El país de las maravillas

Un poslenguaje

Mario Morales
15 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Un diccionario polivalente, adaptable y funcional que nos lleve a la unidad. Que allí, por ejemplo, donde diga “autonomía diplomática”, sea posible leer chantaje. Que donde se lea “colaboración binacional” también podamos entender como subordinación. Que esté escrito entendimiento, pero se pueda asumir como temor.

Que cuando busquemos vocablos como presión, aparezcan sinónimos como abuso, extralimitación e incluso estrangulamiento. Que cuando alguien hable de amilanamiento, haya quien lo asimile como dignidad. Que apoyos también alcancen el significado de postración o arrodillamiento.

Que allí donde el presidente Duque hable de economía naranja, los significados se entiendan como país de piernas abiertas. Que cuando la ministra Constaín hable de socialización, a propósito del proyecto de modernización de las TIC, también se pueda concebir como imposición y transliterado también como intereses particulares.

Que allí donde dice mermelada también se pueda estimar como representación y su ejemplo más actual sea la injerencia del Congreso en el 20 % del presupuesto.

Que allí donde dice colombianos universales con formación gringa y simpatía por el país del norte se pueda inferir como apátridas y desnaturalizados.

Que donde diga intereses superiores, se comprenda como salvaguarda expresidencial, justicia como retaliación, honor como venganza personal, poder como oportunismo y acuerdos como diálogo de sordos. Pero, sobre todo, donde transparencia y coherencia se traduzcan como hipocresía y engaño.

En fin, un poslenguaje en estos tiempos de posverdad y posrealidad, que les permita a las nuevas generaciones entender como nación a este país de locos. ¿O es al revés?

@marioemorales y www.mariomorales.info

 

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