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El proyecto que busca rescatar el sabor uitoto de Caquetá

Ninfa Herrera es una indígena uitoto que, mientras huía del conflicto armado, se dedicó a rescatar las recetas de sus antepasados para luchar contra la extinción de su pueblo. Ya tiene un emprendimiento gastronómico en Florencia y sueña con ofrecerles actividades turísticas a sus visitantes.

Camilo Pardo Quintero
23 de marzo de 2021 - 02:00 a. m.
El proyecto de Ninfa Herrera se llama Espacio Cultural Ancestral y Gastronómico. / Empropaz
El proyecto de Ninfa Herrera se llama Espacio Cultural Ancestral y Gastronómico. / Empropaz

Ninfa Herrera es una indígena uitoto de 49 años que nació en Solano, al sur de Caquetá, un municipio que, además de ser el más extenso del departamento, es el único que colinda con Putumayo, Amazonas y Guaviare; y es bañado por dos ríos, el Caquetá y el Apaporis. Le ha dedicado su vida a rescatar la memoria de su pueblo a través de la gastronomía y los relatos de una comunidad que se resiste a desaparecer. Con sus actividades culinarias, que lleva a cabo en su finca ubicada en la capital, Florencia, olvida los años de desplazamiento que le tocó vivir junto a su familia, luego de amenazas de las Farc, que la sacaron de su hogar e intentaron separarla de sus raíces.

Según estudios del Centro de Desarrollo Económico de la Universidad de los Andes, en todo Caquetá, entre 1995 y 2014, fueron desplazados forzosamente de sus hogares 14.775 personas. El 5 % de ellas vivían en Solano y una de ellas era Ninfa.

En 1996, con 24 años, a Ninfa y a su familia les tocó salir de su resguardo para buscar un mejor porvenir lejos de las amenazas de las antiguas Farc. Vivieron un tiempo en Montañita (Caquetá), sin tener mayor suerte, y el destino los hizo llegar a Florencia, la capital. Allí, Ninfa se encontró con la decisión de tener que vivir en un ambiente más urbano, alejada de sus raíces, pero con más posibilidad de estar tranquila.

“Siempre pensaba en eso con dolor, porque amo mi hogar, pero siempre recordaba cuando mi mamá me contaba acerca de hechos violentos que le tocó vivir en los años 50. Desde ese entonces había grupos armados que, si bien fueron evolucionando o cambiando de nombre, jamás se fueron. Nadie puede vivir con un miedo inacabable, eso no es vida. También ese fue uno de los motivos para no quedarnos en Montañita”, dice Ninfa.

En Florencia, Ninfa crió a tres hijas, pudo comenzar a estudiar y paulatinamente a desarrollar sus pasiones. Terminó el bachillerato, entró al SENA para formarse como técnica en Atención a Primera Infancia y, cuando el tiempo se lo permitía, cocinaba recetas ancestrales de los uitotos para llevar los sabores de su origen a todo lado.

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Con su formación técnica, pudo trabajar en proyectos de infancia y adolescencia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), donde vio que podría tener una vocación para el servicio comunitario, especialmente si en su vida podía mezclar la atención a niños y niñas con sus prácticas como uitoto.

“Nosotros llevamos varios años en vía de exterminio físico y cultural. Lo que no nos ha matado el conflicto armado lo ha hecho, sin duda, el olvido de muchas personas que prefieren marginarnos antes que preocuparse por nuestras vidas. Sin embargo, no estoy para lamentarme porque en mis manos tengo el privilegio de hacer crecer a mi pueblo por medio del servicio y la comida. A eso le veo un componente adicional, porque si nuestros sabores son del agrado de muchas personas, le daremos nuestro pequeño aporte a Caquetá, al hacerlo más visible”, narra.

En su primera línea de ingredientes siempre están los ajíes, la yuca brava y la piña. Con esta última prepara caguana, bebida indígena tradicional que es servida en hojas de plátano y tradicionalmente es ofrecida a los visitantes de cabildos como señal de bienvenida. Mientras que con la yuca, insumo fundamental según ella, acompaña los pescados y ajíes que prepara en distintas variedades.

Una decisión de vida

Cuando Ninfa definió a la cocina y al servicio como forma de vivir e instrumento para hacer que sus tradiciones prevalecieran, constituyó hace un par de años el cabildo Kgfene Murui, un espacio que se convirtió no solo en un emprendimiento para subsistir en el día a día, sino un pretexto para convivir con los uitotos que se fueran cruzando en el camino.

