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En El Congal (Caldas), después de las cenizas llegaron las canciones

Casi 20 años transcurrieron para que los habitantes de esta vereda, víctimas de la violencia, retornaran por fin a sus hogares. El Congal estuvo sembrado por minas antipersonales y fue quemado en su totalidad por paramilitares que llegaron con bidones de gasolina en enero de 2002. Hoy este mismo pueblo le canta a la paz.

Valerie Cortés Villalba
21 de abril de 2021 - 02:00 a. m.
Por orden de un juez de restitución, 17 familias desplazadas retornaron a sus hogares en El Congal.  Fotos: Óscar Pérez
Por orden de un juez de restitución, 17 familias desplazadas retornaron a sus hogares en El Congal.  Fotos: Óscar Pérez
Foto: El Espectador - Óscar Pérez

El 15 de noviembre de 2001, un grupo de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, al mando del jefe paramilitar Ómar Isaza, entró al predio El Aguacate, ubicado en la vereda El Congal, del municipio de Samaná (Caldas). Allí asesinaron a Alberto López en presencia de toda su familia, incluida su esposa María Aracelly López. Luego de esto, ella y sus hijos tuvieron que huir de su pueblo y dejar atrás la tierra donde cultivaban café, caña de azúcar, fríjol y plátano. Ese mismo día asesinaron también a Bernardo Montoya y Germán Antonio López, a uno de ellos frente a su madre.

La familia López es una de las 17 familias que por orden del juez primero civil en restitución de tierras de Pereira retornaron a El Congal a recuperar sus predios, a recuperar las vidas que dejaron atrás por el conflicto armado. La decisión judicial se emitió en 2016, y a partir de ese momento se le ordenó a la Agencia Nacional de Tierras (ANT) adjudicar los predios de estas familias, dar vía libre a la Unidad de Restitución de Tierras para implementar los proyectos productivos para el sostenimiento económico de los habitantes retornados y garantizar la reconstrucción del pueblo de manera integral. Pero volver no fue fácil. El Congal tiene una historia que no dejan atrás.

El 19 de enero de 2002, dos meses después de que asesinaran a Alberto, Bernardo y Germán, los paramilitares ingresaron al centro poblado de la vereda con bidones de gasolina y quemaron los techos hasta que calcinaron todas las casas, así como la escuela, el centro de salud, la iglesia, la tienda del pueblo y el billar. “Nosotros no estábamos allí, estábamos monte abajo por tanto enfrentamiento, pero vimos el humo y subimos a ver qué había pasado, claro, quemaron todo”, relata Wilson Betancurt, uno de los pobladores que fue desplazado. Después de la quema del pueblo los “paras” le dejaron a la comunidad el mensaje de irse en un plazo de 24 horas, y así fue.

(Lea: Las tumbas que guardan la verdad de los desaparecidos en Samaná, Caldas)

Así como los Betancurt y los López, otras 30 familias de El Congal fueron desplazadas de sus tierras y salieron hacia los municipios más cercanos, huyendo de la guerra. Alberto Hernández Cortés, docente y actual rector del instituto educativo El Bosque, vivía en Florencia (Caldas) cuando ocurrió la quema del pueblo. Él ayudó a recibir a las víctimas que salieron de El Congal y que se demoraron más de siete horas caminando para llegar al pueblo. “Lo que más le impactaba a uno era escuchar a los niños preguntándole por qué tenían que estar ahí, si ellos tenían sus fincas acá (en El Congal)”, dice.

El docente conocía de cerca la situación del pueblo, pues durante muchos años una sede del Instituto era el único colegio que había en el pueblo. “Todos ellos que llegaron eran campesinos, pues eran la población más afectada, porque todos los grupos armados los ultrajaban, los amenazaban”, relata.

