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En busca de “Iván Márquez” y el “Paisa”

En un recorrido por el Espacio Territorial de Miravalle, en Caquetá, en donde permanecieron hasta julio de este año estos dos líderes de la exguerrilla, encontramos a 84 excombatientes que trabajan en una  granja y en proyecto turístico. Hay rastros de su presencia y mucha inconformidad. 

Edinson Arley Bolaños @eabolanos
25 de noviembre de 2018 - 01:00 p. m.
Claudia Beltrán, excombatiente de la columna Teófilo Forero, hoy encargada de mostrar el museo en el ETCR de Miravalle, en Caquetá. / Fotos: Andrés Cardona
Claudia Beltrán, excombatiente de la columna Teófilo Forero, hoy encargada de mostrar el museo en el ETCR de Miravalle, en Caquetá. / Fotos: Andrés Cardona

Las montañas de Miravalle, tupidas de árboles de 20 metros de altura, guardan un silencio profundo y una pregunta latente: ¿hasta cuándo se moverá la hojarasca por su voluntad y no por las balas de una guerra que se acabó hace dos años, pero que aún tiene un tizón ardiente: el de la desconfianza? Miravalle es una vereda asentada en los últimos recodos de la cordillera Oriental, antes de que se extiendan las sabanas de los Llanos Orientales. La rodean dos ríos, Coreguaje y Pato, ambos históricos caminos del conflicto por donde la guerrilla de las Farc navegó entre las regiones de Caquetá, Guaviare y Meta.

La carretera empinada entre San Vicente del Caguán, y su vereda Miravalle, está pavimentada en 52 kilómetros, de los 100 que hay que recorrer para llegar al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación, en donde están los excombatientes de la columna Teófilo Forero de la exguerrilla.

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En el cruce de la vía principal hay un retén de tres soldados, cuya función es custodiar la entrada al espacio en donde están los excombatientes. Registran a las personas que entran y salen de la zona y alrededor están acompañados por un cordón de seguridad de un Batallón de Alta Montaña. Más adelante quedan las Carpas Azules, donde hay funcionarios públicos para brindar garantías a los excombatientes y a la comunidad de una región que otrora fue teatro de guerra.

Una valla con un letrero desteñido aparece antes de arribar a la zona. “Iván Márquez, senador”, se lee. Es 14 de noviembre de 2018 y en el Espacio Territorial hay algo que celebrar. Han pasado dos años desde que se firmó el Acuerdo Final de Paz en el Teatro Colón de Bogotá y los exguerrilleros inauguran un proyecto único en el continente: la generación de 50 kilovatios de energía hidrocinética, a través de un hidrotornillo inventado por Arquímedes y ubicado en el río Pato. Otro similar se encuentra en el Palacio Real de Inglaterra, en el río Támesis.

Funciona más en época de invierno, pero para el verano, en las faldas del cañón del Pato, instalaron muchos paneles solares, los cuales, desde lejos, forman la figura del fundador de las Farc, Manuel Marulanda Vélez.

 

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Dicen que Iván Márquez y el Paisa vendrán a la apertura del evento. Hay mucho movimiento en la zona. Las camionetas, suministradas por la Unidad Nacional de Protección para salvaguardar la vida de algunos exmandos medios y otros exguerrilleros con funciones políticas, por ejemplo, bajan y suben raudas hasta el caserío principal. Un kilómetro de carretera tan inclinado que su cima permite ver, a lo lejos, cómo brilla el río Coreguaje. Unos trescientos metros antes, en otro filo, queda la casa donde vivió Hernán Darío Velásquez, el Paisa.

En los pasillos tiene un museo con los retratos de guerrilleros muertos durante la guerra y, sobre el borde de la montaña, una pequeña oficina con vista panorámica semejante a la de una torre de control de un aeropuerto. Desde ahí coordinó las tareas del espacio territorial hasta julio pasado, cuando denunció que lo iban a matar unos encapuchados y se escabulló.