“En español, el nombre de nuestro cabildo significa ‘gente de centro’, aludiendo a que no nos desapegamos de nuestro origen y que todo lo que hacemos es gracias a las tradiciones que han perdurado a través de los siglos y han vencido nuestros destierros. Claro, esto es a la luz de nuestra cosmovisión”, comenta Ninfa.

De hecho, uno de los dolores que aún conserva es que ha visto a lo largo de los años cómo otros compañeros del resguardo han optado por ocultar de dónde vienen, por vergüenza. “He visto compañeras que dicen sentir pena por nuestra propia comida. Dicen que a nadie por estos días le dan ganas de probar recetas ancestrales, y hasta rudimentarias a su parecer, porque hay mejores propuestas. No lo entiendo, deberían sentirse bien y orgullosas porque lo que ofrecemos son platos de alimento que seguramente algún día nos harán conocidas en muchas partes. Muchas de ellas ya no están cerca a mí, pero no le cierro las puertas a nadie; el que quiera venir es más que bienvenido”, propone.

Si bien Ninfa trabaja en su emprendimiento gastronómico con personas de su cabildo, sus tres hijas son indispensables para que todo marche. Aunque no quiere hacer públicos sus nombres para este trabajo periodístico, dice que sin ellas no tendría las mismas motivaciones; a sus ojos, ellas, más que seguir su ejemplo, sienten la sangre uitoto con orgullo en todas las esferas de su vida. Con ellas vive en la finca La Reserva, zona rural de Caquetá, y no hay día en el que no quiera mostrar sus raíces ancestrales.

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“A mi proyecto le puse Espacio Cultural Ancestral y Gastronómico, un nombre un poco raro que se suma a la rareza de mi cabildo. Pero no pienso en lo que digan los demás sino en ofrecer constantemente, a todos los que me visitan, un plato delicioso y una sonrisa en la que se pueda reflejar mi pueblo. Desde hace un tiempo una de mis hijas administra y tenemos a un domiciliario que nos colabora con los pedidos que lleguen”, asevera Ninfa.

La propuesta gastronómica y de memoria que creó Ninfa llegó a oídos de Emprendimientos Productivos para la Paz (Empropaz) y de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo y la Paz (USAID). Desde allí, hace un par de meses, ha recibido cursos y talleres de finanzas, administración de empresas, innovación y economía, que han proyectado sus ideas para que lo uitoto no se quede, como dice ella, “en la sola sensación de comerse un plato, pararse y luego olvidar que estuvo aquí”.

En el espacio cultural de Ninfa se ofrecen pescados freídos y cocinados con especias amazónicas y acompañados por yuca brava y un vaso de caguana. Artesanalmente, junto con su equipo, prepara botellas de ají negro, que para ella son el acompañante ideal para probar el pescado frito y combinarlo con los más de 25 tipos de yuca que crecen en esta zona del país. En su cabildo entienden a su territorio como un “banco de semillas” y a pesar de saber que las dinámicas económicas las mueven las transacciones monetarias, el trueque y el hecho de compartir con el prójimo prevalecen en el razonar de Ninfa y su gente.

“Por mis ancestros tengo sangre andoque y uitoto. Mi tradición me invita siempre a compartir lo que más pueda con los demás. Y para ello, en armonía con los conocimientos empresariales que me han dado mis aliados, quiero llevar al paladar de mis comensales y de la gente que me quiera conocer una propuesta de turismo indígena con vocación de paz. Mi idea es ofrecer los mismos platos y productos, pero que vayan acompañados por una experiencia en la que nos puedan conocer más a fondo y en la que podamos relatar nuestras experiencias buenas y malas, más allá del conflicto armado. Con estos viajes, que aún los mantenemos en ideas, la gente puede ver que hay otras formas de vida, que el mundo se puede ver por medio de cosas ricas lejos del consumismo y que el Caquetá es una tierra de valientes y de personas que quieren trabajar y prosperar. Que la vida me dé salud para poderme tomar con muchas personas un vaso de amará, bebida uitoto milenaria digna de ángeles”, concluye Ninfa.

Mientras esas ideas se materializan, el objetivo de Ninfa es seguir transmitiendo su conocimiento gastronómico entre los más jóvenes de Caquetá. No le interesa si los que quieran aprender son uitotos o no, porque al final del día, a su parecer, la cultura uitoto tiene que ser cuidada por quien se sienta genuinamente identificado con sus valores ancestrales, sin importar su procedencia. No obstante, sueña con que los uitotos que están en el departamento ayuden a promulgar sus valores, porque “somos nosotros mismos los que tendremos la última palabra al definir si nos extinguimos o no”.

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