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Los tres productos más taquilleros de los excombatientes de las Farc

Una cerveza artesanal en Icononzo (Tolima), muñecas de trapo en Miranda (Cauca) y ropa de montaña y equipos para acampar en Anorí (Antioquia), son algunas de las iniciativas emprendidas por los exguerrilleros como un camino para facilitar su tránsito a la legalidad. 

Sebastián Forero Rueda / @SebastianForerr
30 de abril de 2019 - 11:28 p. m.
Los representantes de los tres proyectos estuvieron en la Feria del Libro de Bogotá y todos los productos que trajeron fueron comprados por los asistentes.  / Mauricio Alvarado
Los representantes de los tres proyectos estuvieron en la Feria del Libro de Bogotá y todos los productos que trajeron fueron comprados por los asistentes. / Mauricio Alvarado

Nicolás Hurtado – ‘Carlos Alberto’, como lo conocían en la guerra – dice que no dan abasto con los pedidos. Que desde hace un par de meses están desbordados con los encargos de La Roja, la cerveza artesanal creada por excombatientes de las Farc en Icononzo (Tolima). No son los únicos. Como ellos, en Anorí (Antioquia), un grupo de exguerrilleros está buscando la manera de ampliar la producción de ropa y elementos para camping en Confecciones la Montaña, y en Miranda (Cauca) un puñado de mujeres en proceso de reincorporación fabrica por lo menos seis muñecas de trapo al día para despachar los pedidos que les llegan.

Estos proyectos productivos están lejos de ser los únicos de los excombatientes de la guerrilla, pero son algunos de los que han logrado – pese a las dificultades – despegar con cierto grado de éxito. Hablamos con sus representantes en Bogotá, momentos antes de que presentaran sus productos en la Feria del Libro, en nuestro conversatorio "De guerilleros a empresarios", en el stand de El Espectador, donde rápidamente agotaron existencias.

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La Roja, la cerveza artesanal de las Farc

Primero pensaron en bautizarla ‘la Guerrillera’. Querían que la marca de cerveza que acababan de crear llevara impregnado algo de sus años en la guerra. Pensaron también en ponerle ‘Marquetalia’, el rincón histórico y fundacional de las Farc. Sin embargo, sabían que un nombre como esos generaría reticencias entre la comunidad y se decantaron por uno más neutral: ‘La Roja’.

En el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Antonio Nariño, de Icononzo (Tolima), ya habían intentado emprender otros proyectos para garantizar su sostenibilidad económica, pero ninguno despegaba. “Intentamos de todo, mercados campesinos, una cantidad de cultivos, pero no eran realmente productivos. Daban para medio sostenerse, pero no generaban ganancias entonces era desgastarnos en un esfuerzo muy duro”, cuenta ‘Carlos Alberto’, uno de los encargados del proyecto de la cerveza.

Alguien muy cercano a los excombatientes que vivían allí sabía hacer cerveza y les propuso hacer de ella un proyecto productivo. No lo pensaron y se metieron de cabeza a fabricar las primeras unidades de la forma más arcaica posible: en las mismas ollas que utilizaban para cocinar.

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Aunque empezaron a producir en pequeñas cantidades en octubre de 2018, pensando en comercializarla solo en el ETCR, en diciembre la idea se les disparó. Trajeron algunas cervezas a Bogotá y las distribuyeron entre sus compañeros; luego a alguno se le ocurrió promocionarla en redes sociales y decir que era el mejor regalo de navidad para apoyar la reincorporación de los exguerrilleros de las Farc. La publicación se hizo viral. Se endeudaron para comprar más cebada y les llovieron los pedidos desde distintas ciudades.

Al proyecto de La Roja hoy están vinculados 26 excombatientes, de los cuales 11 son mujeres. Lograron posicionarla en bares de Bogotá como Luvianka o Café Cinema y tienen página en Facebook con la información para hacer pedidos a nivel nacional.

La cerveza es apenas uno de varios proyectos que tienen en el ETCR de Icononzo, entre ellos uno de turismo, que incluye un hostal y un restaurante, un taller de confecciones y una asociación deportiva. Sin embargo, La Roja es su proyecto bandera. “En un país de bebedores, la cerveza es un muy buen negocio”, concluye ‘Carlos Alberto’.