Semanas después ocurrió lo mismo con el exjefe negociador de las Farc Luciano Marín (Iván Márquez), quien, incluso, envió una carta de alerta al jefe de la misión de verificación de la ONU, Jean Arnault, en la que manifestó que aviones de inteligencia y drones sobrevolaban el ETCR de Miravalle. “Estos sucesos están evaporando de manera preocupante la credibilidad y la confianza en el proceso de paz”, escribieron él y el Paisa en una carta firmada el 8 de julio de este año. Fuentes cercanas a la Misión de Verificación de la ONU confirmaron este incidente.

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Rodolfo Rodríguez fue un mando medio de la columna Teófilo Forero, pero ya en la vida civil se llama Franklin González Ramírez. Asumió como coordinador del Espacio Territorial de Miravalle, luego de la desaparición del Paisa. Sus tareas empiezan muy temprano. A veces en la camioneta, a veces a pie. Trabaja en los seis proyectos productivos que tienen andando; se reúne con miembros de la cooperación internacional y hace asambleas políticas con campesinos de la región y los 84 excombatientes que quedan, de los 179 que llegaron en enero de 2017.

“Las esperanzas de que Iván y el Paisa regresen, para mí, están hundidas”, enfatiza González, señalando con la mano. “Están hundidas, porque el Gobierno no da esperanzas. Si no sueltan a Santrich ni cumplen con lo verdaderamente pactado y firmado en el Acuerdo, a qué van a venir”, dice González, acompañado de su escolta, un hombre corpulento y con dos armas en la cintura.

Aunque la zona está acordonada por la Fuerza Pública, cuando salen del espacio el riesgo es evidente. Muchos de los excombatientes operaron durante el conflicto en esa región y es necesario que se adelanten procesos de reconciliación. Uno de los líderes políticos del ETCR, por ejemplo, dijo que cuando iba a San Vicente del Caguán le gritaban asesino, pero no tiene protección. “Necesitamos garantías de seguridad física y jurídica, porque nos van a matar”, comentó. De hecho, la cifra de homicidios contra los exguerrilleros de las Farc, según la Fiscalía, llegó a 84.

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El 15 de agosto pasado, Fabio Peláez Rodríguez fue asesinado luego de ser bajado de la camioneta que conducía rumbo a San Vicente del Caguán. Con él, ya son dos los homicidios de excombatientes de este ETCR.

“Ni de Iván ni del Paisa sabemos nada”, dice Claudia Beltrán, una excombatiente de esa columna, encargada de mostrar el museo que termina con la estatua de Marulanda, puesta en la mitad de una sala sin nada más. “Lo de turismo no solamente es hacer rafting por el río Pato, la idea también es ir, más o menos a dos horas a pie, con campesinos y gente que venga de las ciudades, a un río que se llama el Coreguaje. Allá también queremos hacer rafting”, comenta Beltrán.

En la zona, algunos excombatientes comentan la posible visita del presidente Iván Duque. “Eso le daría un gran impulso al proceso de paz y para que se dé cuenta de que sí es posible desarrollar el campo con este tipo de proyectos”, dijo el senador del ahora partido FARC, Pablo Catatumbo. Al tiempo que cerró cualquier posibilidad de que el Paisa e Iván Márquez aparecieran ese día. “La Justicia Especial para la Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad tienen que investigar las razones por las que nuestros compañeros se fueron del Espacio Territorial de Miravalle”, dijo el día de la inauguración del hidrotornillo.

La madrugada en Miravalle es helada. Los cuadros de los exguerrilleros también marcan una historia que sucedió hace 53 años cuando el presidente Guillermo León Valencia ordenó bombardear lo que denominó “las repúblicas independientes” de El Pato - Guayabero (Caquetá), Marquetalia (Tolima) y Riochiquito (Cauca). Hubo hambruna, los campesinos corrieron por la selva y docenas murieron de hambre. No obstante, esa región fue la retaguardia de la insurgencia.

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Por eso hablan de un proyecto ecoturístico con memoria. Rafting, museo, caminata, avistamiento de aves y proyectos productivos para la seguridad alimentaria.

