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Selva Adentro: un festival de teatro por la vida de los excombatientes en el Bajo Atrato

Entre el 9 y el 13 de octubre, la tercera edición de este festival se realizará en el espacio de reincorporación de las Farc ubicado entre Riosucio y Carmen del Darién. Un espacio que aún no tiene definido su futuro y que está cercado por las Autodefensas Gaitanistas y el Eln.

Sebastián Forero Rueda - Paula Casas Mogollón
07 de octubre de 2019 - 11:00 a. m.
La edición anterior del festival Selva Adentro se realizó en octubre de 2018 en el teatro de guadua construido por los exguerrilleros de las Farc en el espacio de reincorporación. / Cortesía Selva Adentro
La edición anterior del festival Selva Adentro se realizó en octubre de 2018 en el teatro de guadua construido por los exguerrilleros de las Farc en el espacio de reincorporación. / Cortesía Selva Adentro

Desde hace meses, misiones y caravanas humanitarias han tratado de llamar la atención sobre la crisis que atraviesa la zona baja del río Atrato, en Riosucio y Carmen del Darién (Chocó). No han sido suficientes los gritos de ayuda en una región en la que aún quedan los rastros de lo que fue la incursión paramilitar que hace ya casi 23 años desplazó masivamente a la población. Sin embargo, es poco lo que se ha dicho, en medio de esa crisis, de los hombres y mujeres que pertenecieron a las extintas Farc y que decidieron hacer su tránsito a la vida sin armas en este territorio.

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Esta semana, una disruptiva propuesta pretende cambiar la tendencia y poner el foco en quienes están comprometidos con la paz. Desde el próximo miércoles y hasta el domingo 13 de octubre, el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Silver Vidal Mora, ubicado en Brisas, una vereda entre Carmen del Darién y Riosucio, será escenario del Festival de Artes Escénicas Selva Adentro, que se realiza en un teatro de guadua, en medio de la selva, construido por los excombatientes. La de este año será la tercera edición del festival, que comenzó en 2017, pero es la primera cuya realización ha estado rodeada de incertidumbre.

El pasado 15 de agosto finalizó la vigencia jurídica de los ETCR, y en ese contexto el Gobierno Nacional había planteado la posibilidad de trasladar algunos de ellos, por dificultades en términos de seguridad, acceso a servicios básicos o líos con la propiedad y el uso de la tierra en la que están ubicados. Este espacio era uno de esos.

El antiguo ETCR Silver Vidal Mora, donde habitan hoy alrededor de 80 excombatientes, está ubicado en tierras de consejos comunitarios sobre las que pesan medidas cautelares de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en razón a las afectaciones particulares que les ha dejado el conflicto armado en la región. De acuerdo con Andrés Stapper, director de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), a causa de esas medidas cautelares, el Gobierno puso a disposición de los excombatientes un predio hacia el municipio de Turbo (Antioquia) para trasladar el espacio.

La respuesta de quienes habitan allí fue clara. “Nosotros somos nativos de este territorio. Aquí hay gente del Carmen del Darién, de Riosucio, de Cacarica, de Salaquí y de todas estas comunidades; nosotros nos sentimos propios del territorio. ¿Qué vamos a hacer en Antioquia? Nuestras familias las tenemos es acá y todo lo que sabemos trabajar está aquí. El plátano, la yuca, el maíz. Queremos ser una comunidad más del municipio”, dice Pablo Torres, excombatiente del frente 57 de las Farc que hoy lidera este espacio.

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Para los exguerrilleros ya está claro que el predio es privado y pertenece a Claudia Argote, por lo cual consideran que el siguiente paso debe ser la compra, por parte del Gobierno, de las 10 hectáreas de tierra en las que están asentados. Ante la demora en definir ese trámite, la incertidumbre se ha apoderado de ellos. El asunto no es menor pues, de hecho, la otra gran razón por la que rechazaron el traslado fue por garantías de seguridad. Según dicen, la zona a la que los iban a mover es de fuerte control paramilitar y enviarlos allí sería una sentencia de muerte.

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En donde están, mal que bien, han podido avanzar en su proceso de reincorporación, aunque cercados por los armados. En el Bajo Atrato ya hace meses que se libra una confrontación entre las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), grupo heredero del paramilitarismo, y el Eln. “Hasta el momento nosotros no hemos tenido problemas con los paramilitares, no se han metido con nosotros. Pero uno sí anda como con esa incertidumbre porque a cada rato ‘que muerto por un lado, muerto por otro lado’, alrededor de la zona donde estamos”, explica Torres.

