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Tras el rastro de dos comerciantes del Huila secuestrados por las Farc

Son 350 los desaparecidos que ha documentado hasta ahora la exguerrilla, como parte de su compromiso de paz. Esta es la historia de dos de ellos, comerciantes del Huila, cuyo paradero se desconoce desde enero de 2003. La ubicación detallada de sus cuerpos está en la lista que este martes entregará la FARC a la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas.

Edinson Arley Bolaños / @eabolanos
20 de agosto de 2019 - 11:00 a. m.
Las hermanas Consuelo y Marina Cordón Herrera, quienes esperan encontrar a sus hermanos junto a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD).  / Archivo particular.
Las hermanas Consuelo y Marina Cordón Herrera, quienes esperan encontrar a sus hermanos junto a la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD). / Archivo particular.

Hace poco más de dos años estuve en la vereda Charras (Guaviare), donde apenas se levantaba una de las zonas veredales para la dejación de armas de la entonces guerrilla de las Farc. La guerra estaba viva y la zona aún era un campamento guerrillero, pues los combatientes tenían las armas, a pesar de que el fuego había cesado, producto del Acuerdo de Paz con el Gobierno.

Una noche, que simulaba ser de terror ante el silencio de un antiguo campo de batalla, me puse a conversar con un exguerrillero que dijo haber pedido la baja a sus comandantes hacía dos años. De 1,60 m de estatura y brazos cortos. Muy complacido con el proceso de paz, él sabía dónde estaban dos comerciantes del Huila desaparecidos en la guerra y quería encontrar a su familia para contarles.

“¿Quiénes son?”, le indagué. “Los secuestró las Farc por orden del Mono Jojoy”, dijo. “¿Y qué pasó con ellos?”, insistí. A lo que el subversivo respondió: “Fueron ajusticiados” y afirmó que sabía dónde estaban enterrados sus cuerpos. La noticia se publicó en este diario el 27 de marzo de 2017 y se tituló: “Los misterios de la guerra en la selva”, un reportaje que escribí a mi regreso del bajo Guaviare y donde mencioné el episodio como un hecho anecdótico, pues no disponía de mayor información en ese momento. Incluso, el personaje no quiso ni quiere revelar su nombre.

Un mes después, al final de una ceremonia católica en Neiva, un padre se acercó a una de las hermanas de los comerciantes Reynaldo y Guillermo Cordón Herrera, para contarle de la noticia y solicitarle que indagara si aquellos hermanos eran los suyos, secuestrados en enero de 2003 en las sabanas de los Llanos orientales. Los dos eran comerciantes de granos y abarrotes desde hacía diez años en la zona del Caquetá y Meta y, en medio del conflicto colombiano, pagaban “vacuna” o el impuesto de guerra que las Farc cobraban para sostener su intento de tomarse el poder por las armas.

Los dos vivían en Neiva y su historia empezó el 22 de enero de 2003, cuando Reynaldo viajó al sur del Meta, a la vereda Playa Rica, a entregar, como siempre lo hacía, un cargamento de arroz, fríjoles y otros productos para el comercio del municipio de La Macarena y sus veredas aledañas, incrustadas en la zona donde Pablo Escobar, en la década de 1980, construyó el laboratorio de cocaína más grande de la historia de Colombia: Tranquilandia. Pero de ese imperio en el nuevo milenio solo quedaron las ruinas, y los caminos y carreteras fueron controlados por la guerrilla hasta su dejación de armas, en 2017.

Dos días antes, el 20 de enero, la guerrilla también había retenido a José Arbelay Losada Montenegro, otro comerciante de Neiva y cuñado de Reynaldo. José había volado desde Bogotá hacia La Macarena (Meta) para encontrarse luego con los conductores de tres de sus camionetas. Así fue y en el camino lo secuestró el frente 13 de las Farc, según informaron a la familia personas de la zona días después del hecho. Además, Guillermo Cordón Herrera desapareció un mes después, a finales de febrero de 2003, cuando viajó a la vereda La Tunía, adonde supuestamente fue citado por un comandante guerrillero para entregarle información sobre su hermano, su cuñado y los tres choferes. Sin embargo, nunca regresó.

