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“Es completamente iluso pensar en el fin de los cultivos ilícitos”: Ricardo Soberón

El exzar antidrogas de Perú cree que, en vez de centrarse en la fumigación con glifosato, hay que buscar el desarrollo alternativo, controlar los cultivos ilícitos y desarticular el narcotráfico.

Élber Gutiérrez Roa / Mónica Rivera*
18 de junio de 2016 - 04:11 a. m.
Ricardo Soberón (der.) es director del Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos, de Perú.  / Óscar Pérez
Ricardo Soberón (der.) es director del Centro de Investigación Drogas y Derechos Humanos, de Perú. / Óscar Pérez

Hace ya dos años que el Gobierno y las Farc acordaron, en el marco de los diálogos de paz, crear un Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de uso ilícito, que incluya planes de prevención del consumo, programas de salud pública y enfoque territorial. Entre tanto, el Ministerio de Defensa anunció en abril pasado que Colombia volverá a las fumigaciones de cultivos de uso ilícito con glifosato, estrategia que dejó de aplicarse durante un año, por sugerencia del Consejo Nacional de Estupefacientes, sólo que ya no será aérea sino terrestre.

Así, la estrategia gubernamental, ligada a la obligación de brindar condiciones de vida digna para las poblaciones afectadas por el flagelo de las drogas, les suena a muchos contradictoria, porque por un lado habla de fumigación y por otro de erradicación manual. Nada fácil el debate, avivado además por las voces que alertan sobre el crecimiento de los cultivos de coca en Colombia durante el último año y por las presiones de la cooperación internacional para la erradicación de este tipo de cultivos.

Ricardo Soberón, exzar antidrogas de Perú y consultor internacional en temas de drogas ilícitas, analizó el tema por invitación de El Espectador y la Friedrich Ebert Stiftung. Según él, es iluso pensar en la erradicación de cultivos y lo que hay que hacer es fijarse en las estrategias de países como Perú y Bolivia.

-¿Qué experiencia internacional puede servir de ejemplo en la lucha contra los cultivos ilícitos?

La experiencia de Bolivia, que a partir del 2006 cortó todo tipo de injerencia externa en el diseño de políticas públicas de control social de los cultivos de coca. La segunda es la experiencia peruana, en donde los procesos y dinámicas de organización gremial de nuestros campesinos van acompañados de procesos gubernamentales de fortalecimiento empresarial.

-¿Cómo funciona el proceso en Bolivia?

La propuesta invita al productor campesino a ser el primer cuidador de su chagra, y de los límites que se establezcan de cultivos de coca. Luego está la comunidad, que tiene un sistema de aviso y de sanción intracomunal para aquel que se sobrepase. Luego hay un sistema de seguimiento y monitoreo de mapeos “online”, que creó la cooperación alemana, y con el que se vigila cómo van los cultivos de coca aceptados en Bolivia.

-¿Cómo es el trabajo entre Gobierno y empresarios en Perú?

Son varios factores: voluntad política, un escenario de buenos precios internacionales del producto con el que uno quiere entrar al mercado (no depende de uno, pero hay oleadas que hay que aprovechar). En la cartera de los productores agrícolas siempre vamos a encontrar momentos de oportunidades, sea con piña, cacao, palmito o lo que sea. La diversidad que hay en la Amazonia lo permite. También está el hecho de que el narcotráfico abandonó la región y eso facilitó el cambio, y finalmente se crearon cooperativas y se formaron joint inventions, que permitieron expandir la frontera agrícola del cacao y trajeron ingresos importantes a las cooperativas y sus socios.

-¿A qué se refiere con que el narco abandonó la región en su país?

Cuando se cortó el puente aéreo de exportación de pasta de coca entre Perú y Colombia, el Alto Huallaga, la región productora fue abandonada por el narcotráfico y esto hizo que cayeran los precios de la droga. Así se pudieron hacer programas de desarrollo alternativo de café y cacao.

-En Colombia hay un debate intenso sobre si fumigar o no. ¿Cómo ve el tema?

Soy escéptico del futuro de las políticas de fumigación en una economía global con una demanda permanente. La erradicación no sirve, no es sostenible, es momentánea y temporal. Creo que la fumigación como instrumento rápido de reducción o erradicación es nociva para la República, las plantas y los seres humanos. Genera desconfianza social sobre el Estado.

-¿Hace daño o no para la salud de los humanos el glifosato?

Yo entiendo que hay suficiente evidencia científica, y lo digo porque es un modelo de aplicación de políticas públicas sobre drogas. Los pesticidas son utilizados para eliminar mala yerba en las vías férreas de EE.UU. Y, además, al ser aplicados desde el aire afectan las condiciones de salud de las personas que están alrededor. Eso está demostrado por la vía jurisprudencial y académica.

-Fumigar tiene problemas, pero la erradicación manual también...

Pero los de la erradicación manual son reversibles. Los riesgos, las oportunidades, las amenazas, las fortalezas de fumigar son irreversibles, y eso no lo puede permitir el Estado. Insisto, la zanahoria es primero, pero la amenaza del garrote es posterior.

-Usted fue zar antidrogas de Perú. ¿Cómo lidiar con el tema sin caer en la polarización? ¿Cómo conciliar la postura de los campesinos con la cooperación internacional?

He vivido la presión de EE.UU. como zar antidrogas, pero también sé que cuando se le explica al Departamento de Estado que entendemos el problema y deslegitimamos la reducción de la oferta como base para reducir las políticas públicas, te escuchan. La flexibilidad de EE.UU. se ve en los 24 estados que aceptan el uso medicinal del cannabis e implementan la doctrina Brownfield, es decir, aprovechemos y convenzámoslos.

-¿Qué está haciendo bien Colombia en la lucha antidrogas?

Colombia ha tenido la sabiduría de fijar el peso que tiene la economía ilegal de los cultivos ilícitos en la construcción de paz, y en ese sentido es el único país del hemisferio que, al encontrarse con los dos problemas, ha sabido calibrarlos para garantizar que la acción sobre uno no perjudique al otro

-¿Conoce algo de lo que han revelado Gobierno y Farc sobre los acuerdos para la sustitución de cultivos de uso ilícito?

Sí, entiendo que es una declaración política que tiene algunas generalidades, que tiene quizás algunos excesos de discurso que no comparto como especialista, pero que son parte de una negociación política del más alto nivel. Entiendo también que las comunidades tienen diferencias sobre lo que se ha acordado allí, pero como marco de la pintura estoy tranquilo. Luego le daremos color, textura y brillo a los contenidos de ese marco.

-¿Es iluso pensar en el fin de los cultivos ilícitos?

Completamente. Las sociedades andinas se formaron con cultivos ilícitos, y particularmente el de la coca. En Perú, una encuesta nacional reveló que hay cuatro millones de usuarios tradicionales de hoja de coca. Es un mercado que hay que utilizar. En Colombia, si se dan las condiciones, se puede trabajar con las comunidades, pero también con mercados modernos.

-¿Cómo encontrar un balance, porque una cosa son los usos tradicionales y otra los modernos?

Vuelvo y recurro a la experiencia boliviana, que ha permitido fundar su política pública sobre el uso tradicional de la coca, pero dejando la posibilidad de evidenciar los usos modernos posibles.

*@elbergutierrezr / @yomonriver

Por Élber Gutiérrez Roa / Mónica Rivera*

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