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La frustración que produce la desigualdad

A pesar de que cada vez más personas en el mundo salen de la pobreza, acceden a educación, salud, internet o un teléfono inteligente, la frustración está llevando a que los ciudadanos se tomen las calles buscando más y mejores oportunidades.

Gloria Castrillón / @Glocastri
09 de diciembre de 2019 - 06:00 a. m.
La desigualdad produce frustración y esta saca a las calles a los ciudadanos inconformes. / EFE
La desigualdad produce frustración y esta saca a las calles a los ciudadanos inconformes. / EFE

Si hay algo en lo que cada vez hay más consenso en la humanidad es que este mundo es muy desigual. Lo piensan los de derecha, los de izquierda, los que se reivindican de centro. Los países más desarrollados y aquellos que están en vía de desarrollo también coinciden en esta sentencia. En lo que difieren, y mucho, es en la manera de combatir el fenómeno. Hoy se lanza en Colombia el Informe de Desarrollo Humano 2019 “Desigualdades en el desarrollo humano en el siglo XXI”, realizado por PNUD, en el que se analizan las razones por las cuales los ciudadanos se sienten frustrados y salen a las calles a protestar, como está sucediendo en Colombia y en nuestro vecindario más cercano.

Este informe global se lanza en Bogotá justo en el momento en que una ciudadanía, mayoritariamente joven, se está lanzando a las calles a gritar que el mundo que les tocó en suerte no les satisface. “Son personas que carecen de esperanza, dignidad o un fin en la vida; lo único que pueden hacer desde su situación de marginación es contemplar a otras personas que prosperan y se enriquecen cada vez más”, describe el informe en su primer párrafo.

Y esa es, sin hacer un estudio muy riguroso, la expresión de muchos de los jóvenes que han salido con cacerolas, tambores, danzas y música a protestar por las calles de las ciudades colombianas. El informe plantea que en el siglo XXI la humanidad ha presenciado cómo millones de seres humanos han escapado de la pobreza extrema, tienen acceso a salud, educación y, en general, han mejorado sus condiciones de vida, pero aun así muchas personas continúan insatisfechas. Son muchos más los que no tienen oportunidades ni recursos para tomar las riendas de sus vidas. Y resalta el surgimiento de una nueva generación de desigualdades que favorece a los más ricos.

A pesar de que el Índice de Desarrollo Humano muestra una mejoría asombrosa, el lugar que ocupa una persona en la sociedad sigue siendo determinado por su género, su etnia, la riqueza de sus progenitores o su lugar de nacimiento. “Las desigualdades comienzan a temprana edad, pueden aumentar y transmitirse de una generación a otra”, señala el informe.

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Y pone un ejemplo: dos niños nacidos el año 2000, uno en un país con desarrollo humano muy alto y el otro en un país con desarrollo humano bajo. El primero, explica el documento, tiene una probabilidad superior al 50 % de estar matriculado en la educación superior, mientras que el segundo tiene una probabilidad muy inferior de hacerlo, ya que solo el 3 % de los jóvenes de su edad lo hacen en los países con desarrollo humano bajo.

Esas desventajas a menudo se agravan a lo largo de la vida. Las diferencias suelen ampliarse a lo largo de los años. Los niños de familias pobres se encontrarán en situación desfavorable cuando intenten encontrar un trabajo. Esos niños con seguridad obtendrán unos ingresos inferiores que los nacidos en familias de ingresos más altos cuando accedan al mercado laboral, ahí se sentirán castigados por la acumulación de varias capas de desventaja.

El informe llama la atención porque las desigualdades en el desarrollo humano “dañan las sociedades y debilitan la cohesión social y la confianza de la población en los gobiernos, las instituciones y sus congéneres”. Y explica que las economías se deterioran y, por lo tanto, se dificulta que las decisiones políticas reflejen las aspiraciones de toda la sociedad y protejan el planeta. “Las escasas personas que ostentan el poder lo utilizan para influir en las decisiones de modo que beneficien fundamentalmente a sus intereses actuales. En casos extremos, los ciudadanos pueden tomar las calles”. ¿Nos suena familiar?

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Otras desigualdades

El informe ahonda en otras formas de desigualdad: el cambio climático y la transformación tecnológica. La crisis climática, describe, golpeará con mayor dureza los trópicos, donde están muchos países en desarrollo que tienen menor capacidad para adaptarse al cambio climático y a los fenómenos meteorológicos extremos que los países más ricos. Por lo tanto, los efectos del cambio climático ahondan las brechas socioeconómicas existentes.

Al tema del cambio climático el informe le dedica un apartado importante y alerta por qué tendrá consecuencias muy graves para el desarrollo humano, más allá de la pérdida de cosechas y de los desastres naturales. “Se calcula que entre 2030 y 2050 provocará 250.000 muertes adicionales por año debido a la malnutrición, la malaria, la diarrea y el estrés térmico. Cientos de millones de personas más podrían verse expuestas a un calor mortal de aquí a 2050, y es probable que el rango geográfico de los vectores de enfermedades —como los mosquitos que transmiten la malaria o el dengue— cambie y se expanda”.

Entre tanto, los avances tecnológicos, como el aprendizaje automático y la inteligencia artificial, “pueden dejar atrás a grupos enteros de personas (e incluso a países), creando el espectro de un futuro incierto como consecuencia de dichos cambios”.

Y dedica un capítulo a las disparidades de género fuertemente arraigadas en todo el planeta. “Dado que estas desventajas afectan a la mitad de la población mundial, la desigualdad de género es uno de los mayores obstáculos a los que se enfrenta el desarrollo humano”.

Admite el informe que el grado de conciencia en el mundo ha aumentado gracias a los movimientos #MeToo o #NiUnaMenos, que han puesto el foco en la violencia contra las mujeres. Incluso señala que hay mejora en la situación de las niñas en algunos indicadores básicos, como el acceso a la enseñanza primaria. Pero la desigualdad continúa siendo muy elevada “en cuanto al poder que ejercen hombres y mujeres en el hogar, el trabajo o el ámbito político”.

Destaca que, en el hogar, las mujeres realizan más del triple de trabajo de cuidado no remunerado que los hombres y, pese a que en muchos países hombres y mujeres votan por igual en las elecciones, existen diferencias en los niveles superiores del poder político. Cuanto mayor es el poder, más amplia es la brecha en términos de paridad, que llega a un 90 % en el caso de las jefaturas de Estado y de gobierno.

¿Qué hacer? El informe pone de presente que la redistribución del ingreso por sí sola no basta. “Es necesario desvincular el poder político del económico, y crear unas condiciones equitativas en la economía. También es preciso seguir trabajando para cerrar las brechas en las privaciones básicas y construir políticas para combatir la nueva generación de desigualdades del desarrollo humano”.

Hay que tener en cuenta que además de desigualdad económica, también la hay en la salud, la educación, la dignidad y el respeto de los derechos humanos. Este nuevo enfoque centrará la visión en las personas: “Lo importante son las capacidades de estas para ejercer su libertad para ser y hacer aquello a lo que aspiran en la vida”.

Tal vez el mensaje más poderoso del informe es que muchas de las desigualdades se pueden evitar: “Toda sociedad puede elegir entre los niveles y tipos de desigualdades que tolera. Para que las intervenciones sean eficaces es preciso identificar los impulsores de la desigualdad, que probablemente serán complejos y polifacéticos. A menudo están relacionados con las estructuras de poder predominantes, que quienes gobiernan no desean modificar”.

Por Gloria Castrillón / @Glocastri

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