“Mi mamá le rogó, le suplicó, no se vaya que la situación está muy difícil en el país. Ella nos cuenta que lloraba mucho insistiéndole para que no fuera a la supuesta cita. Esa fue la última vez que mi mamá vio a Guillermo. Luego, el 27 de febrero, día en que murió un sobrino en Neiva, él llamó a mi hermana mayor para darle el sentido pésame, le contó que estaba en La Ye y que la guerrilla lo iba a recibir. Eso fue lo último”, cuenta hoy su hermana Consuelo Cordón, quien aún los busca vivos o muertos. En total, fueron seis los comerciantes que quedaron en manos de las Farc. Sin embargo, Consuelo aún no entiende por qué se llevaron a sus hermanos y nunca pidieron recompensa.

Pie de foto: Ellos son tres de los choferes que viajaban con José Arbelay Losada el 20 de enero de 2003, cuando fueron secuestrados entre los departamentos de Caquetá y Meta.​

El hijo de Consuelo, Carlos Valenzuela Cordón, tampoco tiene una respuesta satisfactoria a este interrogante: “Todo comerciante siempre ha estado en este país en peligro, pues la extorsión ha estado a la orden del día hasta nuestros días. Nosotros no encontramos explicación al secuestro y posible asesinato. Porque ellos llevaban varios años en la zona, no tenían amenazas, simplemente el trajín de unos comerciantes a los que les tocaba pagar peaje o vacuna; solamente eso”.

Esa es una de las preguntas recurrentes que busca esclarecer esta familia en la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), la entidad humanitaria que integra el Sistema de Verdad, Justicia, Reparación y no Repetición que surgió con el Acuerdo de Paz de La Habana, para buscar, ubicar y entregar de manera digna a las personas desaparecidas en el conflicto armado.

La búsqueda

Desde los inicios del secuestro, cuando Guillermo fue en busca de sus familiares, hasta nuestros días, la familia Cordón Herrera no ha dejado de preguntarlos, de buscarlos y de escuchar todo tipo de razones. Algunas veces hasta pagaron recompensas que pedían personas inescrupulosas, pero nunca cumplieron, ni siquiera regresaron con alguna noticia. Así fueron pasando los años, el padre de los Cordón Herrera murió de depresión preguntando por sus hijos y las hermanas nunca han perdido la esperanza de encontrarlos vivos o muertos.

En febrero de 2008, cuando el congresista huilense Orlando Beltrán fue liberado por la guerrilla, junto con Jorge Géchem Turbay, Luis Eladio Pérez y Gloria Polanco (gracias a las gestiones del entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez), Consuelo fue hasta la casa del político del Partido Liberal para indagar sobre alguna pista o rastro de sus hermanos en las selvas del sur de Colombia. En principio, ella dice que Beltrán le informó que el rostro de su hermano Guillermo (una de las fotos que le mostró) se le hizo conocido y que quizá sea una persona vestida de camuflado que vio subirse a una lancha durante una marcha en la que iba amarrado con cadenas. No le dio más detalles, porque no los tenía, pero la noticia de que estaría vivo le devolvió la ilusión.

Durante ese año también salieron a marchar en la movilización nacional en contra del secuestro y cada que se cumplía un aniversario del plagio la insistencia de la familia Cordón Herrera era la de tener alguna prueba de supervivencia que nunca llegó. Luego, en 2012 empezaron los diálogos de paz en La Habana, en octubre de 2015 se anunció la creación de la Unidad de Búsqueda y en diciembre de ese mismo año uno de los integrantes del Estado Mayor Central de las ex-Farc, Milton de Jesús Toncel, conocido como Joaquín Gómez, dijo que era probable que los hermanos Cordón Herrera estuvieran muertos, puesto que el grupo ilegal ya no tenía personas secuestradas en su poder. Incluso, en una entrevista con un periodista del Huila, enfatizó en que pedirían a una comisión humanitaria que visitara los campamentos de los frentes para que se que percatara de que lo que él estaba diciendo era cierto.

