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El camino de Tito: crónica de un viaje al asilo político

Tito Ignacio Rodríguez Torres, jefe del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta y defensor de derechos ambientales, tuvo que huir del país para salvar su vida.

John Edward Myers * / Especial para El Espectador
01 de diciembre de 2019 - 02:00 a. m.
 Tito Ignacio Rodrigo Torres, retratado antes de  salir a su exilio.  / Especial para El Espectador - Tom Clynes
Tito Ignacio Rodrigo Torres, retratado antes de salir a su exilio. / Especial para El Espectador - Tom Clynes

El jueves 21 de noviembre, a las 10:10 de la mañana, bajo un cielo soleado y con temperatura de 0 grados, Tito Ignacio Rodríguez Torres, jefe del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, defensor de los derechos ambientales de todos los colombianos, padre y hombre de familia, tomó un taxi desde Plattsburgh, Nueva York, a la frontera con Quebec, para cruzar a pie la línea invisible entre Estados Unidos y Canadá. Acompañado por su esposa Marcela, sus hijos Violeta y Matías, y la nueva adquisición de la familia, Nala, una perra rescatada, Tito llegó a Canadá después de una larga jornada que empezó en Santa Marta con el propósito de pedir asilo político en Canadá.

“Estamos tomando estas medidas tan drásticas porque sabemos, y ha sido evaluado y verificado, que lastimosamente estoy bajo un tremendo riesgo de seguridad personal, mi vida ha sido amenazada y el Estado colombiano no tiene la capacidad de garantizar mi seguridad”, me contaba Tito desde su casa en octubre, mientras conversábamos sobre su pendiente viaje para Estados Unidos y luego a Canadá… que ya estaba a menos de un mes de ocurrir.

Varios meses antes, en enero del presente año, recibí un mensaje de Sandra Vilardy desde España urgiéndome hablar con el jefe del Parque sobre la actual situación que estaba enfrentando en La Lengüeta, la indescriptiblemente bella sección costera del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta, situada entre el río Don Diego y el río Palomino, y que desde 1994 forma parte del resguardo indígena kogui-malayo-arhuaco.

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Dos días antes de hablar con Sandra, entonces decana de la Facultad de Ciencias Básicas de la Universidad de Magdalena, el guardaparque y contratista de Parques Nacionales Wilton Fauder Orrego León fue asesinado en su casa en Perico Aguao, una vereda situada dentro de La Lengüeta. Desde ese momento Tito no necesitaba que alguien le dibujara un mapa; ya no tenía la menor duda de que su vida estaba en peligro.

Durante nuestra primera conversación telefónica, Tito me contó que estaban considerando la opción de salir de Colombia. Hablamos sobre los méritos de Estados Unidos, Australia y Canadá, y sus respectivos potenciales para ser “buenos vivideros”. Para seguir conversando decidimos almorzar el siguiente domingo en La Pizza Loca, en el Rodadero, para que, en palabras de Tito, “los niños pudieran distraerse un poco con los juegos, y nosotros conversar”.

Tito llegó al restaurante acompañado por su familia y un nuevo detalle de seguridad. Llegué tarde porque fui La Pizza Loca que no era. Luego llegaría Jaison Pérez Villafaña, un amigo arhuaco que tenemos en común y testigo de los procesos que Tito había llevado a cabo con los grupos indígenas de la Sierra Nevada.

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“Hemos estado pensando”, me contó Tito en voz baja, sentado al lado de Marcela, ambos con caras de sueño y preocupación, “que nos interesa la opción de irnos para Canadá”. Durante el transcurso de la tarde Tito nos contó más detalles sobre los eventos que estaban impulsando su decisión de irse y lo difícil que era la idea de dejar sus vidas en Santa Marta, donde han estado desde que Tito entró a trabajar en Parques Nacionales en 2001.

Regresamos a la casa de Tito y Marcela en el Rodadero para seguir hablando mientras bebíamos unas cervezas para bajar un poco la angustia. Jaison y Tito me contaron sobre Mamancana y otros pueblos de la alta sierra donde estaban reportando comportamientos extraños de unos cóndores que se estaban comiendo los terneros.

Aprovechando el silencio y la intimidad del momento, me provocó hacerle la pregunta sobre lo que más quería saber:

“¿Quiénes te quieren matar Tito? ¿Y por qué?”.

Después de una pausa alargada, Tito me dijo: “Como tú sabes, John, la Sierra no es un lugar fácil para trabajar. En muchos parques del país tenemos serios problemas de orden público, deforestación, minería ilegal, megaproyectos, en fin. Pero aquí en el parque tenemos dos zonas de mucha complejidad”.

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La situación en la región empeoró tanto en los últimos años, que la Defensoría del Pueblo tuvo que sacar la alerta temprana número 045 de 2018, en la cual indica que aún permanece bajo el dominio de grupos armados al margen de la ley, principalmente grupos paramilitares. Según la alerta temprana, están presentes las Autodefensas Gaitanistas de Colombia y los Pachencas, que tienen fuertes intereses en el control territorial, del turismo en especial y de otras actividades económicas de la región. De otra parte, en el Tayrona y La Lengüeta existen también fuertes intereses de familias con un gran poder económico y político regional. Igualmente, se presenta un agudo conflicto territorial entre comunidades campesinas vulnerables y pueblos indígenas que se encuentran dentro del Parque Nacional y los resguardos indígenas.

Si estuviera en la posición de Tito, o de cualquier funcionario de Parques Nacionales, creo que hubiera hecho lo mismo que hizo el jefe. Solo en 2018, Parques Nacionales interpuso 18 denuncias por intimidaciones y amenazas contra jefes de parques o equipos completos de guardaparques en 12 áreas protegidas. Los antecedentes de violencia contra funcionarios son extensos, y las intimidaciones, amenazas y muertes han sido recurrentes.

Para citar algunos datos, solamente en la región de la Sierra Nevada de Santa Marta se han presentado seis asesinatos. En 1994, por ejemplo, tres funcionarios murieron a manos de la guerrilla del Eln (Ejército de Liberación Nacional), dos jefes de Parques, uno de ellos Martha Hernández, en el año 2004, por parte de grupos paramilitares, y el más reciente a comienzos de este año, Wilton Orrego.

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En las próximas dos entregas de esta serie les compartiré más sobre el sector de La Lengüeta, Ciudad Perdida, los perversos eventos y condiciones que se dieron para que Tito tomara la decisión de llegar a Canadá con su familia. Y terminaré compartiendo unas ideas para que estas cosas no se repitan. Para que, ojalá, esta región, ecológica y culturalmente única, pueda tener el digno futuro que se merece este singular corazón del mundo.

Mientras tanto, Tito, Marcela, los dos hijos y “la bendita perra” están en Canadá, empezando sus nuevas vidas.

* Conservacionista, pajarero y atleta de montaña. Actualmente es el director de Innovación Social de Conservación Internacional Colombia. Las opiniones expresadas son suyas.

Por John Edward Myers * / Especial para El Espectador

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