Raphael Armando Plazas, un ingeniero electrónico de Algeciras (Huila) y ganador del Premio Nacional de Robótica, otorgado por el Sena, hace seis años, es uno de los que trajo la idea de montar el hidrotornillo en el río Pato. Él dice que el Paisa quería generar energía limpia y se logró. Plazas está becado por la embajada alemana para estudiar energías limpias en ese país, pero los últimos meses los ha dedicado, sin un contrato laboral, a colaborar en la construción de este experimento que genera 50 kilovatios, suficientes para los exguerrilleros y campesinos de la vereda. El ingeniero, Iván Joya, fue el constructor y líder de la obra.  

Las puertas de las habitaciones de la casa donde dormía el Paisa están cerradas. En el patio, los ranchos forrados de lona verde y techo de cinc, donde dormían sus escoltas, están desocupados. “La inseguridad que tiene el camarada Óscar (el Paisa) es la misma que tiene Iván Márquez. Aunque siempre lo han buscado más y lo han tildado de lo peor, por las acciones que se hicieron a nivel urbano, porque eso fue lo que más le dolió al Estado. Las acciones que se hicieron en Bogotá y en Neiva, donde le dolió a la burguesía”, relata Beltrán, un resumen de lo que significó esta columna en el conflicto armado.

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Cabe recordar que algunas de las acciones a las que Beltrán se refiere son el atentado al club El Nogal, en Bogotá; el secuestro masivo en el edificio Miraflores, en Neiva; sin contar con cientos de secuestros, asesinatos y cobro de extorsión entre políticos, comerciantes y ganaderos. Los mismos habitantes de San Vicente fueron víctimas de bombas en el pueblo, decenas de ataques a la estación de policía y voladura de la infraestructura (torres de energía, de comunicaciones, puentes). Estas acciones sucedieron antes y después de que su territorio fuera escenario de la negociación con el gobierno de Andrés Pastrana, entre 1998 y 2002.

Los exguerrilleros que permanecen en el espacio territorial están estudiando primaria y bachillerato. La incertidumbre, dice Efraín Rodríguez, el líder, es porque en agosto próximo se acabará la renta básica que le entregan a cada excombatiente, equivalente a $664.000. Sobre todo, porque necesitan arrancar a comercializar peces, fríjol y todos sus productos ecoturísticos.

Por ahora, nadie sabe dónde están el Paisa, Iván Márquez y otros seis exmandos medios de las antiguas Farc, quienes esta semana volvieron a aparecer con una carta dirigida a su colega Jesús Santrich, recluido desde hace más de seis meses en la cárcel La Picota de Bogotá. Según ellos, la vinculación de Santrich con un negocio para enviar cocaína a Estados Unidos es un montaje.

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“Al Paisa le llegaron correos electrónicos en los que la DEA le decía que había hecho la paz con el Gobierno colombiano, pero no con ellos, entonces, ¿cómo quieren que creamos?”, sentencia Rodríguez, buscando explicaciones sobre las garantías jurídicas que pactaron con el Gobierno en La Habana y, sobre todo, respuestas sobre su futuro y el de los excombatientes a su cargo. “El Gobierno qué prefiere, solucionarnos tierra, mirarnos trabajar o mirar que un poco de muchachos se devuelvan a una lucha armada”.

“No hay cabida para eso”, replican muchos excombatientes en Miravalle, pero el Acuerdo de Paz apenas cumplió dos años y el jefe negociador de paz de la insurgencia está huyendo, supuestamente, porque lo quieren encarcelar.

La confianza y las alianzas internacionales

Gracias a la alianza estratégica entre la Pastoral Social de la Conferencia Episcopal de Colombia, Caritas Noruega, el gobierno de Noruega y el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Miravalle se inauguró el sistema generador de energía eléctrica único en el país (Hidrotornillo) y otro proyecto, que es un sistema que combina la producción de peces y de hortalizas sin suelo (acuaponía), que se desarrollaron durante ocho meses en la construcción, instalación y capacitación a excombatientes. “Este es un proyecto que, sin la mano de obra que pusieron los excombatientes, cuesta menos de lo que vale una casa en Bogotá. Requiere pocos recursos y da resultados contundentes”, dijo Knut Andreas Lid, jefe de programas de Caritas Noruega.

Vea reportaje audiovisual: 

Por Edinson Arley Bolaños @eabolanos

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