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Mesetas, prueba de fuego para la dejación de las armas

Visitamos la zona veredal de este municipio, la más grande del país, que albergará a más de 700 guerrilleros para su desarme. El sobrino del “Mono Jojoy” habla de las dificultades para su implementación.

Jhon Moreno/ Especial Periódico del Meta
23 de enero de 2017 - 04:22 p. m.
En la zona veredal de La Guajira, en Mesetas (Meta), se está avanzando en la construcción de la sede del Mecanismo de Monitoreo y Verificación.  / Misión ONU Colombia
En la zona veredal de La Guajira, en Mesetas (Meta), se está avanzando en la construcción de la sede del Mecanismo de Monitoreo y Verificación. / Misión ONU Colombia

Julián Suárez es uno de los convencidos de que si el Mono Jojoy no hubiera empuñado las armas, el país jamás habría sabido de él y a lo mejor se habría muerto de diabetes, abandonado en una finca alejada en el campo, esperando a que el sistema de salud lo atendiera.

Paradójicamente, ahora el destino enfrenta a Suárez y a sus hombres a la lentitud característica del Estado en las zonas rurales que tanto criticaron portando un fusil. Cuando tenía 18 años, el mismo Jorge Briceño se encargó de reclutarlo en algún lugar de Cundinamarca, y aunque acepta que no fue por convicción que se unió a las Farc, no se arrepiente de haberlo hecho, porque, según él, la organización le dio la oportunidad de capacitarse que siendo civil no habría conseguido.

El 22 de septiembre de 2010, durante el bombardeo en el que cayó Víctor Julio Suárez, su tío, Julián estaba a su lado, y aún hoy no se explica cómo hizo para sobrevivir a la intensidad del ataque.

“Estaba a 40 metros de donde él murió. Por supuesto, recibí el impacto de las bombas; no sé cómo estoy vivo. El impacto me rompió los tímpanos y salí con quemaduras en la espalda”, recuerda, y añade que días antes de su muerte el Mono Jojoy predijo que con Santos se podría llegar a firmar un pacto de paz.

“Pero, más que ser sobrino, siempre lo sentí como mi comandante, él como mando y yo subordinado. Ser familiar no se siente en la organización porque no hay preferencias, la disciplina para todos es igual. Creo que a uno por ser familia le toca esforzarse más”, dice.

A sus 35 años, tiene un inocultable acento campesino y su discurso es pausado, seguro. Es bajo, delgado y mira de frente, a los ojos, a su interlocutor. Su boina está adornada con un broche del Che Guevara y es el encargado de recibir a quienes visitan el punto de preagrupamiento temporal (PPT) que Gobierno y Farc dispusieron en Buenavista, a más de una hora por trocha desde Mesetas (Meta).

Unas 15 carpas levantadas con plásticos, un rancho más grande para reuniones y las banderas de las Farc, del Partido Comunista Clandestino y otra blanca dominan el panorama de este punto de preagrupamiento temporal.

Cuando se instale la zona veredal, donde se concentrarán para dejar las armas, será uno de los campamentos más grandes del país, pues hasta allí llegarían unos 720 guerrilleros en armas, provenientes de cinco frentes, más un grupo indeterminado que está en cárceles del país, pero que se dice que llegaría a los 300.

Escenario del bloque Oriental

El viento que baja desde la cordillera Oriental a esta explanada sopla fuerte y el sol veranero quema la piel de los 65 subversivos que, armados, permanecen en el sitio donde lo único que hacen es esperar.

“Vemos ahora unas colinas muy bonitas, llenas de sol, pero quienes viven aquí saben que esta fue una zona de mucha violencia, donde muchos hijos fueron reclutados para combatir y convirtieron estas montañas en áreas inseguras por décadas enteras”, dijo el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, a su paso por aquí hace dos semanas.

Y tiene razón. Esta zona montañosa fue el corredor que dominaron a su antojo los frentes 26, 40, 53 y 55 y la temible columna Urías Rondón, que se volvieron tristemente célebres por tener a los mejores explosivistas. Sus enfrentamientos con la Fuerza de Despliegue Rápido y luego con la Fuerza de Tarea Conjunta Omega dejaron bajas de lado y lado.

Hacia 2009, luego de que el Ejército cerrara el paso al avance guerrillero hacia Sumapaz, estos frentes decidieron buscar fuentes de financiación a través de la extorsión. Los habitantes se acostumbraron a ver los helicópteros revolotear sobre sus cabezas y al zumbido de las balas.

Ahora, el tedio en el campamento de preconcentración lo mitigan en una improvisada cancha de fútbol que construyeron los subversivos. Sin embargo, sus temores son diferentes, porque a medida que pasa el tiempo sin definir su paso a la zona veredal, se les acaban los recursos para permanecer allí, dice Suárez.

“Sabemos que la implementación es difícil, pero todos tenemos que ceñirnos al Acuerdo. Si todos cumplimos lo que nos corresponde, todo fluirá más fácil y con menos inconvenientes. Ahorita esto parece una operación tortuga”, afirma.

Como uno de los jefes de este campamento, a él le preocupa que la logística para la manutención de sus hombres no llegue a tiempo o se presenten problemas graves de salud entre la tropa.

