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“Ser lideresa es muy difícil”: Amanda Camilo

Es coordinadora regional en Putumayo de la Ruta Pacífica de las Mujeres y fundadora de Tejedoras de Vida.

Amanda Camilo
03 de diciembre de 2017 - 02:00 p. m.
Amand Camilo, líder social.  / Archivo
Amand Camilo, líder social. / Archivo

“Soy una mujer afrodescendiente, docente de profesión y defensora de derechos humanos por convicción. Nací en el municipio de Puerto Caicedo, en el departamento del Putumayo, en donde pasé toda mi niñez y adolescencia. Desde muy pequeña sentía el anhelo de ayudar, aunque, por supuesto, no entendía a mi corta edad que defender a las personas, no estar de acuerdo con las injusticias y aspirar a que la gente recibiera de manera justa lo que requería significaba en sí defender los derechos humanos.

(Vea el especial de los líderes sociales considerados personajes del año)

Desde 1997, como licenciada en educación básica con énfasis en ciencias naturales y educación ambiental, empecé de lleno esta hermosa labor. Y digo hermosa porque he comprendido que ayudar a las personas a través de la defensa de sus derechos me llena de mucha satisfacción y me hace sentir que estoy viva y que el servicio a la humanidad es una de las más bellas expresiones de amor.

Claro, esto no es fácil. Así como se lleva en las venas el anhelo de defender los derechos humanos, en el camino encontramos muchos obstáculos. Y en territorios como el Putumayo, en donde se ha instalado la cultura de la ilegalidad como un modelo de vida, se eleva el riesgo de integridad hacia líderes y lideresas.

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Comencé en el trabajo social con un propósito personal. Cuando mi hija estaba recién nacida le aplicaron una vacuna en mal estado, que ya había expirado y que le ocasionó una hemiplejía en el lado izquierdo. Esto ocurrió por las precarias posibilidades de prestación del servicio de salud en el departamento del Putumayo. Me dediqué a buscar apoyo profesional para la recuperación de mi hija, a la vez que me tracé el propósito de trabajar para que a ningún otro niño le pasara lo mismo que a ella.

Hace unos años participé en un espacio de análisis de contexto y tendencias en Puerto Caicedo, denominado Subcomisión de Justicia y Paz, liderado por el cura Alcides Jiménez Chicangana, quien impulsó a la gente a organizarse comunitariamente para defender el territorio desde una postura de neutralidad activa. Fue esa la razón por la cual lo mataron el 11 de septiembre de 1998, mientras celebraba la misa en la iglesia Nuestra Señora del Carmen, en el municipio de Puerto Caicedo.

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En Colombia, ser lideresa es realmente muy difícil. Existen muchas personas que tienen una mentalidad de guerra. En la Ruta Pacífica de las Mujeres, por ejemplo, hemos recibido varias amenazas en las que mencionan a líderes, lideresas y defensores de derechos humanos, y algunas de las intimidaciones han sido directas. En mi caso, por parte de integrantes de los paramilitares.

He sufrido seguimientos, pillajes y citaciones de integrantes de grupos al margen de la ley. En 2009, por ejemplo, llegaron a mi lugar de residencia y empezaron a disparar. Asesinaron a una persona e hirieron a un cuñado mío. En otra ocasión, los paramilitares retuvieron de manera forzada a uno de mis hermanos y me tocó meterme a la montaña a buscarlo. A Dios gracias, logré encontrarlo con vida.

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Por hacer denuncias sobre la vulnerabilidad de mujeres, organizaciones y comunidades, se nos ha tildado de objetivo militar. Muchas mujeres han sido asesinadas, otras desplazadas de manera violenta y otras, por defender su familia y su integridad, se han retirado del movimiento. Incluso en ocasiones, mientras desarrollamos como organización el programa radial de Mujer, caminos y futuro, la fuerza pública nos ha exigido terminar los programas o evitar hablar del antimilitarismo.

En medio de todo se continúa: el propósito es claro y el camino sigue. Por eso es muy importante que el Estado colombiano y las autoridades territoriales reconozcan el papel para la construcción de ciudadanía que desempeñamos los líderes y establezca estrategias reales de protección que nos permitan seguir defendiendo los derechos humanos”.

Por Amanda Camilo

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