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Haciendo País

¡Vamos al charco!

Columnista invitada
29 de noviembre de 2019 - 11:39 p. m.

Por: Johana Ortega, Ximena Correal Cabezas y Zulma Arboleda.

Son las 4:30 p.m. del 1 de noviembre de 2019. Luego de casi 8 horas de trayecto de Medellín a la vereda Carrizal, llegamos.

La vereda Carrizal está ubicada en el municipio de Remedios hacia el nororiente del departamento de Antioquia. Una vereda localizada muy adentro del territorio colombiano, donde las vías (como muchas de las vías del campo del país), no están pavimentadas, donde el agua no es potable, no hay centro de salud, donde hay problemas en el manejo y la disposición de residuos sólidos y lo poco o mucho que logra hacer, se debe al esfuerzo de la gente de la zona. Vías de barro, de piedras, vías que juntan pero que a la vez aíslan.

Este territorio ha sido históricamente ocupado por las guerrillas, las marcas en las casas dan cuenta de la presencia histórica de lo que fue el Frente 4 del Bloque Magdalena Medio de las FARC-EP y del Frente José Antonio Galán del ELN. Su presencia es tan antigua en la zona como la vereda misma, la cual empezó a poblarse con campesinos y campesinas desplazados por la violencia paramilitar de los 80’s en el Magdalena Medio.

Esta zona ha vivido y vive de cerca la guerra. Remedios enfrentó el 2 de agosto de 1997 una de las masacres más recordadas en la cual el comando paramilitar GAN asesinó a 7 personas. “El objetivo del GAN era erradicar el pensamiento y la acción colectiva de miembros de la Unión Patriótica (UP), organizaciones de derechos humanos y movimientos sindicales, juntas de acción comunal y demás entidades que tuvieran vínculos con activistas de izquierda, a través del desplazamiento forzado y el asesinato”, como se publicó en el portal Verdad Abierta. Muy cerca de Remedios, en Segovia, el 11 de noviembre de 1988 ocurrió una masacre que dejó cerca de 46 personas muertas y varios heridos, masacre liderada por Fidel Castaño. El objetivo era eliminar a todos los simpatizantes de la Unión Patriótica, fue uno de los primeros atentados paramilitares del país, como lo ha documentado el Centro Nacional de Memoria Histórica.

La gente de Remedios y con ello de la vereda Carrizal viven de la minería: “todo gira alrededor de las minas y su explotación… La producción agrícola es escasa”, según el portal de la Alcaldía de Remedios. No hay seguridad alimentaria, el mercado local de verduras de frutas y verduras es costoso.

En esta vereda, en Carrizal, se encuentra el espacio territorial de capacitación y reincorporación Juan Carlos Castañeda, espacio habitado por población exguerrillera de lo que fueron los frentes 4, 20 y 24, y sus familias; frentes que se desplazaban entre la Serranía de San Lucas y las selvas del Magdalena Medio en el nordeste antioqueño, el sur de Bolívar y Santander.

El ETCR Juan Carlos Castañeda y su gente

Caminamos por las diferentes calles que conforman el ETCR, intentando buscar a compañeras del comité de género del espacio. Los comités de género han sido formas de organización interna de mujeres y hombres convencidos de la necesidad de trabajar alrededor del fortalecimiento de los

liderazgos de las mujeres, de la promoción de acciones de cuidado y del trabajo en prevención de violencias de género. Se crean luego de la firma del Acuerdo de Paz, y una vez establecida la Comisión Nacional de Mujer, Género y Diversidades de FARC.

La primera que nos recibe es Sandra, una mujer aguerrida que luego de varios cambios asume el liderazgo de "los temas de género" en la zona. Nos encontramos también con Olga, con Nancy, con Isabel, Margarita, Ninfo, y con Teo, todos ellos personas comprometidas con el proceso de paz y quienes con diferentes responsabilidades día a día tratan de que “eche a andar el espacio”, como lo dice Olga.

En el recorrido puerta a puerta invitando a la gente a participar en una jornada de trabajo sobre feminismo insurgente, cuidado y prevención de violencias, nos encontramos con dos niños de la zona a quienes invitamos a un espacio especial de cuidado para los niños y niñas mientras sus mamás participan en la jornada. Emocionados dicen que sí pero que, si van, tenemos que ir al charco con ellos. Nunca vamos.

