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¿Realmente ha vuelto un tercio de los exguerrilleros al conflicto?

Kyle Johnson
09 de junio de 2019 - 05:10 p. m.

Hace pocos días Reuters publicó una noticia preocupante en términos de seguridad: a la fecha el 33 por ciento de los exguerrilleros de las Farc han reincidido formando parte de grupos disidentes. Citando documentos de inteligencia de la Fuerza Pública, el artículo dice que hay 2.300 disidentes, de los cuales 2.000 serían exguerrilleros que se desmovilizaron, pero volvieron a las armas, pues ya había 300 disidentes en noviembre del 2016, un mes antes de que empezara el proceso de dejación de armas de las Farc. El problema es que las cifras y el cálculo usado para llegar a este 33 por ciento son erróneos, una cifra más acertada de exguerrilleros reincidentes en disidencias se acerca más a la mitad: como máximo un 17 por ciento.

Uno de los problemas más claros del texto es que no se incluye una cifra de cuántos de esos 2.300 disidentes son nuevos reclutas, quienes nunca hicieron parte de las Farc. En un tuit, una periodista de Reuters afirmó que los documentos en los cuales se basaron para escribir el texto señalan que estos nuevos reclutas son 300. Por lo tanto, el número de disidentes posiblemente reincidentes es de 2.000.

De estas 2.000 personas, el artículo señala que 300 ya hacían parte de una disidencia en noviembre 2016, por lo cual el posible total de exguerrilleros ahora disidentes es de 1.700. Es importante tener en cuenta que la Fuerza Pública argumenta que estas 1.700 personas dejaron sus armas, pero volvieron a integrarse a grupos armados, lo cual implica que la reincorporación y/u otro aspecto de la implementación del acuerdo de paz está fallando. Sin embargo, cabe anotar que una buena proporción de ellos nunca se desmovilizaron como tal, y por lo tanto no han reincidido como afirman las autoridades.

Volviendo a las cifras, este número de 300 disidentes en noviembre del 2016 es problemático por dos razones principales. Se supone que se refiere a las disidencias en los llanos orientales donde, en noviembre del 2016, de hecho, solo existía la del primer frente. Fue en diciembre del 2016 que las Farc expulsaron a Gentil Duarte, Jhon 40, Euclides Mora y otros dos comandantes, quienes crearon las disidencias del frente séptimo (que también incluía al frente 62) y las de los frentes 16 y Acacio Medina, quienes, en su momento, se unieron al primer frente. Entonces, no está del todo claro si estos 300 incluyen solamente a los del primer frente o también los expulsados en diciembre del 2016. Sin embargo, en el peor de los casos, ese número podría subir a 400 personas.

El segundo problema y el principal con la cifra de 300 disidentes existentes antes del proceso de dejación de armas es que había también disidentes en Tumaco y la costa pacífica de Nariño en ese momento. Aunque las Farc lo intentaron negar en su momento, en noviembre del 2016, había alrededor de 500 miembros de la columna móvil Daniel Aldana que ya eran parte de las disidencias. Dado que la mayoría de ellos provenía de Los Rastrojos, para luego ser reclutados por las Farc, había algunos analistas que no los contaban como disidentes. Los incluyo en este conteo porque estas 500 personas hoy en día hacen parte de grupos como las Guerrillas Unidas del Pacífico y la Gente del Orden, quienes están a su vez incluidos en los 2.300 presentados por la Fuerza Pública. Además, las Farc después del 2012 los reconocían como miembros de la guerrilla y milicianos, fueron ellos los que asesinaron a Don Ye, el líder de las disidencias de Tumaco en ese momento, supuestamente por robar dinero de la organización, así como a varios combatientes rasos por desertar: es decir, las Farc les aplicó castigos reservados para sus miembros.

Queda claro entonces que entre 800 y 900 miembros de la guerrilla en noviembre del 2016 ya no hacían parte de las Farc. Al sumarlos a los 300 nuevos reclutados, se concluye que la mitad de los 2.300 disidentes no pueden ser exguerrilleros que se desmovilizaron y reincidieron porque simplemente nunca hicieron parte del proceso de dejación de armas. La cifra entonces de los que podrían ser reincidentes ya baja a entre 1.100 a 1.200. Aunque la reincorporación y la implementación tienen serios problemas, no se les puede atribuir el crecimiento de las disidencias en tal magnitud. Y es que hay otras causas como peleas internas de la guerrilla, la atracción por el dinero fácil, la desconfianza en el Estado y la fieldad a ciertos mandos medios, por ejemplo.

Aplicando un poco de matemática, se puede concluir que la mitad de los 2.300 miembros de las disidencias de las Farc que existen hoy en día nunca dejaron sus armas. Por lo tanto, es factible plantear que por mucho solamente la mitad de los disidentes son realmente reincidentes.

Ahora bien, si tomamos esta cifra, y la dividimos entre los 6.804 guerrilleros que dejaron sus armas, llegamos a un 17 por ciento, una cifra por demás un poco más alta que otras estimaciones. Sin embargo, hay alrededor de 13.000 miembros acreditados de las Farc incluyendo milicianos y excarcelados. En este caso, el porcentaje se acerca al 9 por ciento.

Pero no es solamente el número de reincidentes lo que nos debería preocupar. Quien reincide es también importante: un mando medio puede movilizar a más exguerrilleros que un simple combatiente raso, pero ambos cuentan como una sola persona. La cifra de nuevos reclutados es fundamental también, pues esta seguirá aumentando lo cual es un indicador de cierta remanencia de la violencia y el conflicto en las nuevas generaciones.

Es claro que estas cifras deben preocuparnos y llevarnos a tener en cuenta tres políticas importantes para que no sigan aumentando. En primer lugar, hay que seguir fortaleciendo el proceso de reincorporación. Aunque su pobre implementación no explica todo el fenómeno de reincidencia, es un factor que tiene gran influencia. El gobierno ha venido trabajando en ello pero es claro que se necesita continuar reforzando este tema. En segundo lugar, la seguridad jurídica es otro elemento importante incluso para los combatientes rasos. Ahora que las objeciones a la JEP han caído, el gobierno debería dejar de obstaculizar a la JEP y asegurar que cumpla con su mandato. Este tribunal no solamente funciona en relación a los derechos de las víctimas sino que provee la seguridad jurídica necesaria para prevenir que los guerrilleros vuelvan a las armas preocupados por su estatus jurídico. Finalmente, se necesita trabajar con mayor ahínco en la prevención de reclutamiento en los lugares donde hacen presencia las disidencias. Es de esperar que a medida que pase el tiempo estos grupos armados engrosen sus filas con un porcentaje cada vez mayor de nuevos reclutas, y antes que esto ocurra a mayor escala, hay que brindar medidas de prevención y protección a la población de estas áreas del país.

Kyle Johnson es analista para Colombia de International Crisis Group.

@KyleEnColombia

 

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