De donde sí han venido señalamientos, dicen, es de parte del Eln, que ha sostenido que quienes están en el espacio son “torcidos” y que trabajan con el enemigo. Ello a raíz de que en el espacio los excombatientes están custodiados por integrantes del Ejército y la Policía.

Pero además de su seguridad física, la otra gran preocupación de los excombatientes es que no tienen tierra para trabajar. Ante el Consejo Nacional de Reincorporación presentaron un proyecto productivo para sembrar 40 hectáreas de plátano tipo exportación, pero no ha recibido el desembolso porque no tienen los terrenos para ejecutarlo. En ese proyecto tienen puesta su fe, porque las otras iniciativas que emprendieron en el espacio, una de piscicultura y una de confecciones, no despegaron.

Por eso esta edición del festival les llega en un momento clave. La celebración es resultado de un proceso que empezó hace ya tres años. En 2016, como ejercicio, miembros de la Red de Colectivos de Estudios de Pensamiento Latinoamericano (Cepela) navegaron por el Bajo Atrato para llevar a las comunidades La casa grande, una obra del teatro Matacandelas. Un relato de Álvaro Cepeda Samudio basado en la Masacre de las Bananeras de 1928, en Ciénaga (Magdalena).

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Escogimos llevar la obra a estos municipios que han vivido durante años de cerca el conflicto, mostrarles otra forma de entender la realidad que atravesaron. La comunidad, una vez finalizaba cada función, nos daba sus impresiones y cuando se acabó el recorrido, nos pidieron que regresáramos con más historias. Pero hacer la logística no era tarea fácil entonces pensamos la idea de hacer un festival”, cuenta Esteban García, coordinador logístico de la red Cepela.

El escenario escogido fue el ETCR por el poder simbólico que ello implicaba. Allí, la red Cepela, Bailes Afroantillanos, la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín y los excombatientes unieron esfuerzos y en octubre de 2017 sacaron adelante la primera edición de Selva Adentro. “En el primero la gente no se imaginaba algo así, en el segundo llegó ya bastante gente y creemos que este va a ser muy exitoso porque ya nos están conociendo más”, explica Torres, con la ilusión de tener una vez más la posibilidad de mostrar su territorio.

El festival es realmente un intercambio cultural. En él se dan cita las comunidades de la cuenca del Curvaradó y sus anfitriones son los excombatientes de la guerrilla. Una parte fundamental de Selva Adentro es lo que sus creadores han llamado las Escuelas de Arte y Paz, que le apuntan a fortalecer la construcción de memoria a través del arte. En ocasiones anteriores, por ejemplo, se han presentado obras que hacen memoria de lo que fue la Operación Génesis, perpetrada en febrero de 1997 por paramilitares de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) en connivencia con la brigada 17 del Ejército Nacional.

“Para nosotros el festival ya es algo simbólico. Nos ha permitido darnos a conocer, visibilizar nuestro espacio territorial. Lo que queremos es que todo el mundo sepa que aquí comenzamos un proceso de reincorporación y continuamos ya como una nueva comunidad de Carmen del Darién”, resalta Yuri Sara García, líder de las mujeres excombatientes del ETCR.

Pero además, el festival les sirve de excusa para impulsar el proyecto de turismo que, por ahora, no está muy estructurado pero que quiere hacer de estos ríos y de estas selvas el eje de una ruta ecoturística en el Bajo Atrato.

“Este festival ayuda a tejer lazos de relacionamiento, ayuda en la recuperación del tejido social en un territorio donde ha reinado la desconfianza y lo que se hace en estos encuentros es generar esos lazos a través del arte. Pero además en este momento es muy importante que la sociedad civil apoye a los exguerrilleros de las Farc en esa convicción de continuar en el camino de la paz”, señala Lina Arango, integrante de Selva Adentro.

Este año, el festival tendrá seis Escuelas de Arte y Paz, cuatro funciones artísticas y una jornada de molienda en la que todos los grupos artísticos de distintas regiones que acuden al festival se reúnen en un intercambio cultural.

El mensaje de Pablo Torres es claro. “Todos los excombatientes que estamos aquí tenemos la misma posición: nadie está pensando en irse para ningún grupo armado, para la disidencia, nada de eso. De aquí no nos vamos para ningún otro lado”. Como él, la esperanza de los otros exguerrilleros que habitan este poblado es que después del festival tengan una respuesta definitiva sobre su futuro en las tierras que ya eligieron para dejar atrás su pasado en la guerra.

 

El festival es abierto al público y quienes deseen asistir pueden adquirir los paquetes turísticos habilitados, a través del sitio web oficial https://selvaadentro.com

Por Sebastián Forero Rueda - Paula Casas Mogollón

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