Remedios está surcado por los ríos Mata, Ité, Tamar, Alicante, San Bartolomé, el Bagre, Honda y Pocuné. Algunos de estos ríos han sufrido los estragos de la minería y se encuentran contaminados de mercurio. Allí, o mejor, en un charco cercano, juegan casi todos los días los niños y niñas de esta zona, en una porción de agua que resume el olvido estatal, que se convierte en casi el único espacio de entretenimiento que tienen en el espacio territorial. En mayo de 2017, la Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño (Cahucopana), como parte del Comité de Acompañamiento de la sociedad civil al Mecanismo Tripartito y del Comité Territorial de Paz y Acompañamiento Humanitario del Nordeste Antioqueño, reportaba que “en el marco de unos talleres ambientales el SENA realizó un estudio informal, que arrojó que el agua suministrada para el campamento [antigua zona veredal, ahora ETCR], se encuentra contaminada de mercurio, siendo una preocupación debido a que se intentó identificar por parte de los mismos guerrilleros la fuente de agua que suponían estuviera menos contaminada en el sector. A pesar de esto, el agua tiene un tratamiento de descontaminación, pero mantiene unas características de contenido de sedimentos y color turbio”.

Otro de los lugares de entretenimiento para la niñez es Macondito, el espacio de cuidado que en una de sus paredes tiene pintado a Gabriel García Márquez, iniciativa de Cristina, espacio dotado por la misma gente a la que con mucho esfuerzo la comunidad de la zona intenta darle vida para sus niños y niñas.

Los dos días de trabajo con la gente de Carrizal nos permiten intercambiar experiencias con mujeres maravillosas como Gloria y Arledys, integrantes de la junta de acción comunal de la vereda La Cristalina, quienes junto con el apoyo de Yoana y Sandra, siguen organizando su comité de mujeres, tienen iniciativas productivas, ganas de seguir estudiando y de seguir apostándole a la paz.

La actividad de cierre fue una fogata que Teo, con el entusiasmo que lo caracteriza, inició. Fogata de brujas, de celebración para los niños y las niñas, protagonistas de la noche, que animaron, bailaron, cantaron y compartieron con lxs adultxs el trabajo que hicieron con la profe Marsela de la comisión nacional de cuidado de FARC. La noche culminó con un círculo de conjuros, sueños, esperanzas, anhelos de paz, reconciliación, justicia social y cumplimiento de los acuerdos de paz fueron expresados por todas y todos.

En el ETCR de Carrizal las cosas no pintan fácil, el agua deben racionalizarla porque se les dañó una turbina que ya la ARN dijo que no volvía a reemplazar (al aparecer se ha dañado varias veces). El clima es tropical y cuando llueve el agua se empoza en las canaletas ocasionando olores fuertes y siendo propicios para las moscas y los zancudos, así como para la generación de enfermedades de piel, gastrointestinales, gripas y paludismo. En la zona han abandonado perros y gatos, y como muchos de ellos no están esterilizados, probablemente se continúen reproduciendo. Ellos hacen sus necesidades por la zona y esto complejiza el tema de la higiene al que debe prestarse le atención. No hay servicio de salud, el hospital más cercano queda en Remedios a 3 horas del ETCR.

No obstante, la comunidad resiste, tiene muchas ideas, quiere llenar de sentido su territorio. Los esfuerzos de Olga en la incidencia política, de Teo con jóvenes, con mujeres en ejercicio de prostitución, con los niños y niñas en el tema ambiental; de Ninfo con las iniciativas productivas; y de Sandra impulsando el comité de género; son apenas algunos de los que intentan mantener la cohesión en esta comunidad. Teo nos cuenta orgulloso que, como una iniciativa de memoria, todos los árboles del ETCR tienen nombre de un caído o caída en combate, así como alguien que lo apadrina. Nos muestra el catálogo en el que a mano han venido construyendo estas memorias.

Al interior del ETCR se ven carteles que salen de los estatutos del partido FARC para cuidar los espacios colectivos. Ninfo, quien hace parte de la dirección del espacio, nos mostraba también el esfuerzo de algunos en la siembra de piña, arroz, ahuyama y aguacate, para luego venderla en la zona. Catalina nos contaba sobre la iniciativa de algunas mujeres en la huerta, en la cual van a sembrar tomate, cebolla y cilantro. Esperan a corto plazo apostarle no solo al autoabastecimiento, sino a contribuir con la economía local.

Aunque los retos son muchos, la gente del ETCR y comunidades aledañas resisten al recrudecimiento de la guerra, creen en que las cosas pueden cambiar y se hacen a mano, con mucho esfuerzo, con la presencia estatal más allá del Ejército, saben que requieren trabajo y que necesitan encontrarse. Las ganas están y las necesidades son compartidas.

 

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