El rastro

Cuando escuché esta historia en la vereda Charras, hace más de dos años, me impresionó cómo solo un exguerrillero tenía la información más valiosa que lleva esperando una familia durante quince años, luego de haber llorado la pérdida de sus seres queridos. Como dije al inicio del texto, en ese momento no tuve acceso a mayor información porque el exguerrillero me dijo que debía consultarle a uno de los excomandantes. Pero ratificó que sí sabía dónde estaban enterrados los cuerpos de dos comerciantes del Huila, que fueron asesinados por orden del jefe guerrillero Mono Jojoy. Meses después, en la sede del partido político de las Farc en Bogotá, lo volví a ver durante la asamblea en la que se escogerían a los delegados de la dirección nacional de esa colectividad. Le volví a insistir en este caso, pero se negó a colaborar con más información porque dijo no estar autorizado.

Luego me visitó la familia Cordón Herrera, dos hermanas que llegaron indagando sobre la noticia publicada en El Espectador, básicamente porque ellas tenían la esperanza de que esta vez vencerían la injusticia y encontrarían a sus hermanos vivos o muertos. Les conté lo que sabía y he escrito y quedé pendiente de ayudarles a ubicar nuevamente al exguerrillero, que se negó a darme su número de celular.

Desde entonces, han pasado dos años, no obstante, en el marco de la implementación del proceso de paz, este martes la exguerrilla entregará el primer listado de casos documentados de miembros de la Fuerza Pública y civiles que murieron en cautiverio. Son más de 350 casos con coordenadas de los sitios donde están enterrados los restos de personas desaparecidas en medio del conflicto, cuya información proviene de excombatientes de las regiones, miembros de la comunidad aledaña e información documental de las ex-Farc. Los seis mencionados en este reportaje están en ese listado, le dijo una fuente a este diario.

Es decir, se trata de los hermanos Reynaldo y Guillermo Cordón Herrera; José Arbelay Losada Montenegro, su cuñado; y los choferes de este último: Eduard Ipuz Rojas, Camilo Alejandro Rodríguez y Helí Ipuz. “Después de la entrega pública de esta información, haremos una reunión de trabajo cerrada entre los delegados del equipo de las Farc en distintas regiones para hacer un balance con la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos y así proyectar qué va a pasar con estos casos de aquí en adelante”, informó John León, uno de los integrantes de la exguerrilla encargados de esta labor.

Así, todo indica que llegará a su final el sufrimiento de la familia Cordón Herrera, pues, con el Acuerdo de Paz entre el Gobierno y la exguerrilla y la creación de las entidades de justicia y alivio humanitario para esta transición, “la esperanza de saber qué pasó con ellos es real y latente”, dijo Consuelo Cordón con la misma emoción que tuvo hace dos años cuando leyó en este diario la noticia de que un exguerrillero sabía dónde estaban enterrados los cuerpos de dos comerciantes de abarrotes del Huila en los Llanos del Yarí.

 

La búsqueda de los desaparecidos

Este martes, la exguerrilla de las Farc entregará oficialmente el listado de los 350 casos de personas desaparecidas que ha documentado a lo largo de estos años después de la firma del proceso de paz. De esos casos, ya se han priorizado 78, pues conocían la ubicación exacta de los cuerpos. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha realizado 17 inhumaciones, uno fue entregado a sus familiares y el resto (16) están en proceso de identificación por parte de Medicina Legal.

Escuche también: (Pódcast) La memoria de los desaparecidos que guarda el Che Guevara de la Nacional

Por Edinson Arley Bolaños / @eabolanos

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