Confecciones la Montaña

Lo que fue la sastrería del Frente 36 de las Farc, que operó en Antioquia por décadas durante el conflicto armado, hoy ha dejado de producir uniformes para la guerra. Los excombatientes de esa guerrilla que se instalaron en el ETCR del municipio de Anorí, nordeste antioqueño, tomaron las viejas máquinas de coser del frente y con ellas decidieron emprender una iniciativa que hoy es su proyecto bandera: el taller de confecciones La Montaña.

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“Es una iniciativa que nace de resolver una necesidad concreta que es el mantenimiento de la gente que estaba en el espacio de reincorporación, ante el incumplimiento de lo acordado y la falta de recursos para proyectos productivos”, relata Martín Batalla, gerente de la cooperativa del espacio de reincorporación de Anorí, que se encarga de la gestión de este proyecto.

Al principio no necesitaron recursos para ponerlo en marcha porque ya tenían las máquinas que incluso habían reportado al gobierno dentro de los listados de los bienes de la guerrilla. Consiguieron la materia prima y empezaron a producir sudaderas, morrales para montaña, hamacas. Después extendieron el proyecto y abordaron también maletas escolares e incluso bolsos para las motos.

“Empezamos a hacer un posicionamiento de marca. Creamos el logo, diseñamos toda una estrategia de comercialización a través de redes sociales, por Facebook, por Instagram”, cuenta Batalla. Hoy ya son 15 excombatientes los que participan en el proceso de producción de Confecciones la Montaña, algunos de ellos con discapacidad física.

Algunas de las maletas y otros productos elaborados por ellos han llegado hasta Argentina y España de la mano de personas de la comunidad que las han llevado a comercializarlas allá como una forma de apoyar la reincorporación de los excombatientes, que es en últimas, dice Batalla, de lo que se trata todo esto.

Por eso, a este excombatiente no le gusta que le digan emprendedor. Dice que esto va de la mano con su tránsito a la legalidad y que es ese realmente el fin último de este tipo de proyectos. “El ‘emprendimiento’ se maneja muy desde lo empresarial y desde lo individual. Como alguien que tuvo una idea y ha hecho todo por materializarla. Nosotros no somos eso, nosotros somos una fuerza colectiva que va más allá del marco empresarial porque va ligado a la reincorporación. El éxito de estos proyectos realmente no va a obedecer tanto al plano económico, sino al éxito de la reincorporación”.

Muñecas combatientes de la vida

Mela Obispo Chirimía, ‘Jimena’ como prefiere que la llamen por sus años en la guerra, es una indígena embera que llegó a la Feria del Libro de Bogotá desde Miranda (Cauca) para contar cómo un puñado de mujeres excombatientes hizo de unas muñecas de trapo su proyecto de vida.

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‘Jimena’ ingresó a las filas de las Farc en 2006, cuando tenía apenas 11 años. No volvió a salir en la siguiente década, hasta que en 2016, en el marco del proceso de paz, abandonó el fusil ya con 21 años y un hijo en brazos. 

Con la firma del Acuerdo Final de La Habana, Mela Obispo dejó el fusil y se concentró en el ETCR de Monterredondo, en Miranda, donde hoy residen alrededor de 50 excombatientes. Una de sus compañeras, como un regalo para su hija, elaboró una muñeca de trapo con pedazos de tela de los viejos uniformes que usaron durante la guerra. Luego de verla terminada, se les ocurrió que podrían elaborarlas para venderlas.

Para entonces, ‘Jimena’ había estado al margen del proyecto y dedicada por completo a su hijo. Sin embargo, sus compañeras la integraron y hoy es una de las nueve integrantes del taller, entre mujeres excombatientes y de la comunidad. Es además quien hoy está al frente de la gestión de la iniciativa.

La Misión de Verificación de Naciones Unidas lo consideró como un proyecto de impacto rápido y así pudo gestionar la maquinaria necesaria para llevarla al ETCR y crear el espacio físico dedicado a la elaboración de estas muñecas, donde actualmente se producen seis unidades al día. Pedazos de viejos uniformes hoy sirven de gorros, faldas y hasta de pelo para estas muñecas de trapo.

Actualmente, las comercializan principalmente en un local que tienen Popayán, y dependiendo del tamaño pueden costar alrededor de $50.000. Esperan producir en el taller, además de las muñecas, ropa deportiva y para niños. Ese es hoy su sueño.

Por Sebastián Forero Rueda / @SebastianForerr

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