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Frente primero de las Farc no es el único disidente de procesos de paz

Lo ocurrido en casos como el del M19, el Epl o las Auc, da cuenta de cómo en Colombia otras facciones de grupos armados han optado por no desmovilizarse y permanecer en la lucha armada.

Marcela Osorio Granados*/@marcelaosorio24
08 de julio de 2016 - 01:07 a. m.
En los próximos días, jefes guerrilleros de las Farc viajarán a Colombia para hacer pedagogía de la paz al interior de las tropas y explicar cómo funcionarán las zonas de concentración acordadas en La Habana.   / AFP
En los próximos días, jefes guerrilleros de las Farc viajarán a Colombia para hacer pedagogía de la paz al interior de las tropas y explicar cómo funcionarán las zonas de concentración acordadas en La Habana. / AFP

La cifra exacta no se conoce, pero las autoridades creen que el número de integrantes del frente primero Armando Ríos de las Farc oscila entre 200 y 400 hombres, contando bases milicianas. Se trata de una estructura clave de la guerrilla de las Farc que opera principalmente en la región del Guaviare y que ahora se convierte en una piedra en el zapato en los diálogos de paz de La Habana, tras el anuncio de que no se desmovilizará y continuará su lucha armada.

El frente primero de las Farc hoy se encuentra al mando de Néstor Gregorio Vera Fernández, alias “Mordisco”, un insurgente con 18 años en las filas guerrilleras. Según algunos conocedores del accionar de la subversión, se trata de una estructura que es reconocida por encargarse de reclutar a integrantes para los frentes de guerra o preparar tropas para distintas facetas de la insurgencia, como obtener recursos a través de la explotación ilegal del coltán o del oro.

Aunque el anuncio de su disidencia causa alarma, ante la posibilidad de que otras estructuras opten por desmarcarse de lo pactado en La Habana, la historia de los procesos de paz en Colombia y en otros países deja claro que es prácticamente imposible que no existan escisiones al interior de los grupos armados cuando negocian la paz. No sólo quedan armas circulando sino que muchos excombatientes se reciclan en nuevos aparatos de violencia común o grupos armados.

En 1990, por ejemplo, cuando el M-19 firmó la paz con el gobierno Barco, se formó una pequeña disidencia en Cauca y Valle que tomó el nombre de Movimiento Jaime Bateman Cayón. Sus integrantes consideraron la desmovilización como una traición e intentaron mantenerse como grupo armado. Incluso buscaron, sin éxito, establecer diálogos de paz con el gobierno Samper. Pero la presión del Ejército, las Farc y el rechazo de las comunidades indígenas los llevaron a su disolución.

El caso del Ejército Popular de Liberación (Epl) fue más complejo. Después de 23 años de lucha guerrillera, en marzo de 1991 decidió dejar sus armas. Sin embargo, con el transcurrir de los años se formaron varias disidencias. La más significativa la comandó el jefe guerrillero Francisco Caraballo. De hecho, durante los diálogos de paz en Caracas (Venezuela) y Tlaxcala (México), este grupo llegó a la negociación acompañado de las Farc y el Eln, como Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar.

Caraballo fue detenido por el Ejército en junio de 1994 en una finca en el municipio de Cajicá (Cundinamarca). Con su captura, su grupo se vino a menos, aunque las Farc no dejaron de reclamar su liberación e incluso durante los diálogos de paz con el gobierno de Andrés Pastrana, alcanzaron a incluirlo como canjeable, en la perspectiva de liberación de prisioneros de guerra por guerrilleros presos en las cárceles. En abril de 2008 recobró su libertad y hoy vive en Medellín.

Otro grupo del Epl se recicló en la región de Urabá, donde cambió de bando y, en algunos casos, entró a colaborar con las Autodefensas de Carlos Castaño. La masacre de La Chinita, en Apartadó (Antioquia), ocurrida en enero de 1994, fue precisamente una retaliación de las Farc contra desmovilizados del Epl. En la acción perdieron la vida 37 exintegrantes de ese grupo. Esta facción se deshizo y algunos de sus miembros fueron judicializados.

De igual modo aparecieron dos deserciones más del antiguo Epl. Una de ellas la lideró Hugo Antonio Carvajal, alias “El Nene”, y se instaló en Santander, en la vía a la costa, hasta que fue abatido y sus seguidores diezmados en el año 2000. El grupo que más tiempo ha sostenido la disidencia del Epl lo encarnó Ramón Navarro Serrano, alias “Megateo”. Situado en la región del Catatumbo, se convirtió en una estructura del narcotráfico. “Megateo” fue abatido en septiembre de 2015, hoy el grupo está al mando de Guillermo León Aguirre.

Al igual que con las guerrillas, en el caso de los paramilitares también se dio el reciclaje de la guerra luego del proceso de negociación de las Autodefensas Unidas de Colombia con el gobierno de Álvaro Uribe. Cuando la Corte Constitucional ajustó la ley de Justicia y Paz a sus debidas proporciones, algunos miembros de la organización que estaban en libertad emprendieron su propia historia de violencia, en asocio con el narcotráfico.

Es el caso de Los Urabeños, después llamado Clan Úsuga y ahora el Clan del Golfo. Aunque han querido presentarse como Autodefensas Gaitanistas en busca de una negociación política, el Estado los denomina Grupos Armados Organizados (GAO), y los asocia al narcotráfico. Lo mismo que sucede con los disidentes del Bloque Centauros de las Autodefensas que después tomaron el nombre de Ejército Revolucionario Popular Antisubersivo de Colombia (Erpac) y ahora se les enmarca como la banda de Los Puntilleros.

Aún quedan rezagos de lo que fueron Los Rastrojos, grupo armado del narcotráfico; o se habla de ejércitos antirrestitución de tierras, Águilas Negras u oficinas de cobro. En el fondo son reciclajes de la violencia que quedaron de estructuras mayores. En algunas zonas, en los vasos comunicantes del delito, representan problemas de seguridad. Y esta es precisamente una realidad a la que no podrá ser ajeno el posconflicto. Por eso, la acción de las Fuerzas Armadas es determinante para evitar que proliferen los disidentes de la paz.

En el caso del frente primero de las Farc en el Guaviare, que ya manifestó su decisión de apartarse de las negociaciones de La Habana, el presidente Juan Manuel Santos dejó claro que no habrá otras oportunidades para reintegrarse a la vida civil, pues, tras la firma del acuerdo final, las Fuerzas Militares se emplearán a fondo para combatir a quienes permanezcan por fuera de la legalidad. “Cualquiera que tenga alguna duda, que mejor la deje a un lado y se acoja, porque es la última oportunidad que tienen para cambiar de vida. Porque de otra forma terminarán, se los aseguro, en una tumba o en una cárcel”, sostuvo Santos.

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Por Marcela Osorio Granados*/@marcelaosorio24

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