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Monseñor Darío Monsalve: “Si no le hubieran dado la espalda al Acuerdo de Paz, la situación sería otra”

El obispo de la Arquidiócesis de Cali asegura que la determinación del Gobierno de no dialogar con otros grupos ilegales y de cuestionar lo acordado con las Farc es una de las decisiones más fatales de la historia del país.

Marcela Osorio granados
10 de noviembre de 2019 - 11:00 a. m.
Según monseñor Darío Monsalve (izq.), para los indígenas no es eficiente la presencia del Ejército Nacional como ha sido planteada por el gobierno en el Cauca. / Archivo Particular
Según monseñor Darío Monsalve (izq.), para los indígenas no es eficiente la presencia del Ejército Nacional como ha sido planteada por el gobierno en el Cauca. / Archivo Particular

Una mediación que facilite el diálogo entre indígenas y Gobierno y ayude a contener la ola de violencia desatada por grupos armados ilegales contra las comunidades del norte del Cauca fue la propuesta que hizo esta semana el arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve, quien encabezó una caravana humanitaria hacia el municipio de Tacueyó tras la masacre de cinco indígenas nasas.

La iniciativa no cayó muy bien en varios sectores del Gobierno Nacional que insisten en que no hay posibilidad de intermediar o realizar acercamientos con organizaciones y estructuras criminales asociadas al narcotráfico. (Más: entrevista a Luis Acosta, coordinador de la Guardia Indígena).

Para monseñor Monsalve es necesario crear puentes que permitan romper los obstáculos en los territorios para crear estrategias de protección a las comunidades. En entrevista con El Espectador asegura que, en el fondo, lo que sucede ahora en el Cauca es el reflejo de un problema a escala nacional producto de la negativa del Gobierno a echar a andar lo acordado con las Farc en los diálogos de paz de La Habana y por no haber continuado los acercamientos con la guerrilla del Eln. (Más: ¿Por qué están matando a los indígenas en el norte del Cauca?).

¿Por qué apostarle a la mediación?

La situación es dramática, dolorosa y preocupante. Es una guerra a muerte contra inermes, contra gente armada solamente de palos, valores, tradiciones y su fuerza espiritual y colectiva. Ese asesinato de liderazgos hay que detenerlo y por eso se necesitan gestos arriesgados, superando el miedo para que protejamos a los pueblos.

¿Hay disposición en las comunidades para estos acercamientos?

Los indígenas están abiertos al diálogo. No es que ellos rechacen al Ejército; lo que rechazan es que la Fuerza Pública controle sus territorios por dentro. Por eso es necesario concertar con el Estado cuál es el control que le corresponde al Ejército y cuál el que les corresponde a los mismos indígenas. Ellos tienen muy arraigado el sentido del territorio y su organización dentro de él, tienen su propia guardia y conceptos de seguridad diversos que no se deben entender como un rechazo.

¿Pero la iniciativa incluye mediación con las estructuras ilegales de la zona?

Los indígenas sienten que los han invadido estas organizaciones y economías criminales —como la de la coca, la marihuana y la amapola—, que también quieren arrebatarles los territorios y destruirles sus organizaciones. Por eso, el llamado a aceptar la intermediación no es solamente al Gobierno. Nosotros quisiéramos intermediar también, así nos cueste y traiga dificultades, entre los pueblos indígenas y las organizaciones que les han declarado la muerte.

También hay malestar por la decisión del Gobierno de aumentar el pie de fuerza como medida para garantizar la seguridad...

Hay que reconocer la voluntad del Gobierno de responder con más Fuerza Pública y también con inversión social, o por lo menos la intención de cumplir lo ya pactado en acuerdos sobre temas socioeconómicos y ambientales. Sin embargo, los pueblos indígenas rechazan la militarización porque no conciben el concepto de las armas en sus territorios. Es sencillo: si usted mete hombres armados a su vehículo o a su casa se expone a que cuando lleguen otros armados pueda quedar en el fuego cruzado y ser víctima de la guerra, de las balas. En ese sentido, para ellos no es eficiente la presencia del Ejército como ha sido planteada.

Tras la visita a Tacueyó, ¿cuál es el ambiente en la comunidad?

Hay mucha tensión, dolor y tristeza. Pero también hay mucho disgusto porque precisamente hay mucha militarización en la zona. Son siete batallones en toda la región, y hay hombres del Ejército en las vías, en la entrada a Tacueyó, a lado y lado. Uno los ve, y sin embargo ocurren estos asesinatos y estas masacres. Pero hay que decir que también hay mucha esperanza y un sentido de resistencia muy claro, muy firme. Esta es la hora en que Colombia debe apoyar a los indígenas, todo el país. No podemos dejarlos solos.

¿Lo que sucede en el Cauca es una muestra del fenómeno de violencia que se está recrudeciendo en la región?

Son temas de carácter nacional. Hoy se ve con mucha preocupación el aislamiento en el que está quedando el Gobierno en relación con la población colombiana y con las mismas instituciones sociales. Me parece que se han tomado unas vías equivocadas en materias internas y creo que hay que hacer un replanteamiento a fondo de la manera de gobernar. Un proceso de paz que llega a un acuerdo como el pactado con la guerrilla de las Farc no puede dejarse así, sin más ni menos, por unas ideas de partido o por temas políticos. Es muy delicado haber frenado el proceso de búsqueda de una salida política y negociada al conflicto y haberse puesto en la tarea de deconstruir y derribar esos acuerdos. Hay que corregir y reabrir espacios de confianza. A eso fuimos a Tacueyó, aunque haya gente que piense que fuimos a hacer apología de ideas. Nosotros fuimos a cultivar confianza en las comunidades y a eso invitamos también al Gobierno.

Es decir, ¿lo que está pasando en el Cauca es consecuencia de la falta de implementación del Acuerdo de Paz?

Si no se hubiera abandonado el hilo conductor de los Acuerdos y se hubieran implementado, por ejemplo, el primer punto, referente al tema de tierras, o el de la sustitución de cultivos ilícitos —que cuenta con la voluntad y la participación de la gente—, y si se hubiera acudido a unas medidas de presencia del Estado más integrales y no solo de Fuerza Pública, creo que la situación sería otra. Si el mensaje hubiera sido: seguimos y avanzamos en este Acuerdo y en esa salida política a los conflictos, sería distinto. Pero no, el panorama ha sido no solo parar los diálogos con las otras organizaciones subversivas y al margen de la ley, sino además cuestionar lo acordado y tratar de quitarle los cimientos. Esa ha sido una de las decisiones más fatales de la historia del país.

¿Cuál debería ser entonces la medida inmediata para solucionar la crisis?

La gente espera la voz de sus gobernantes reconociendo que hay equivocaciones. No hay que esperar a que llegue la hora de los incendios y de las cosas extremas sino anticiparse a corregir. Ya renunció el ministro de Defensa y hay otros que también deberían ser cambiados. Qué bueno que viéramos al jefe de Estado tomando la iniciativa en esto y volviendo a plantar en el ámbito nacional el ejercicio de la palabra.

* mosorio@elespectador.com / @marcelaosorio24

Por Marcela Osorio granados

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