03 de septiembre de 2017 - 02:02 p. m.

Aclaro que no soy amiga de las Farc, y que poco hemos sido de sus afectos quienes venimos de la historia del M-19. En todos estos años siempre hubo un gran esfuerzo por querer un proceso de paz que no se pareciera al nuestro. Aun hoy se prefiere mirar la experiencia internacional que la propia. Los procesos de paz de los años 90 se tienden a borrar como parte de una historia de paz de este país. No comparto esa visión porque uno siempre aprende de la experiencia, incluso para hacerlo mejor o distinto.

Sin embargo, no puedo quedarme callada y dejar de manifestar mi asombro ante la total ausencia de los candidatos y políticos colombianos de todos los signos a hacer siquiera una visita y presencia temporal en el congreso fundacional del partido de las Farc. Creo que todos fueron invitados.

A todos se les llena la boca al hablar de la paz. De muchas maneras, para todos, la paz es uno de sus temas. Pero pareciera que se olvidan que la paz significa alguito de inclusión y apertura mental a que otros, distintos, entren a la arena política. Me imagino que no fueron ni se asomaron por físico cálculo electoral y miedo a quedar untados o ser vistos en compañía de las Farc en transición a ser partido político legal. Era más fácil ir a la mesa de negociaciones o a los campamentos, porque al fin y al cabo allí se estaba en orillas distintas. Son como el que quiere la democracia, pero le fastidia su olor y su sudor porque ¡qué horror tanta gente! Igual la paz: ¡qué buena la paz, pero que no me altere el orden y la parcela en que me muevo!

Al leer tanto comentario sobre el tema, a veces tengo la sensación que muchos políticos preferirían que las Farc hubiesen seguido en la guerra porque así estarían por fuera del escenario en que se compite por el favor popular. Y ahora se cuidan para no ser asociados con esos exsubversivos con discursos estridentes y seguro demasiado radicales para su gusto. No han sabido dimensionar un evento histórico como la fundación de un nuevo partido producto de un acuerdo de paz. Seguro muy distinto en ideas y actitudes a las suyas. Se han quedado en el cálculo y la conveniencia. Que poca confianza y qué poca fuerza tienen que un saludo o una visita los puede desperfilar y refundir ante el potencial electorado.

Se me podrá decir que soy muy ingenua y que se me olvida que la política, más que buena voluntad e ideas, es matemática pura y dura. Pero pregunto si acaso la paz no es ser un poco generosos y dar la bienvenida a nuevos actores e ideas, así no las compartamos. No solo en discursos sino en gestos.

Paz es generosidad e inclusión en serio, sin negar la competencia. Es ampliar espacios. Es tener menos miedo y más grandeza. El problema de la política no es sólo la corrupción y el desgaste de los partidos que ahora lleva a los candidatos a recoger firmas y a no querer ser asociados con su filiación de origen, sino una perspectiva más allá de sus propios intereses. Si no ven más allá de sus conveniencias, no ven el horizonte y poca será su contribución a una visión de país en democracia y paz.

 

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