Admite que las primeras dos semanas de estadía allí se sostuvieron con los dineros propios de la organización, pero ahora se sienten desprotegidos en materia de atención en salud. Le preocupan dos niños, hijos de guerrilleros, que podrían enfermarse en cualquier momento.

A comienzos de año, una de las mujeres que vive en el PPT enfermó, pero corrió con suerte porque tenía cédula y lograron atenderla en un puesto de salud en Mesetas. No obstante, el 98 % de quienes están aquí no tienen documento de identidad.

“Cuando uno estaba en guerra le daban sus botas, su vestuario y su comida; había un médico o un enfermero, pero en esta zona si alguien se enferma debe ir hasta el campamento del Mecanismo de Monitoreo y Verificación (MMV), pero parece que allí tampoco están preparados”, dice Suárez.

Un nuevo plazo

La Guajira, sede del MMV, queda a media hora caminando desde el campamento de preagrupamiento (1 km). Hasta allí fue el presidente Juan Manuel Santos el 5 de enero y una semana después la visitó el ministro alemán Steinmeier, por ser el campamento más avanzado del país. Pero aun así los subversivos se quejan por el atraso de las obras.

“Todos saben que hace mucho tiempo abandonamos las formas ilícitas de financiamiento. En estos momentos plata ya no hay y nos preocupa que la situación se agrave, que no haya abastecimiento oportuno y la tropa aguante hambre”, confiesa Julián Suárez, quien asegura que en ese punto de preagrupamiento nadie maneja recursos financieros.

Recién llegados, los alimentos eran abastecidos por las Fuerzas Militares, pero tras un incidente en otra zona veredal, donde algunos guerrilleros se enfermaron por alimentos en descomposición, dejaron de consumirlos.

Para los guerrilleros que permanecen en Buenavista es claro que, una vez lleguen los materiales para la construcción de los campamentos que estarán dentro de la zona veredal, ellos avanzarán rápido, pues se han dispuesto 200 hombres y mujeres para que trabajen en tres turnos diarios, con la asesoría técnica que ha prometido el Gobierno.

Sin embargo, la maquinaria del Ejército apenas está adecuando las vías de acceso, requisito indispensable para que puedan transitar por allí los camiones que llevarán la logística de los campamentos.

“Tenemos la fuerza de trabajo para agilizar, pero no podemos seguir en esta marcha tortuga porque los tiempos corren y las partes deben cumplir sus compromisos”.

Aunque ven con optimismo que se haya fijado el 31 de enero como fecha definitiva para que todas las unidades guerrilleras estén en las 19 zonas veredales y siete puntos transitorios ubicados en todo el país, al sobrino del Mono Jojoy no le parece conveniente que se sigan alargando los plazos para cada etapa.

“Pienso que uno de los principales errores del proceso ha sido estarle poniendo fecha a todo, y más cuando ha faltado de la contraparte (el Gobierno) responsabilidad para cumplir con los plazos. Lo que hemos dicho es que necesariamente tiene que haber las condiciones en las zonas veredales para que lleguen los guerrilleros, y hasta el momento está crudo”, advierte el vocero de esta zona de preagrupamiento.

Entre tanto, además de jugar fútbol, los guerrilleros salen de la monotonía participando en un programa interno de reencuentro con los familiares, de tal forma que puedan reconstruir las relaciones con sus seres queridos, al menos a los que están cerca de esta zona que por décadas controló el temido bloque Oriental del Mono Jojoy.

Otro campamento sí avanza

Curiosamente, a unos 25 minutos de allí en carro, el fortín que albergará a los guerrilleros que saldrán indultados de las cárceles se construye de manera acelerada desde el 20 de diciembre. Unos 70 obreros tienen listas las zonas sociales del campamento y sólo falta el área habitacional donde dormirán. Todos los trabajadores pertenecen a la región, lo cual le ha dado una dinámica económica a esta parte del Meta, pues hay dinero circulante, ya no producto de cultivos ilícitos.

Los encargados aseguraron que no está permitido hacer fotos ni imágenes, y pese a ser una construcción para exponer por su magnitud y su avance, el presidente no la mostró en su visita a la zona y tampoco la vio el ministro alemán.

Las estructuras se levantan en madera sobre un lote de cinco hectáreas. Al momento de la visita de Colombia 2020 ya estaban terminadas las plantas de tratamiento de agua, las cocinas, el puesto de salud y las aulas. Por lluvias, que afectaron las vías de acceso, las obras presentaban un retraso de seis días, pero marchaba dentro del cronograma.

Las obras son financiadas con dineros del Fondo de Programas Especiales para la Paz (Fondopaz), creado por la Presidencia de la República especialmente para este proceso.

Julián no da mayores explicaciones sobre por qué las obras del campamento para los insurgentes indultados avanzan más rápido que las del lugar para los guerrilleros en armas. Lo que al final termina admitiendo es que, además de ser conocido por ser sobrino del Mono Jojoy, su fama trascendió en las filas por su relación con Alexandra Nariño, más conocida por su nombre de pila, Tanja Nijmeijer.

Dice que las responsabilidades que ambos asumieron dentro de la organización hicieron que Julián y la holandesa se alejaran.

“Somos muy buenos amigos, cosechamos una bella amistad. Tenemos comunicación y casi a diario compartimos ideas. Es una bella mujer, muy inteligente, la aprecio y quiero mucho”, dijo al final de la visita.

Por Jhon Moreno/ Especial Periódico del Meta

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