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Haciendo País

Reflexión y confluencia después del acto terrorista

Fabiola Calvo
24 de enero de 2019 - 07:44 p. m.

¿Vendrá la política del garrote? ¿Más guerra? ¿Más muertes? Y ¿los derechos políticos de la ciudadanía? ¿Utilizarán los corruptos, los acusados de vínculos con el paramilitarismo este acto para tapar sus fechorías? Y ¿la paz, la paz, la paz?…

El terrorismo nunca ha sido ni será un método de lucha. Es condenable desde cualquier esquina y por cualquier actor, se puede convertir en una bola de nieve en la que se ha visto y seguirá viendo involucrada la sociedad civil. ¿Por qué la cerrazón del gobierno de cerrar todas las puertas al diálogo y más bien profundizar una guerra con miles de muertos, desparecidos, desplazamiento, secuestros, torturas, exilio? ¿Por qué el afán de involucrar en esta crisis a un país garante que ha prestado sus buenos oficios? ¿Buscan una guerra en la región?

Lo grave de esta acción, son las consecuencias para la raquítica democracia colombiana, que la combate la derecha invocándola desde la Constitución, según dicen, para salvar a Colombia. ¿Alguien me puede definir qué es Colombia? Porque en Colombia estamos una suma que pensamos diferente a esa suma que solo piensan en la guerra y, todo hecho que indique camino de paz es mostrado por ellos como una entrega al terrorismo (refiriéndose a la negociación con las Farc). Es una mezquindad. Entonces, ¿de qué Colombia nos hablan?

Tanto el acto terrorista como la actitud amenazante y guerrerista del gobierno no ayudan a un camino de paz. Es el gobierno quien tiene todos los instrumentos en la mano, incluida la diplomacia que desafortunadamente está usando para enfrentarse a países vecinos y hacer parte de la desestabilización de la zona.

Las negociaciones se hacen con el enemigo, frase manida pero pateada. Lo que se puede leer es que al gobierno de Iván Duque y el ELN hablan en la lógica de la guerra y en esa lógica quedamos inmersos hombres y mujeres que apostamos por una salida a partir del diálogo.

El movimiento social no puede sucumbir al miedo que pretenderán imponer para que no utilice el espacio público, no hable, no denuncie, no se organice, desista de la movilización, no exija sus derechos. No podemos regresar al plagio de derechos de décadas anteriores.

No podemos desistir a la exigencia de la renuncia de los corruptos, hablemos de un Néstor Humberto Martínez (que hoy pretenden mostrar como un héroe), a exigir la defensa de la vida de los líderes y lideresas sociales.

La sociedad colombiana con sus múltiples matices debe dilucidar entre el dolor que producen los actos terroristas, del chantaje y utilización emocional que de ello hacen algunos políticos. ¡Vaya canallada!

El movimiento social ha expresado su repudio al terrorismo y su acompañamiento a las víctimas y sus familias. Organizaciones defensoras de derechos humanos, las ocho plataformas de la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, organizaciones cívicas, sindicales, gente que ama esta tierra y quiere la paz, que sigue padeciendo las consecuencias de una confrontación armada

Ya sabemos que un proceso de paz es difícil –también frase ajada pero cierta- y el que intentamos en Colombia es débil, pero sigue en maltrecha marcha pese a los incumplimientos del gobierno. No podemos dejar que se lo lleve la corriente, esa corriente que clama por la guerra y cuando le interesa se viste de cordero.

Nos corresponde buscar la calma, la reflexión sin perder la esperanza y seguir trazando rutas que confluyan. Necesitamos darles un giro a estos zigzags en la larga construcción de la paz y en este quehacer contamos mucho las mujeres con conciencia de sí y para sí, con conciencia de derechos.

 

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