La violencia casi acaba con El Congal. Allí llegó primero la guerrilla de las Farc con el frente 47, comandado por Elda Neyis Mosquera, conocida en la guerra como Karina. Los pobladores relatan que al principio los guerrilleros se instalaron y actuaron como autoridad, pues en la vereda no había presencia de la Fuerza Pública. Pero con los años la guerrilla comenzó a intimidar a los campesinos para que cultivaran coca, y ahí, dicen, “empezó todo”. A finales de los años 90 ingresaron las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio a los territorios de La Dorada, Norcasia, San Diego y El Congal, según el Centro Nacional de Memoria Histórica. Luego de la llegada de los “paras”, relatan los pobladores, se acrecentaron los enfrentamientos, la estigmatización y las represalias contra la comunidad, las desapariciones y los desmembramientos.

Por la forma como se agudizó la violencia en esta región, los campesinos se fueron a buscar nuevos rumbos a Medellín, Manizales, Bogotá e incluso La Vega (Cundinamarca) y vivieron desarraigados de su tierra durante casi dos décadas. En el municipio de Samaná, donde queda ubicado El Congal, se tiene registro de 48.994 víctimas, de las cuales el 95 % fueron víctimas de desplazamiento forzado, según el Registro Único de Víctimas.

Después de la desmovilización de los grupos paramilitares en 2006, a Samaná empezaron a retornar algunos habitantes. Pero pasarían otros años, hasta 2010, cuando en El Congal el padre Humberto Cortés comenzó a contactar a las víctimas y familias para que se unieran y reclamaran nuevamente sus tierras, que ya había bajado la marea, les dijo. Así fue. Ese mismo año la vereda fue declarada libre de minas antipersonales, gracias al trabajo del Batallón de Desminado, que a hoy continúa con sus labores en la vereda.

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Cuatro años después, las 17 familias que retornaron, incluidas los López y Betancurt, solicitaron la sentencia de restitución y dos años después llegamos a donde comenzamos esta historia. La reconstrucción de El Congal. A doña Felicia Herrera, la madre de Wilson, la noticia de la restitución la llenó de felicidad, quería volver a reunirse con sus vecinas a rezar el rosario. Felicia le contó a una de sus amigas la buena nueva, ella la abrazó y le dijo: “los felicito, pero Felicia no siembren matas, siembren flores”.

A las familias les entregaron sus casas con paredes de cemento, tejas y servicios públicos en diciembre de 2020. También cado uno de los 17 hogares comenzó un proyecto productivo con ayuda de la Unidad de Restitución de Tierras (URT), entidad que ha acompañado de cerca la reconstrucción del pueblo y que seguirá haciéndolo, por ley, en los próximos dos años.

Pero fue el viernes pasado, 16 de abril, que se realizó por fin la ceremonia de entrega de títulos, aplazada por las medidas impuestas por el COVID-19. Ahí, en la cancha del nuevo colegio de El Congal, las 17 familias recibieron oficialmente un sobre con sus títulosy un mapa en el que estaba demarcado dónde quedaban sus hogares y sus fincas. En estas últimas están produciendo aguacate, café, cacao, proyectos de ganadería y porcicultura, cada uno cuenta con un apoyo de la URT de alrededor de $30 millones.

Después de la ceremonia se inauguró un monumento que a manera de pirámide cuenta la historia del pueblo, la bonanza antes de la guerra, los dolores que dejó la violencia y la esperanza de retornar. Allí, frente a la estructura, los Hermanos Sarmiento, tres hombres mayores víctimas y trovadores, de pie cada uno con sus guitarras, cantaron la canción que compuso don Eliécer Londoño: “Retorno a El Congal”. “Hoy Dios nos quiso recompensar sin temor el retorno a El Congal. Hoy que estamos todos reunidos, si lloramos es de alegría. Hoy podemos gritar todos juntos, retornamos a la casa mía”, dice la canción.

Lo que siguieron fueron más canciones, los hermanos Sarmiento ofrecieron sus servicios de serenata y, luego que se despejó el pueblo, siguieron la celebración en la tienda del pueblo. Uno de ellos, don José Daniel Sarmiento Riaño, me pidió que lo escuchara, que él quería hacer un llamado a las autoridades para que les instalaran una torre de comunicaciones, que sufría por no poder llamar a su hija, que no había wifi y a los “viejitos también nos gusta aprender en la internet”. Don José volvió a la tienda, se sentó y siguió tocando su guitarra con sus nuevos viejos vecinos.

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